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—¡Buenas tardes, querida tía!

Siguió a Galila hasta su asiento preferido en el salón. En cuanto estuvieron acomodados en el sofá, la mujer llamó a su sirviente, que vino con bebidas. Aquella se puso a mirarla mientras esta preparaba la mesa. Cuando la criada terminó su trabajo se marchó. Entonces Galila se volvió hacia Kamal, diciéndole:

—Te aseguro, sobrino, que ya no bebo más que contigo, cada noche de viernes. Cómo me gustaba hacerlo con tu padre hace ya tiempo… Aunque en aquel momento bebía con otros muchos también.

Kamal se había dicho para sus adentros: «¡Cómo necesito beber! No sé cómo sería la vida sin un trago…» Después le respondió a ella:

—Pero el whisky escasea, querida tía. Al igual que todas las bebidas alcohólicas. Dicen que el último ataque alemán a Escocia ha alcanzado un almacén de alcohol y que los ríos se han puesto a correr con whisky de marca…

—¡Desgracia de ataque…! Pero dime, antes de que te emborraches, ¿cómo está el señor Ahmad?

—Ni mejora, ni empeora… Me resulta penoso verlo postrado en cama, Sitt Galila… ¡Que Nuestro Señor sea benevolente con él…!

—¡Cómo me gustaría visitarlo…! ¿No tendrías tú el valor de saludarlo de mi parte?

—¡Qué idea! Es lo único que faltaría para liquidarlo.

—¿Crees —respondió la anciana riendo— que un hombre como el señor Ahmad puede concebir la inocencia en cualquier persona, y más cuando es de su mismo linaje?

—¡Tretas de mujeres…! ¡Salud!

—¡Salud…! Puede que Attiya se retrase… Tiene a su hijo enfermo.

—La última vez ella no tenía dificultad alguna —exclamó Kamal algo inquieto.

—Sí, pero su hijo se puso malo el sábado pasado… La pobre vive para él y cuando le pasa algo llega a perder la cabeza.

—¡Qué mujer tan buena y sin suerte! Muchas veces estoy convencido, viéndola, de que ella vive esta existencia a la fuerza.

Galila le respondió sonriente e irónica:

—Si alguien como tú se queja de su noble profesión, ¿cómo va a estar ella satisfecha de la suya?

La sirvienta pasó con un pebetero del que salía un delicioso olor a incienso. El aire del otoño dejaba sentir su humedad desde la ventana situada al fondo del salón. El alcohol era tremendamente amargo, pero dejaba sentir su efecto. La referencia de Galila a su oficio le hizo recordar a Kamal un asunto que había olvidado.

—Estoy a punto de trasladarme fuera de El Cairo, tía… Si no hay nada que lo impida, deberé preparar las maletas para irme a Asiut.

—¡Asiut, Dios Bendito! —exclamó Galila golpeándose el pecho con la palma de la mano. Asiut para tus enemigos. ¿Qué ha pasado?

—¡Nada malo, gracias a Dios!

—Los conocidos de tu padre llenan las oficinas de la Administración como hormigas…

Ella movió la cabeza en señal de asentimiento, sin más comentario. No dejaba de ver a su padre en la posición prominente del pasado. No sabía que él, cuando Kamal le informó de su decisión de trasladarse, le dijo con tristeza y disgusto: «Ya no nos conoce nadie… ¿Dónde están ahora nuestros amigos?». Antes había acudido a su viejo compañero Fuad Gamil el-Hamzawi, que quizás conociera a algún alto cargo del Ministerio de Instrucción Pública. Sin embargo el alto juez le dijo: «Lo siento mucho, Kamal, pero como juez no puedo interceder por nadie». Al final se vio obligado a ir hasta Redwán, su sobrino, por más vergüenza que le diera… El mismo día se solucionó su traslado. «¡Qué joven tan influyente…!» Ambos eran funcionarios de idéntico Ministerio, con igual nivel… Únicamente que él tenía treinta y cinco años y su sobrino veintidós… Pero ¿cómo esperar para un maestro de escuela algo mejor que aquello? No resultaba posible consolarse con la filosofía ni obtener provecho de ella… Ser filósofo no consiste en repetir las palabras de otro como un papagayo. Hoy cualquier licenciado de la Facultad de Letras podía escribir como él o mejor. Le quedaba la esperanza de que un editor reuniese sus artículos en un libro… Pero no estaba seguro de que artículos pedagógicos como aquellos mereciera la pena recordarlos. ¡Qué cantidad de libros se publicaban en aquellos días! Él no era nada entre aquella multitud. El hastío lo invadía por completo. ¿Cuándo iba a alcanzar su tren la estación de la muerte? Miró el vaso que sostenía su tía en la mano. Luego se fijó en el rostro de Galila, comprobando su avanzada edad. No podía dejar de sorprenderse por ella.

—¿Qué encuentras en la bebida, tía? —le preguntó.

—¿Por qué piensas que bebo ahora? —le respondió, mostrando su boca llena de dientes de oro—. Aquel tiempo pasó. Hoy no encuentro en ella ningún gusto ni afecto… Como con el café, más o menos… Al principio, una vez, en una boda de Bir Guwán, estaba tan borracha que obligué a la orquesta a que me llevara a mi coche al final de la noche. ¡Que Dios te libre del mal!

«A pesar de todo, la bebida es el único bien para aquel que no tiene ninguno».

—Y el éxtasis de la embriaguez, ¿lo conoces? Antes lo alcanzaba con dos copas… Hoy me hacen falta ocho para llegar a el… Mañana no sé cuántas… Pero las necesito, tía. Con ellas baila de alegría el corazón herido.

—Tu corazón está alegre sin necesidad de alcohol, sobrino.

¡Su corazón alegre…! ¿Y aquella tristeza que no le abandonaba? ¿Y las cenizas producto de sus esperanzas calcinadas? Su hastío no tenía más salida que llenarse de alcohol… En este salón o en aquella habitación, si venía la que estaba ahora cuidando a su hijo… Él y ella estaban en una misma etapa de la vida… La vida de los que no tienen vida…

—Temo que Atiyya no venga…

—Vendrá, inexorablemente. Cuidar a los enfermos supone dinero…

¡Qué respuesta…! Ella le dio la oportunidad de pensarlo mientras se inclinaba hacia él con inquietud, mirándolo detenidamente. Luego le dijo en voz baja:

—Sólo faltan días…

—¡Dios alargue tu vida y no me prive de ti! —le respondió él, sin entender realmente lo que quería decir.

—Voy a dejar esta vida —apuntó ella sonriente.

—¿Qué dices? —exclamó Kamal medio sumido en el asombro.

Ella rio. Luego prosiguió en un tono no desprovisto de ironía:

—No temas. Atiyya irá contigo a una casa tan segura como esta…

—Pero ¿qué ha sucedido?

—He envejecido, sobrino… Dios me ha hecho más rica de lo necesario… Ayer registraron una casa cerca de aquí y se llevaron a su dueña a la policía. Ya es suficiente. Estoy pensando en el arrepentimiento… Es preciso que me presente ante Nuestro Señor distinta de como soy ahora…

Él apuró su vaso y volvió a llenarlo, como si no diese crédito a lo que acababa de oír:

—No te queda nada más que subir al barco con destino a La Meca…

—¡Que Dios me destine a hacer el bien…!

—Todo esto, ¿se te ha ocurrido de pronto? —le preguntó él sin salir de su asombro.

—No. Yo no descubro ningún secreto hasta que está todo hecho. Esto lo llevaba pensando hacía tiempo…

—¿En serio…?

—Completamente. ¡Dios nos ayude!

—No sé qué decir… Pero ¡que Dios te destine a hacer el bien…!

—¡Amén!

Luego añadió riendo:

—Pero ¡tranquilo! No cerraré esta casa hasta estar segura de tu futuro.

Él estalló en una sonora carcajada:

—¿Cómo voy a encontrar una casa en la que esté tan tranquilo como aquí…?

—Te aseguro que te encomendaré a la nueva patrona mientras estoy en La Meca.

«Todo parecía motivo de risa, pero el alcohol proyecta su sombra como guía de los afligidos… Las actitudes cambian… Fuad Gamil el-Hamzawi asciende. Kamal Ahmad Abd el-Gawwad baja… Pero el alcohol constituye la sonrisa de los desesperados. Un día Kamal llevaba a Redwán a sus espaldas para guiarle. Luego vino el día en que Redwán sostenía a Kamal para impedir que tropezara… Pero el alcohol es el asilo de los nostálgicos. La misma Sitt Calila piensa en el arrepentimiento al mismo tiempo que él busca un burdel nuevo… Pero el alcohol es el último refugio. El enfermo está hastiado de todo… hasta del mismo hastío… Pero el alcohol es la llave de la felicidad…»

—Me alegrará oír siempre buenas noticias de ti…

—¡Dios te guíe y te dé la felicidad!

—Cuando te moleste mi presencia…

Ella le cerró la boca con sus dedos:

—¡Dios te perdone! Esta es tu casa mientras sea mía. Y cualquier casa en la que yo esté será la tuya, sobrino…

«¿Sufría una antigua y desconocida maldición que debía expiar sin remedio? ¿Cómo salir de esta confusión que envolvía su vida?… ¿Por qué no la tomaba como modelo? El náufrago no tiene más elección que agarrarse a una roca o ahogarse. Si la vida no tiene ningún significado, ¿por qué no le creamos uno?»

—Quizás sea una equivocación el buscar un sentido a este mundo; a lo mejor se trata primero de crearle un significado…

Galila lo observó con una mirada extraña… Él se daba cuenta demasiado tarde de que algo se le escapaba sin darse cuenta…

—¿Te emborrachas siempre con esta rapidez…? —le preguntó Galila entre risas.

Él disimuló su desconcierto con una fuerte risotada:

—El alcohol de guerra es como un veneno… ¡No me lo tengas en cuenta…! ¿Cuándo va a venir Atiyya?