Prólogo

Prólogo

El almirante de los Verdes, Hamish Alexander, conde decimotercero de Haven Albo, se recostó en su cabina de mando del NSM Reina Caitrin y contempló su pantalla de visualización. La G3 primaria del sistema Nightingale parecía un granito de arena, y su único planeta habitable, demasiado lejano para ser captado en imágenes, tan solo era un minúsculo punto de luz azul verdoso.

Asimismo, entre este y el Reina Caitrin se alcanzaba a ver la oleada furiosa de naves enemigas, y Haven Albo examinaba la pared de luz carmesí con atención. Los sensores de la armada havenita le habían detectado hacía horas, pero los repos no habían intentado nada extravagante; tan solo formaron un muro entre su grupo operativo y su objetivo y lo acorralaron hacia el interior del hiperlímite del sistema. De esta forma, él podía tomar la iniciativa, aunque tan solo podría maniobrar hasta cierto punto. Sabían por qué estaba allí, y por ello le habían acorralado. Peor aún, se habían agrupado, sin intentar aquellas maniobras erráticas que había visto tan a menudo. Le superaban en cuatro a tres, así que había abandonado la idea de hacer juegos malabares, dada la firmeza del enemigo, pero estaba convencido de la superioridad cualitativa de sus naves. Si no podía ni separarlos ni maniobrar, estaba dispuesto a encontrárselos de frente.

Comprobó la visibilidad de nuevo, y observó la pantalla táctil de la cabina de mando del Reina Caitrin.

—De acuerdo, capitán Goldstein. Puede abrir fuego.

—¡Sí mi lord! —El capitán Frederick Goldstein obedeció y por babor, salió despedido el primer proyectil del Reina Caitrin.

Al mismo tiempo, se unió el resto del Escuadrón de Batalla Veintiuno y los ocho superacorazados dispararon simultáneamente sus misiles girando hacia popa. Les siguieron los acorazados de los batallones Ocho y Diecisiete, con tres mil doscientos misiles guiados, lanzados a cinco millones y medio de kilómetros de vacío.

Haven Albo observó su trayectoria y frunció el ceño. Su fase inicial era muy típica, como sacada del manual de tácticas, y aun así sintió una sensación de desasosiego. No podía explicarlo, pero de alguna manera veía más objetivos que nunca. La resistencia de los repos llevaba meses siendo muy desigual, en base a la formación que les mantuvo agrupados lo suficiente como para reorganizarse contra la misión de Mantícora en la Estrella de Trevor. Pero la fuerza unitaria de esta formación parecía algo más que una fuerza táctica sencilla, y la diferencia entre su rumbo recto y constante y la confusión que había invadido a la flota de los comandantes de los repos desde que había comenzado la guerra, era demasiado obvia. Esto generó en él un instinto de cautela, un sentimiento que le atravesaba como una espada. Era el motivo por el que disparó a un radio tan distante antes de lanzar su proyectil más pesado, y por el que se obligó a quedarse sentado sin moverse, mientras observaba el fuego enemigo.

Los disparos eran más ligeros que la avalancha de misiles que sus naves habían disparado, ya que los repos no contaban con los misiles de Mantícora, aunque ahí fuera había cuatro escuadrones de batalla completos —las treinta y dos naves del muro, todas ellas superacorazados—. El muro de batalla de los repos les salpicó con mil doscientos misiles, y Haven Albo se maldijo al darse cuenta de que se habían concentrado tan solo en ocho unidades del Batallón Veintiuno.

Las bolas de fuego chocaban unas con otras. El Reina Caitrin se movió bruscamente, y lanzó un segundo misil lateral, y después un tercero, cuando los puntos verdes del fuego defensivo salieron expulsados y se encontraron con la acción destructora del escuadrón principal de Haven Albo.

Los misiles de los repos iban cesando, abatidos debido a la carga de contramisiles, pero había demasiados objetivos. Los repos se estaban recuperando: su fuego concentrado era un intento inconfundible de saturar el punto de defensa del Batallón Veintiuno, y a pesar de la tecnología superior de Mantícora, al menos algo de aquel enorme proyectil conseguiría interceptarlos.

Una de las unidades laterales de Haven Albo alcanzó primero el radio de ataque, moviéndose a través del entramado de sus defensas. Se podían distinguir los rayos láser que giraban irradiando una luz cegadora, luchando por salvar los misiles a veinticinco mil kilómetros de distancia, aunque la teoría de la probabilidad no sabe de favoritismos. Haven Albo abrió fuego en, no uno, sino tres escuadrones, aunque la densidad de su proyectil era mayor, y el láser comenzó a bombear, apuntando hacia su objetivo.

Las bandas de gravedad de las paredes laterales giraron hasta atenuar los rayos, pero algunos consiguieron atravesar la nave y el casco de acero comenzó a escupir esquirlas brillantes. La atmósfera se estremeció ante los flancos lacerados de los repos, hombres y mujeres murieron, muchas armas fueron destruidas y la firma energética varió al explosionar los nodos de dirección. Incluso mientras los misiles de Haven Albo colisionaban con el enemigo, los restos del primer y gran proyectil havenita se llevó por delante sus propios contramisiles. Era ahora el turno de su grupo de rayos láser para abrir fuego, pero el láser del Batallón Ocho se encontraba demasiado lejos para alcanzar el objetivo. Todo dependía ahora del batallón Veintiuno y Diecisiete, y aun así contaban con un número reducido de rayos láser. Comenzaron a hacer números, y las luces verdes de las naves aliadas indicaban varios daños.

Los proyectiles estaban chamuscados, y Haven Albo podía percibir el parloteo típico durante la batalla y el pitido de las señales de prioridad. Los comandantes y capitanes de su escuadrón sabían cuál era su deber, y sus primeras naves laterales habían interceptado a los repos de manera muy efectiva. Las estimaciones de daño enemigo del AC[1] se reflejaban en la parte inferior del visualizados numerosas naves habían sido interceptadas. Una o dos parecían estar solo dañadas parcialmente, y sin embargo continuaban llegando, y el Reina Caitrin se tambaleó al ser golpeado. Se sacudió de nuevo ante un segundo golpe, y su trayectoria parpadeó. Consiguió incorporarse al momento, cuando Haven Albo se dispuso a comprobar la barra lateral de control de daños. Las heridas del Reina Caitrin eran leves, pero los dos muros de batalla se formaron en ángulo, los misiles iban y venían con fuerza, mientras las distancias se acortaban, y supo que habría complicaciones.

—¡Aquí va el primero, señor! —anunció su primer oficial cuando un superacorazado mutilado salió expulsado del muro enemigo y rodó de modo que su cuña de dirección se encontró con el fuego manticoriano.

—Lo veo, Byron, —respondió Haven Albo, pero su voz no sonaba tan exultante como la del capitán Hunter, ya que la sensación de que esta misión se tornaba cada vez más peligrosa, aumentaba al contemplar como esa nave se retiraba. El aumento de daños pudo obligar a esa nave a alejarse de la formación, pero sus consortes mantuvieron su ruta, podía oír los tubos de misiles, y apretó su mandíbula con fuerza al darse cuenta de que los repos se estaban recuperando. Su manera inicial de alcanzar el objetivo, era muy distinta de la que habían usado en anteriores batallas, y lo mismo ocurría con su firmeza al disparar. A estas alturas, su formación ya debería haber destrozado naves de tres en tres. Se les atacaba desde mucho más lejos, y la superioridad técnica de Mantícora debería desmoralizar tremendamente a los repos. Pero no sucedió así, y ello preocupaba a cualquier almirante que observara como la armada de los havenitas, superaba en número a la RAM. Esta gente sabía que la superioridad electrónica y los misiles de los manticorianos, le daba a Haven Albo la ventaja en una confrontación como esta, y aun así se atrevían a continuar, dejando atrás naves y vidas humanas, para llegar a la zona de energía.

Una luz verde que parpadeaba en su trayectoria, activó el icono de avería crítica cuando media docena de rayos láser proveniente de los repos colisionó con el Rey Michael, y las manos de Haven Albo se aferraron a su silla de comandante. El superacorazado tembló, y remontó su vuelo, y por un momento pensó que todo quedaría en un susto —hasta que, de repente la nave exploró en mil pedazos. Una nave de ocho con tres millones de toneladas de peso que albergaba seis mil seres humanos se desvaneció en una cegadora luz de plasma, y alguien a su lado gritó horrorizado.

—A estribor quince grados, capitán Goldstein. —La voz de Haven Albo era tan distante como su mirada cuando su comandante obedeció la orden. Su vector se alejaba poco a poco de los repos (no en vuelo, pero estaba suficientemente lejos como para mantener su trayectoria y así poder hacer buen uso de la ventaja armamentística de Mantícora) y apretó sus labios con fuerza al comprobar que los havenitas habían imitado su maniobra. Más que imitarla, se acercaban hacia ellos de manera brusca, a pesar de que Haven Albo contaba con un ángulo de tiro más efectivo. Así que continuó detonando misiles frente a sus naves y lanzando rayos láser cuando, de repente, la primera nave havenita explotó. Su autonomía descendió a apenas cuatro millones de kilómetros, y las naves de Haven Albo seguían siendo interceptadas, y lo mismo ocurría con los repos. Otra nave enemiga se vino abajo, seguida de una tercera. Las proyecciones del CIC[2] comenzaron a cambiar, la suerte comenzaba a estar de su parte, ya que un mayor número de armas enemigas habían sido destruidas.

—A babor diez grados, capitán Goldstein. Si quieren dar esto por concluido, obliguémoslos.

—Señor, sí, señor. Diez grados a babor —contestó Goldstein y el destacamento suspendió su trayectoria. El intercambio de misiles se intensificaba, pero la balanza favorecía a los manticorianos cada vez más y los lanzamisiles de los repos comenzaban a silenciarse. Otra nave havenita se vino abajo, e intentaba protegerse con su banda antigravedad, cuando Haven Albo tuvo una idea. Con esta eran ya cinco las naves enemigas abatidas frente a una de las suyas. A este ritmo, tenía una ventaja clara, incluso en la zona de energía, donde las dos flotas se encontrarían finalmente. Quien fuera que estuviera al mando enemigo debería saberlo, ¿por qué continuaban acercándose? Nightingale era un avance importante para la Estrella de Trevor, ¡pero no tanto como para poner en peligro una flota de este tamaño! Tenía que haber un motivo.

—¡Nueva visual! ¡Visuales múltiples, fuerzas impulsoras múltiples a cero-cuatro-seis… cero-tres-nueve! ¡Distancia uno-ocho millones de kilómetros y acercándose! ¡Identifique esta fuerza como Bogey Dos!

Haven Albo se daba cabezazos mientras los ordenadores actualizaban los datos. Dos nuevas luces carmesí brillaron en la proa del Reina Caitrin, cuando una segunda fuerza de superacorazados iluminaron sus controladores. Haven Albo empezaba a comprender la situación.

¡Por eso el muro estaba cerrado constantemente! Haven Albo le concedió a sus enemigos un momento de admiración en cuanto se percató de la trampa que le habían tendido los repos. Quince minutos más y habría estado acorralado sin remedio, obligándole a enfrentarse a Bogey Uno al tiempo que Bogey Dos se acercaba a su flanco desde arriba, y habría caído en la trampa.

Pero aún no le habían acorralado, pensó aliviado. Las purgas del nuevo gobierno de los repos les había perjudicado mucho en cuanto a estrategia, y se notaba. Los dos comandantes del Bogey Dos habían soltado el arma, posiblemente ante el peligro de las pérdidas de Bogey Uno y accionado sus controladores antes de tiempo. Un CO con más experiencia habría esperado, a pesar de lo que le ocurriera a Bogey Uno, hasta que tuviera la formación manticoriana a tiro, atrapada entre murallas enemigas e impidiendo la ventaja de sus armas de largo alcance. Haven Albo estudió los vectores proyectados, y sus ojos indicaban una gran concentración. No podría enfrentarse a una fuerza de ese tamaño y sobrevivir. Tendría que acortar desde el hiperlímite antes de que le atraparan, y no podía tan solo dar marcha atrás en su trayectoria. Los vectores de los repos convergieron doce millones de kilómetros delante de él en su presente trayectoria, y su velocidad era demasiado elevada para apuntar antes de alcanzar ese punto. Su única posibilidad era girar a babor, alejándose de Bogey Dos, situándose frente a Bogey Uno, el cual todavía tenía armas suficientes para interceptar muchas de sus naves.

Se obligó a aceptar la situación. Iba a ser peor de lo que se imaginaba, pero al menos su gente haría todo lo posible por acabar con la formación de Bogey Uno. Sus dedos se dispusieron a trazar una nueva trayectoria en su controlador auxiliar de astronavegación. Los números comenzaron a cambiar, y sus ojos se encendieron al modificar los vectores de proyección. Estaba a la cabeza de Bogey Uno. Pero no por mucho, aunque lo suficiente como para cruzarse en su trayectoria, evitando ir hacia las naves laterales y obligarlas a romper su formación. Ahora los repos deberían modificar su trayectoria, arqueándose hacia él o dejándole cruzar su formación por la proa. Podían pegarse a él, alargando aún más este enfrentamiento y haciéndole perder más naves, pero los enemigos también corrían ese riesgo.

—¡Acercándose a dos-siete-cero, cero-cero-cero! ¡Máxima potencia! ¡Todas las fuerzas deben alejarse de Bogey Dos y continuar el asedio de Bogey Uno!

Se obedecieron sus instrucciones, y su formación se dirigió con decisión hacia Bogey Uno. Sus unidades giraron, mostrando sus bandas de gravedad hacia, Bogey Dos —aún demasiado lejos del envolvente de misiles— mientras sus propios proyectiles atacaron a Bogey Uno en tan solo unos milisegundos luz que había entre ellos, y Haven Albo se fijó en su trayectoria mientras se dirigía a ella con rapidez.

Y realmente fue rápido. Lo sabía, del mismo modo que sabía cuánto le iba a costar la aproximación en este enfrentamiento, y todos lo sabían, los repos y su propia gente. Por primera vez, la República Popular de Haven había paralizado una ofensiva manticoriana, y pudo apreciar como los números comenzaban a bailar en la parte inferior de su visualizador, al tiempo que ambas fuerzas enemigas cambiaban su ruta y el CIC modificó sus cálculos para informarle de cuáles serían los daños.

Era arriesgado, incluso si lo conseguían, pero el principal problema con esta emboscada era lograr realizarla en el momento justo. El espacio era suficientemente grande como para poder ocultar flotas enteras mientras no se delataran a causa de una emisión radioactiva, pero aun así, para que la emboscada tuviera éxito, debían colocarse en el vector correcto al arrancar motores, incluso si sus víctimas cooperaban…

Los números se congelaron, Hamish Alexander suspiró en un sentido y silencioso agradecimiento. El enemigo se equivocó. Bogey Dos encendió motores antes de tiempo para intentar atacarle. Ahora todo dependía de Bogey Uno, y…

Otra luz verde tornó su visualizador escarlata y se mordió el labio al comprobar que la NSM Thunderer se había partido en dos. Se activaron los dispositivos de emergencia y los supervivientes saltaron en paracaídas, pero él no pudo hacer nada por ellos. Si aminoraba para recogerlos, Bogey Dos recuperaría su posición y todas las unidades de búsqueda y rescate serían alcanzadas y destruidas.

Las mitades del Thunderer desaparecieron sin dejar rastro, y la carga armamentística explotó. Un sexto repo superacorazado se incorporó a la formación poco tiempo después, y Hamish Alexander apretó los dientes con rabia y se incorporó en su silla de comandante. Al menos Bogey Dos tendría multitud de naves disponibles para SAR. Sin duda se apropiarían de él y de su gente, y ese consuelo le ayudó a serenarse. Ser un prisionero de guerra en un campamento POW[3] de repos era mejor que la muerte, se intentaba convencer a sí mismo.

—Zona de energía a treinta y siete minutos, señor —dijo el capitán Hunter en voz baja—. El CIC estima que Bogey Uno puede estar en el hiperlímite junto a nosotros si así lo desea.

—Entendido. —Haven Albo se obligó a utilizar un tono calmado y despreocupado. Sabía que no podía engañar a Hunter, pero los dos debían mantener la compostura.

Pudo ver un séptimo superacorazado que salía expulsado de la formación del Bogey Uno e intentó alegrarse por ello. Ahora se trataba de veintidós contra veinticinco y su tripulación de misiles los colocaba en posición de ventaja antes de comenzar, y aun así Bogey Uno mantenía su posición firme. La armada havenita era mayor que la armada de la RAM, más capaces de aceptar pérdidas mayores, y a Haven Albo le daban escalofríos de pensar que Bogey Uno estaba dispuesto a todo.

La guerra había cambiado, pensó por un momento, al ver el intercambio de disparos que cada vez era más violento. Los repos estaban de nuevo en posición. Ahora tomaban la iniciativa, ya no trataban de reaccionar de manera torpe hacia los ataques manticorianos. Debería haberlo sabido, la República de Haven era demasiado considerable como para venirse abajo en un suspiro, pero había rezado porque así fuera. Ahora sabía que no estaba equivocado, y tomó aliento.

—Utilicemos el Delta-Tres, Byron —dijo sosegado, decidido a acabar con esto cuanto antes—. Pongamos todos nuestros recursos en su escuadrón central. Posiblemente es ahí donde se encuentra su nave de mando; quizá podemos eliminarla antes de llegar a la zona de energía.

—Sí, señor —dijo el capitán Hunter.

El conde de Haven Albo escuchó como su oficial de primera daba órdenes a la tripulación y se recostó en su silla, viendo como los proyectiles se iluminaban en su visualizador. Había hecho todo lo posible.

Ahora solo quedaba saber cuántos miembros de su equipo sobrevivirían.