No perdamos tiempo y empaca tus armiños

«No perdamos tiempo y empaca tus armiños, Mary—Vamos a largarnos de aquí en seguida—Ya he visto cómo esto ha pasado muchas veces—Los idiotas se nos vendrán encima—El calor avanza—Recuerdo la vez que viajé con John Caliza trabajando en El truco carbónico—La cosa fue así: Él alquila un anfiteatro con paredes de mármol es pintor de piedras ¿se dan cuenta? es capaz de crear un friso mientras ustedes esperan—De modo que se pone una escafandra como en la vieja Calaverada Surrealista y yo me subo a un alto pedestal para bombearle aire—Bueno, él empieza a pintar las paredes de piedra caliza con ácido hidroclorídrico e impulsado por ráfagas de aire que le mando puede cubrir la pared en diez segundos, el dióxido de carbono se deposita sobre los fulanos que empiezan a toser y a desabrocharse el cuello».

«Pero ¿qué pinta?»

«Bueno, es algo así como un teatro lleno de gente que se ahoga—»

De modo que damos vuelta los fiascos y nos largamos—Si hacemos las cosas bien no podrán echarnos ningún fardo de Nova—Bueno, lo cierto es que llegamos a esa ciudad y en seguida olí algo malo.

«Aquí hay gato encerrado, John—Algo malo—Lo huelo—»

Pero él dice que soy un cagón y que siempre me pasa lo mismo cuando empieza el calor de nova—Por lo demás somos tranquilos, lo único que hacemos es arrollar los fiascos con tres mil años de teatro—De modo que él instala su anfiteatro en una cantera y empieza a organizar los clubes de mujeres y a los poetas y a los decoradores de vidrieras y organiza este «Festival de la Cultura» como lo llama y yo me subo a la cabina de una grúa y le bombeo aire—Bueno, los bobos se amontonan, las viejas muñeconas cubiertas de brillantes zafiros y esmeraldas están de veras espléndidas—Así que pienso que quizá me haya equivocado y todo ande bien pero de pronto veo que unos cincuenta pelafustanes se acercan con escafandras y arpones y sin pensarlo dos veces les grito desde la grúa:

«¡Izzy el Matón! ¡Sammy el Sangriento! ¡Eh, Patán!»

Y me olvido de seguir bombeando aire y el Pibe Carbónico se pone azul y trata de decir algo—Corro bombeo un poco de aire y él aúlla:

«¡No! ¡No! ¡No!»

Veo que otros tipos se acercan armados con ruidos parásitos y fusiles-cámaras—Sammy y los muchachos no lo consiguen—Estos pibes han apretado el botón opuesto—En este instante el Dinosaurio Azul en persona se acercó para averiguar cómo andaba la cosa y empezó a arrojar sus espirales magnéticas contra los patanes—Los tipos retroceden hasta que al Dinosaurio se le acaba la carga y se queda parado. A continuación el calor de Nova deslizó puñados de antibióticos sobre nosotros.

POBLACIÓN EN ESCAFANDRA

Yo viajaba con John Mérito trabajando en El Truco Carbónico—Ratería con un grupo de compradores—Y este número le llega en el aire—Así que él empieza a pintar la Valla De la última Primavera—Cagándome con ráfagas de aire de Patania—Diez minutos de pausa y nuestro dióxido de carbono se agotó y empezamos a toser bajo una palmera en un tiesto del vestíbulo—

«Hay que moverse hay que usar “El truco del Pez Venenoso”».

«Ya te entiendo. Mantente práctico y no podrán echarnos el fardo—»

Transportados de regreso a Sudamérica entramos en esta ciudad y en seguida embaucados por el temible John—Él nunca erraba—Ardió tres mil años en mí jugando al vigilante y el ladrón—De manera que los imbéciles empacan virus y están dispuestos a ser disueltos y todo anda bien—Asimilan diamantes zafiros y esmeraldas todo en regla—De manera que la emprendo con unos cincuenta jóvenes pelotudos—Sammy y los muchachos son todo lo que él tenía—Una inyección—El botón opuesto—La tienda ambulante se cierra así yo no trabajo—John prepara mis medicinas—Nagasaki en ácido sobre las paredes se diluyó bajo los árboles del caucho—Él es capaz de desandar el camino a pie hasta 1910—Podemos comprarlo estableciéndolo—Todo está preparado en el lavadero chino sobre los cuellos—

«Pero ¿qué carne es esta como de gente de pensión anticuada?—»

»Cunas y unos pobres viejos cómicos de la legua—Como Cleopatra aplicándose el áspid nos echó el fardo de un Crimen de Nova—

«¿Borracho?»—No me gusta—Bolsillos vacíos en el metal gastado—«¿No te das cuenta?»

Pero John dice: «Te cagas de miedo después de la venta espacial—La vieja muñeca está cubierta—»

Pesado y calmo sosteniendo el fresco sillón de cuero—Organiza su bigote ralo—Me paré frente a un espejo—De veras espléndido con un cuello almidonado—Es un poblacho de mala muerte en escafandras con almuerzo gratis en todas partes cantan «Dulce muchachita»—Caminé sin Izzy el Matón—

«¡Eh, Patán!»

Fui al lavadero chino mientras tanto—Me había olvidado del chino al frente—Palabras de inyección empollan al Dinosaurio Azul—Yo las leía de nuevo magnéticas—Único modo de orientarse—Viajando habla como si ya estuviera escrito—«Lectura de Piedra» así lo llamamos en el oficio—Mientras tanto él empaca en Roma—He revisado la escafandra como todas las noches—Encaramado en el alto pedestal—cometiendo un acto contra natura—En ácido sobre las paredes—Pongan sus relojes en hora de acuerdo con eso—Eso nos asegura veinte babiecas en la ventana lateral y cuellos—

«Pero ¿y qué pasa con St. Louis?»

Imagen-memoria llegando—Entonces nos dedicamos a la platería y a los bancos y a los clubes como unos viejos actores ambulantes—Crimen de Nova contra ustedes esa noche cuando salimos—No me gusta—Algo está llevándose la ropa lavada y mi carne lo siente—

Pero John dice: «Cagado de miedo no bien empezó el operativo—Los asaltos suelen producirlo—»

Estamos frescos—cuando las cosas andan mal una vez—es el oficio del teatro—No podemos encontrar poetas y organizar esta función y toda esta carne vieja no colabora—Y aquí estamos sin aire como idiotas blanqueados—Bueno creo quizá boleados por nuestra condición—Nos sacaron ventaja—Las viejas muñeconas en un tren de droga que echa llamas—Carne descongelada en escafandras—Un grito como un chorro de vapor desde la grúa—

«¡Ojo, Patán!»

Tres dedos de plata estallan—Mientras tanto me he olvidado de las calles de Madrid—Y claro como la luz del sol le bombeo un poco de aire y él dice:

«¿Qué tal Enrique[4]

Estoy de pie a través de una puerta invisible bombeándole aire—Llegamos a la ciudad y en seguida ungüento afrodisíaco—

«El matasanos metió las de andar aquí, John—Algo anda mal—Demasiado español».

«¿Qué? Es verde, ¿ves? Un teatro verde—»

De modo que acabamos con los idiotas y alquilamos una casa como actores ambulantes—Y nos las ingeniamos para encontrar esta fresca y pura heroína china en el teatro—Empieza todo el Rito Verde y organiza este fibroso anfiteatro gris como un nabo viejo—Mientras tanto me he olvidado del pesado silencio azul—El Pibe Carbónico está convirtiéndose en un frío metal líquido y corro a bombearle un poco de aire en una bruma azul de trémulos cascos vaporizados—Los drogados de metal no lo conseguían—Estos pibes se cruzan con la Policía de Nova—Somos apenas cascadas de polvo que caen desde imágenes desmagnetizadas—El oficio del teatro—Calendario en jóvenes de Weimar—Poetas ajados en el silencioso anfiteatro—Sus casas desaparecieron en este aire—St. Louis bajo una nube de hollín—Y creo que quizá yo estaba en una vieja clínica—En las afueras de St. Louis este—Estupendo por dos billetes por semana—Mientras tanto yo me había olvidado de «Mamá»—¿Y a quién no le habría pasado lo mismo?—El doctor Benway y el Pibe Carbónico organizando una revuelta en Dallas a causa de esa bomba de aire llena de éter y mezclada en cascos trémulos—

»Se ha ido por esta ciudad y en seguida cintas magnetofónicas de su voz tras él, John—Algo anda mal—¿Puedo hacer una pregunta incolora?

—«Todo está bien—Sólo tengo el silencio—Polvo de palabras cae tres mil años a través de un viejo calendario azul—»

William, no me hagas caso—La gente me dijo que podía meterme contigo y joderte—dijo «Adiós» a William y «Sigue práctico» y yo podía oírlo cuando invadía esta ciudad y en seguida cerré la puerta cuando vi a John—Algo anda mal—Cuarto de hotel invisible no es más que eso—Sólo tengo el cuchillo y él dijo:

«El Calor de Nova se ha metido por las costuras—Unos tres mil años en garras ardientes en la ventana—»

»Y Meeester William en Tetuán dijo: “Sé cuál es el truco que conviene es seguro y muy técnico—Esas láminas incoloras son la bomba de aire y puedo ver la carne cuando tiene color—Escribiendo, digamos, algún mensaje que llega a toda carne—”

«Y yo dije: “William, tú es loco”—El botón opuesto—No me hagas mientras esperas—Cuchillo de cocina en el corazón—lo siento—Apretó el botón opuesto—Lugar malo—No good—No bueno—Empaca el caso—William tú hagas llamado de ayer—Estas láminas incoloras están vacías—Puedes mirar en cualquier lugar—Malo—No good—No bueno—Adiós Meeester William—»

EL TRUCO DEL PEZ VENENOSO

Yo viajaba con Mérito Inc. con una cuadrilla de «compradores» y con la misión de descubrir a los ladrones de tiendas—Había dos viejos coños una de ellas con ese chihuahua que gimoteaba y ladraba envuelto en un capullo de pulóveres negros y Bom Schafer Jefe de la Cuadrilla que era un norteamericano fascista lleno de chistes sobre Roosevelt—Esto ocurre en Iowa de repente oímos por la radio: «Vieja Chancha atrapada en El Cerco La Primavera Pasada»—Y Schafer dijo: «Uy de veras estamos en Patania». Esa noche paramos en Pleasentville, Iowa, y nuestros neumáticos reventaron no teníamos raciones de neumáticos durante la guerra—Y Bob se emborrachó y mostró su insignia a los locales en un restaurante junto al río—Y yo me encontré con El Marinero bajo una palmera en un tiesto del vestíbulo—La emprendimos contra los matasanos locales con «el truco del pez venenoso»—«He traído esos peces venenosos, doctor, en el tanque enviado desde Sudamérica soy ictiólogo y ya me ha picado el temible Candirú—Como fuego en la sangre ¿no es cierto? Doctor, en este momento lo estoy sintiendo—Y el Marinero inicia su Acto de la Agonía al Rojo Blanco y persigue al doctor por todo el consultorio como una antorcha encendida El nunca yerra—Pero quemó a los matasanos—Como Bob y yo cuando «tenemos un candidato» como dicen los viejos coños y arrestamos a algún lóbrego empleado con las manos bien metidas en los bolsillos de la Compañía nos turnamos para jugar al polizonte feroz y al polizonte astuto—De modo que me dirijo a un matasanos de Pleasentville y le digo que me he contagiado el Virus de Venus y estoy expuesto a disolverme en jugos venenosos y asimilar a los transeúntes si no consigo mi medicina y la tomo regularmente—Así que me acerco a ese pobre desgraciado que apesta como un montón de estiércol y despide un vaho ponderable y el tipo me dice: «¿Qué diablos le pasa?»

«La Peste Venusina, doctor».

«Vamos, muchacho, mi tiempo vale oro».

«Doctor, este es un caso urgente».

Mierda vieja, pero buena—Salí bien dopado—

«Sólo tenía una inyección, Marinero».

«Estás lleno de droga—Has asimilado al matasanos—Me dejas enfermo—»

«Sí. Era viejo y duro pero no demasiado duro para Las Encinas Cáusticas de Camote».

El Marinero era flaco y estaban cerrando la farmacia y yo no tenía ganas de que se pusiera pesado y perturbara mis medicamentos—El matasanos que apareció después escribió con tinas de ácido erógeno a un lado y Hornos de Nagasaki al otro—Y los dos nos cargamos y nos dopamos bajo los árboles de caucho con la larga alfombra roja bajo nuestros pies y nos hicimos un viajecito hasta 1910—Podríamos comprarla en la farmacia mañana—O acostarnos en el lavadero chino sobre el humo negro—arrastrándonos por pensiones anticuadas, salones de billar y fondines de mala muerte—De nuevo envueltos en triste carne pequeña y presuntuosa en una pensión para actores ambulantes el pobre viejo se ajusta la corbata y se perfora una vena como Cleopatra al aplicarse el áspid—Hacia atrás a través de los fríos grises artistas tramposos—densos fluctuantes espectros de sueño borracho—Vacíos bolsillos en el gastado amanecer metálico del subterráneo—

Desperté en el vestíbulo del hotel el olor denso y calmo enmarcando un cuerpo diferente moldeado por la silla de cuero—Me sentía enfermo pero no a causa de la aguja—Una urgencia negra y humosa—El Marinero todavía dormido y con aspecto de muy joven bajo el bigote ralo—Lo desperté y él miró en torno con lento control hidráulico ojos impávidos ilegibles—

«Larguémonos a la calle—Estoy flaco—»

En efecto yo estaba flaco y vacío lo vi cuando me paré frente a un espejo en la pared y me ajusté el nudo de la corbata en el cuello almidonado—Era una barriada de tabernas y fondines de mala muerte con almuerzo gratis en todas partes con tipos pesados y calmos tras los mostradores que canturreaban Sweet Sixteen—Caminé sin pensar como un caballo y llegué al Lavadero Chino cerca del Salón de Belleza de Clara—Nos metimos y el patrón chino miró de reojo atrás y siguió planchando la pechera de una camisa—Pasamos a través de una puerta y una cortina y el humo negro hizo que nuestros pulmones bailaran La Danza de la Droga y nos acostamos mientras un pibe chino cocinaba nuestras pastillas y nos alcanzaba la pipa—Después fumamos despacio seis pipas y pedimos un pote de té el pibe chino se va para prepararlo y las palabras rompen el cascarón en mi garganta como si ya estuvieran escritas y yo no hiciera más que leerlas—«Lectura de Labios» lo llamamos en el oficio es el único modo de orientarse cuando uno está en Roma—«He vigilado a ese toro con arnés—Va a Me Sorley[5] todas las noches a las 2,20 de la madrugada y obliga al pederasta local a que cumpla sobre su propia persona este acto antinatural—Es tan puntual que uno puede verificar el reloj a cada aparición suya: “No lo haré—No lo haré—Esta vez no volveré a hacerlo—Glup—Glup—Glup”.—«De manera que disponemos de veinte minutos por lo menos para entrar y salir por la ventana lateral dentro de ocho horas tendremos que estar en St. Louis antes de que se den cuenta—Podemos parar y ver a La Familia»—Imágenes-memorias que afluyen—El Pequeño Muchacho Azul y toda la pesada platería y los bancos y los clubes—Fríos ojos pesados moviendo acciones del acero y del petróleo—Yo pertenecía a una rica familia en St. Louis—Era para esa noche—Cuando salíamos vi a la muchacha japonesa y la carne se me estremeció bajo la droga y me cité con ella para la tarde—Buena idea hacer el amor antes de dar un golpe—El hecho de estar a punto de dar un golpe o cometer un asalto puede producir esta polución especialmente cuando las cosas no andan bien—(Una vez en Peoria El Marinero y yo asaltamos una farmacia y no pudimos encontrar la ganzúa para el armario de los narcóticos y la linterna no funcionaba y el toro con arnés husmeaba del otro lado de la puerta y allí estábamos los dos en plena Corriente Sexual riéndonos y sacudiéndonos como idiotas varados en una playa—Bueno nuestra condición impresionó tanto a los policías que nos acompañaron a la estación y tomamos el tren temblando llameando por falta de droga y los tibios olores vegetales de la carne deshelada y el semen rancio llenaron lentamente el vagón—Nadie podía soportarnos humeábamos como montones de estiércol—) Yo despertaba del leve sueño cuando llegó la chica japonesa—Tres dedos de plata me estallaron en la cabeza—Caminé hacia las calles de Madrid y gané una polla de fútbol—Sentí clara y trivial la muerte latina cuando la luz del sol iluminó a Paco junto al tablero con el número de goles y él dijo: «¿Qué tal Enrique

Y fui a ver a mi amigo que estaba tomando medicina y otra vez no tenía dinero para darme y lo único que quería hacer era tomar más medicina y él se quedó allí esperando que me fuera para poder tomarla después de decir que no tomaría más de modo que dije: «William no me hagas caso». Y esa noche encontré a un cubano en el Mar Chica que me dijo que podía trabajar en su orquesta—Al día siguiente dije adiós a William y no había nadie allí que escuchara y yo podía oír cómo buscaba su medicina y sus agujas en el momento en que cerré la puerta—Cuando vi el cuchillo me di cuenta de que Meeester William era la muerte disfrazada de cualquier cosa—Pues vi al Hombre Invisible en un cuarto de hotel y en alguna parte traté de clavarle un cuchillo y él dijo: «Si me matas esta jaula reventará como las costuras de un calzoncillo podrido»—Y vi un cangrejo monstruoso con pinzas ardientes en la ventana y Meeester William tomó un poco de su medicina blanca y vomitó en la letrina y escapamos a Grecia con un muchacho de mi edad que llamaba sin cesar Meeester William «El Norteamericano Estúpido»—Y Meeester William se parecía a un hipnotizador que vi una vez en Tetuán y dijo: «Tengo un truco para acabar con El Cangrejo pero es muy técnico»—Y no podíamos leer qué era lo que escribía en láminas transparentes—En París me mostró al Hombre que pinta cuadros en esas láminas como de aire—Y El Hombre Invisible dijo: «Esas láminas incoloras son la materia de que está hecha la carne—Se vuelve carne cuando tienen color y escritura—Es decir Palabra e Imagen y escriben el mensaje que es cada uno de ustedes sobre las láminas incoloras y determinan toda carne».

Y yo dije: «William, tú eres loco».

NO GOOD—NO BUENO

Tantos años—aquella imagen—levantado e inyectado en el enfermo amanecer—No me hagas caso—Y tocó una vez más así—olor a polvo—Las lágrimas se amontonaron—En México volvió a tocar píldoras de codeína pulverizadas en el frío aire primaveral—Quemaduras de cigarrillo en la vasta Policía Cosa—Imposible dar otra noticia que la identidad de viento diluyéndose—esfumándose—«Mr. Martin» no podía alcanzarlo eso es todo—Cuchillo para el pan en el corazón—La sombra apagó las luces y cortó el agua—Nos entrecruzamos en muros vacíos—Miramos en todas partes—No good—No bueno—Cayendo en la oscura puerta rebelde—Mano Muerta estirando el cero—Cinco veces de polvo lo conseguimos todos los vivos y los muertos—Una forma joven fue a Madrid—Demerol a la luz de las velas—Mano de Viento—El Último Electricista golpes en el vidrio de la ventana—Llegada de inmigrantes—Veneno de sol muerto desapareció y envió periódicos—Ferry-boats que se entrecruzan con flautas de Ramadán—Murmullo muerto en el espacio perro—quemaduras de cigarrillos en la oscuridad—no más información que el frío cementerio primaveral—El Marinero empeoró en corredores de ese hospital—La Policía Cosa tiene todos los informes del Cuarto del Directorio eso es todo—Cuchillo para el pan en el corazón proclama el desastre—El se sienta sobre «Mister Martin»—Imposible llegar hasta la carne en Niño perdido—Largo tiempo entre flautas de Ramadán—No me hagas caso deslizándose entre la luz y la sombra—

«La cruz norteamericana que se arrastra las galaxias heridas con su medicina, William».

La mitad de tu cerebro diluyéndose lentamente—Cortando las luces y el agua—Imposible llegar hasta la carne—muros vacíos—Mira a cualquier parte—Muerto ahí mismo Mister Bradly Mister Cero—Estando ciego podría no rehusar los mapas de mi sangre que yo creé—«Mister Bradly Mister Martin», ¿no podrían escribirnos mejor que esto?—Se fueron—Puedes mirar y buscar en cualquier lugar—No good—No bueno

Escupí sangre bajo las sombras de los buitres que se deslizaban—En El Mercado Mayorista vi a un turista—Un Meeester, un maricón norteamericano que tomaba pisco—y me clavó su mirada de modo que fui y me senté y bebí y le conté que vivo en una choza al pie de la colina con techo de chapa con piedras encima para que no se lo lleve el viento y que odio a mis hermanos porque comen—El tipo dice algo acerca de «malo viento» y se ríe y me voy con él a un hotel que conozco—A la mañana me dice que soy honrado si quiero irme con él a Pucallpa tiene que ir a la selva a buscar arañas y serpientes para tomarles fotografías y llevarlas a Washington—estos tipos siempre se llevan algo aunque sólo sea una araña todo el tiempo escupiendo sangre como nos pasa a casi todos aquí durante el invierno cuando baja la niebla de las montañas y ya no se nos despega de la ropa y los pulmones y todos tosían y escupían niebla de sangre sobre el piso de barro donde yo duermo—Partimos al día siguiente en un ómnibus Mixto a la noche ya estamos en las montañas con nieve y el Meeester saca una botella de pisco y el chofer se emborracha seguimos hacia la Selva llegamos a Pucallpa tres días después—El Meeester localiza a un brujo y le paga para que le prepare ayahuasca y yo también tomo un poco y muy mareado—Después volví a Lima y otros lugares que no conocía y vi al Meeester cuando era chico en un cuarto con empapelado rosa mirando algo que yo no podía ver—Saboreando carne asada y pavo y helado en mi garganta sabiendo que la cosa que yo no podía ver estaba siempre allá afuera en el vestíbulo—Y el Meeester me miraba y yo podía ver las palabras del chico callejero en su garganta—Al día siguiente la policía fue a buscarnos al hotel y el Meeester mostró unas cartas dirigidas al comandante y entonces se dieron la mano y se fueron a almorzar y yo tomé un ómnibus para volver a Lima con la plata que él me dio para comprarme material—

CAMBIO DE PUNTOS COORDINADOS

K9[6] estaba en plena lucha contra la pantalla de la mente ajena—Garras magnéticas tanteando en busca de tarjetas IBM perforadas de virus—impulsándolo en espirales vertiginosas—

«Atrás—Apártense de esas garras—Cambien los puntos coordinados»—En la Plaza Municipal larga parada a causa de la luz roja del tránsito—Había un muchacho frente al kiosco de los sandwiches de salchicha y soplándose agua de la cara—Desgarrones de vapor gris flotaban a través del gas vinoso y el pelo moreno mientras una desleída foto de hotel mostraba una cama de bronce—Mañanas desconocidas soplaban lluvia en telarañas—Noches estivales entraban a tientas en cuarto con empapelado rosa—El enfermo susurro de las agujas del reloj en la mañana y el pelo moreno—La mañana soplaba lluvia sobre techos de cobre lenta bruma de manzanas—Luz estival en el empapelado rosa—Mesas de hierro iluminadas por un volcán rosa—Colinas de nieve bajo la camisa norteña—Calle desconocida agitando susurros de droga en el alba enferma—Flautas de Ramadán a la distancia—St. Louis en húmedas calles adoquinadas de la vida futura—Caí a través del orinal y las carreras de bicicleta—en el muro del bar las agujas del reloj—Mi muerte a través de su rostro diluida en el tablero con los resultados del fútbol—olor a polvo en las mantas militares—Rígidos contra un muro—Y Kiki se deslizó como un gato—Alguna camisa limpia y salió—Se fue en un soplo matinal desconocido—«No good—No bueno»—Engañándome a mí mismo—Qué sabiduría en ráfagas—

K9 reapareció en el área de combate—De pie ahora sobre el joven chino envió el mensaje de resistencia sacudiendo estremeciendo golpeando en el billar eléctrico—Los planes enemigos estallaron en una nube de rápidos cálculos—Temblando en tarjetas perforadas—de órdenes redirigidas—Crujido de ruidos parásitos en ondas cortas—Bliiiiiiiiii—Ruido de metal pensante—

«Llamando a los partidarios de todas las naciones—Palabra cayendo—Foto cayendo—Irrupción en el Cuarto Gris—Calles conducidas por los billares eléctricos—Entradas gratis—Cambien los puntos coordinados—»

«El billete que estalló puso poco tiempo de manera que diré “buenas noches”—Imposible fotografiar pedazos de gripe española—Ustedes ante el perro—Enciendan el viento en el neón verde—La calle soplaba lluvia—Si querían una taza de té con empapelado rosa—El perro se da vuelta—Tantos y tantoooos—»

«Estoy esbozando una foto—Tenue verso de galaxias heridas ante el perro soy yo quien lo hice—La calle soplaba lluvia—El perro se da vuelta—Cabeza guerrera interceptando los Poderes—Palabras cayendo—Irrupción en el Cuarto Gris—»

Se fue a través de invisibles mañanas dejando un millón de cintas magnetofónicas con la voz diluyéndose en el frío aire primaveral ¿esto plantea una pregunta incolora?

«El silencio caía denso y azul en las aldeas montañesas—Pulsación de silencio mineral a medida que el polvo de las palabras cae desde las imágenes desmagnetizadas—Caminé a través de un viejo calendario azul en un joven de Weimar—Fotografía desleída en un empapelado rosa bajo un techo de cobre—En el amanecer silencioso diminutos hombres grises jugaban en sus barrios y desaparecían a través de una puerta invisible—Tintineo St. Louis bajo chorros de hollín de viejos periódicos—“La araña zancuda” se parecía al Tío Sam con zancos y dirigía esa clínica osteópata en las afueras de St. Louis este y aceptaba a unos pocos drogadictos por doscientos dólares a la semana podían doparse tendidos en verdes reposeras y mirar los robles y el prado que llegaba hasta un lago pequeño y la enfermera iba y venía por el césped con sus bandejas de plata llevándoles la droga—La llamábamos “Mamá”—¿No habrían hecho lo mismo ustedes?—El doctor Benway y yo estábamos alojados allí después de una trifulca en Dallas provocada por este ungüento afrodisíaco y el doctor aspiró éter y mezcló con él demasiado afrodisíaco y le quemó el miembro al Comisario de Policía—Así que fuimos a “La araña zancuda” para tranquilizarnos y lo encontramos fresco y a sus anchas en un cuarto oscuro con plantas de caucho en tiestos y una bandeja de plata en la mesa donde le gustaba prever una semana de antemano—La enfermera nos llevó a un cuarto con empapelado rosa y teníamos una campanilla para llamar a cualquier hora del día o de la noche y la enfermera nos llevaba una jeringa bien llena—Bueno un día estábamos tendidos en las reposeras con mantas sobre las rodillas era un día de otoño los árboles amarilleaban y el sol frío sobre el lago—El doctor recoge un poco de hierba—»

«El ropaje los convierte en legumbres—Es verde, ¿ven?—Una inyección debería durar mucho tiempo».

Salimos de la clínica y alquilamos una casa y el doctor empieza a cocinar esa droga verde y el sótano estaba lleno de tinas apestaba como estercolero de dopados podridos—Al fin extrae ese pesado fluido verde y llena con él una jeringa grande como un inflador de bicicleta—

«Ahora debemos encontrar un buen conejillo de Indias», dijo y nosotros vaciamos a este viejo artista de la anfetamina y le dijimos que era pura heroína china de la dinastía Ling y el doctor le inyecta toda la jeringa del jugo verde en la vena y la pobre Avispa amarilla se pone color gris y fibrosa y verde y se marchita como una zanahoria vieja y yo dije: «Me largo de aquí» y el doctor dijo: «Un frasco que no servía para nada, evidentemente—Por lo tanto he decidido que esta droga no es verde sino azul».

Y compra un montón de tubos y globos y allá están todos titilando en el sótano esta batería de tubos metal vapor y mercurio esferas azules y un olor a ozono y una ínfima nota azul en alta fidelidad nos fijaba en el metal esta nota de la droga tintineaba a través de nuestros cristales y cayó un pesado silencio azul clanc—y todas las palabras se convirtieron en frío metal líquido y salieron de ti hombre fijado allí simplemente en una fresca bruma azul de billetes de banco vaporizados—Después descubrimos que los drogados de metal eran radiactivos y corrían el riesgo de estallar si dos de ellos se ponían en contacto—En este punto de nuestras investigaciones nos topamos con la Policía de Nova—