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Respuestas y preguntas
Dan hacía guardia junto a la puerta N14 del Aeropuerto Sea-Tac, esperando a que los pasajeros del vuelo 1238 de la compañía United Airlines procedente de San Francisco desembarcaran. El escenario le recordó la vez que había recibido a Natalie en el aeropuerto con su disfraz de pardillo, y una parte desesperada de él deseó verla entonces, mareada por el viaje en avión pero viva y sonriente. Sin embargo, sabía que no la vería.
La entrada de la puerta N14 se abrió, y los viajeros con bolsas y maletines de ordenador salieron en tropel a la zona de espera. Dan escudriñó la procesión de extraños, rezando para que la compañía aérea le hubiera dado la información correcta sobre el vuelo. Pese a su vigilancia, estuvo a punto de dejar que la mujer vestida con un moderno jersey de punto, una falda y unas botas de piel hasta las rodillas pasara junto a él. Ahora llevaba el pelo moreno largo y brillante, y tuvo que mirarla fijamente a la cara durante varios segundos para reconocerla.
—Agradezco la bienvenida —murmuró Serena mientras se acercaba—, pero no parece que tú te alegres mucho de verme.
Dan sacó dos billetes de avión del bolsillo de su chaqueta.
—Embarcamos dentro de treinta minutos. ¿Te invito a una taza de café antes de irnos?
• • •
En cuanto se apagaron las señales luminosas que obligaban a llevar el cinturón abrochado, Dan bajó la bandeja de Serena y la llenó de pruebas que sacó de su mochila.
—He estado ciego. —Dio unos golpecitos en la foto de la autopsia de Lucinda Kamei—. Ese nueve lo habría explicado todo.
Serena frunció el ceño al ver la imagen.
—Yo sigo ciega. ¿Qué pasa con él?
—Al principio pensé que indicaba el número de víctimas: la forma que tiene el asesino de presumir de su balance de muertos, lo que volvió a hacer en la carta del «amo de las puertas» —dijo Dan—. Yo tenía que creer que el balance era de nueve muertos. Pero Evan Markham no era una víctima. El asesino colocó esas pistas para convencernos de que Evan había sido asesinado, y solo hay dos personas que harían eso: Sondra Avebury y el propio Evan.
—Parece que basas toda tu teoría en que el nueve es el número de víctimas. ¿Y si significa algo totalmente distinto?
—Buena pregunta. Esa es una razón por la que no se me ocurrió hasta que vi esto. —Sacó los informes económicos de Markham del sobre de manila y plegó las primeras páginas—. Evan necesitaba dinero en efectivo para actuar sin llamar la atención del cuerpo. Me imaginé que había ahorrado con antelación, así que comprobé la cantidad de sus depósitos para ver si descendían repentinamente antes de que él «muriera». Y resulta que descendieron… pero no cuando yo esperaba.
Trazó una línea entre dos cantidades de dólares consecutivas de la lista.
—De esta semana a esta, la cantidad de la paga de Evan que entró en su cuenta bancaria disminuyó casi dos tercios. Mira las cifras.
Serena se quedó boquiabierta.
—¡Fue hace más de seis meses!
—Sí. O aproximadamente cinco meses antes de que Jem Whitman, la primera víctima, desapareciera. Todavía no lo he comprobado, pero apuesto a que Sondra empezó a guardar dinero debajo del colchón al mismo tiempo.
—¿Quieres decir que fue cómplice de su propio asesinato?
A juzgar por la expresión en el rostro de Serena, él podría haber dicho perfectamente que Sondra había sido abducida por extraterrestres.
—A mí también me parece una locura, pero si Evan es el asesino, Sondra ha estado ayudándole. Lo más probable es que ella fuera el alma que ocupó a Lucy y Natalie. Seguramente también a Russell Travers y Sylvia Perez, pues los dos cayeron cuando dormían. Sondra los conocía bien a todos y debía de haber hallado una forma de superar sus mantras de protección, sobre todo cuando estaban dormidos y desprevenidos.
Era la primera vez que Dan veía a Serena verdaderamente preocupada.
—¿Y los demás? Jem Whitman y Gig Marshall fueron asesinados antes de que Sondra desapareciera. Y luego están Laurie Gannon y Arthur McCord…
—Creo que Evan y Sondra necesitaban matar a una pareja de violetas antes de sus propios «asesinatos». Si hubieran sido los primeros en desaparecer, habrían llamado demasiado la atención. Tanto Jem como Gig eran mayores y menos intimidantes a nivel físico, lo que permitía a Evan atacarlos solo más fácilmente. Además, al dejarse ver como el «hombre sin cara» por las primeras víctimas, ofreció al cuerpo y al FBI un sospechoso fantasma que cazar. Para que siguiéramos haciendo conjeturas, elegían a víctimas de distintas partes del país, de forma que sus propios «asesinatos» fueran vistos como parte de la carnicería del asesino de violetas ficticio por todo el país.
»Dudo que el asesinato de Laurie Gannon formara parte de su plan original. Seguramente creían que se quemaría con el resto de estudiantes de la escuela. Pero interrumpió a Evan cuando estaba colocando la bomba, y él se acobardó y no activó el temporizador. Aunque entonces iba disfrazado, ella lo había visto sin máscara y podía llevar a la gente hasta la bomba, así que la siguió hasta la Costa Oeste para matarla antes de que se lo pudiera contar a nadie.
—¿Por qué no la poseyó Sondra?
—Sondra nunca había entrado en contacto con Laurie, y por eso no podía usarla como piedra de toque como hizo con los violetas que conocía personalmente, como Natalie, Lucy y los demás. Jem Whitman consiguió llegar hasta Laurie porque había sido uno de sus profesores.
—¿Y Arthur?
—La jaula de McCord debió de impedir entrar a Sondra. Probablemente ella y Evan subestimaron su efectividad. Sospecho que Evan contaba con que Sondra se apoderaría del cuerpo de McCord. Pero ella no pudo, y Evan tuvo que luchar contra Arthur solo, debido a lo cual el asesinato de McCord fue tan caótico.
—¿Y la historia de Sondra de que ella y Evan querían vengarse del asesino de violetas?
—Una mentira. Una vez que descubrimos que ella había estado haciéndose pasar por Evan, Sondra tuvo que desviar las sospechas de él inventándose una explicación plausible de por qué habían fingido su muerte.
Serena apartó la foto de la autopsia con el ceño fruncido y dejó al descubierto una imagen de Clement Maddox aparecida en el New York Post, con los ojos saltones como los de un bulldog rabioso.
—¿Y cómo encaja él en todo esto?
—Maddox estaba buscando un medio artificial de contactar con los muertos, y creía que las almas de los violetas contendrían los secretos que necesitaba. Cuando los violetas empezaron a aparecer muertos, vio la oportunidad de conseguir almas para su investigación. Después de cada asesinato, seguía los pasos del verdadero asesino y entraba en la casa de la víctima para robar una piedra de toque. Por desgracia para Clem, Evan descubrió lo que estaba haciendo, seguramente espiando nuestra investigación. Una vez que Evan le siguió la pista hasta Seattle, Maddox se convirtió en el primo perfecto.
—Porque Maddox encaja en el perfil.
Dan hizo una mueca.
—Ah, sí… el perfil. Un caso clásico, ¿no te parece? De hecho, el modus operandi del sujeto es una mezcla de rasgos de otros asesinos en serie. —Empezó a contarlos con los dedos—. Tenemos la evisceración ritual de Jack el Destripador, una carta arrogante dirigida a la prensa como las del Asesino del Zodiaco, la recogida de partes del cuerpo como hacía Dahmer. ¿Y quién podía saber más de perfiles de homicidas que Evan y Sondra, que se dedicaban a invocar a víctimas de asesinos en serie a diario en Quantico?
—¿Estás diciendo que ellos se inventaron al asesino de violetas? ¿Por qué?
—Necesitaban un chivo expiatorio para sus asesinatos, alguien con motivos evidentes que ocultaran los de ellos. Desde el principio, me desconcertó la inconsistencia del modus operandi del asesino. Por ejemplo, ¿por qué de repente pasó de esconder los cuerpos a dedicarnos la presentación de los cadáveres? Aunque a veces se ve ese aumento de la violencia en los asesinos en serie, creo que en este caso Evan y Sondra se iban inventando al personaje del asesino de violetas sobre la marcha.
Dan revolvió entre las fotos esparcidas y colocó un primer plano de la autopsia de Arthur McCord al lado de la instantánea de Lucinda Kamei. Señaló las cuencas oculares de ambas víctimas.
—¿Ves que los ojos de McCord han sido perforados de forma rudimentaria, mientras que los de Kamei han sido arrancados limpiamente? Apuesto a que Arthur estuvo a punto de ver la cara de Evan, y por eso Evan tuvo que dejarlo ciego.
»Si hubiéramos sabido que el asesino era alguien que Arthur reconocería, puede que hubiéramos llegado antes hasta Evan, así que él y Sondra convirtieron al asesino de violetas en un “coleccionista” de ojos. Robaron los de Lucy con cuidado y mandaron esta nota al Chronicle alardeando de que el asesino estaba guardando los ojos en un bote. —Dio unos golpecitos sobre una fotocopia de la carta del “amo de las puertas”.
Serena asintió con la cabeza lentamente.
—Entonces todo el ritual de los asesinatos era una farsa.
—Sí. —Dan sacudió la cabeza—. Es lo que me fastidió de este caso desde el primer día: no parecía que el asesino estuviera disfrutando de su obra. Laurie Gannon percibió una reticencia en el asesino, tanto cuando colocó la bomba en la escuela como cuando la mató. Un auténtico sociópata no vacilaría: gozaría de la matanza. Incluso la mutilación de los cuerpos tenía una especie de… elemento representado, como si el asesino simplemente estuviera interpretando el papel de un sádico.
—Si ese es el caso, ¿cuál es su verdadero móvil?
—No lo sé —dijo Dan suspirando—. Es una pregunta que solo los asesinos pueden responder.
Mientras volvía a toquetear las fotos de las autopsias, Serena miró fijamente el nueve del pecho de Lucinda Kamei.
—¿Lo sabe Natalie?
—No. No he podido contactar con ella desde que reuní las piezas. —Un temblor afloró a su voz, y carraspeó para librarse de él—. He llamado a Stuart Yee y le he pedido que vaya a verla. Él cree que exagero, pero me ha prometido que mandará a unos policías al motel.
—Yo no creo que exageres. Solo espero que llegues a tiempo. —Serena lo miró con una seria diligencia—. ¿Qué quieres que haga?
—Que le arranques la verdad a Sondra.
Dan recogió las pruebas en su mochila cuando al avión comenzaba su largo y lento descenso a la bahía de San Francisco.