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Alexander Thurston continuaba mirando el visualizador cuando lo que se suponía que eran cruceros de batalla se acercaban a noventa grados, mostrando uno de sus costados. Al desenmascarar sus baterías y sus unidades ligeras, sus sensores detectaron el tipo de nave al que verdaderamente se estaban enfrentando.
Se quedó perplejo, consciente de la trampa en la que había caído, mientras el GO 14.1 comenzaba a llevar a cabo su despliegue. No tenía sentido modificar el plan original a estas alturas, pensaba calmado. Era inevitable, y los cambios en el último minuto tan solo empeorarían las cosas. Así que se limitó a observar en silencio mientras las naves de Meredith Chávez actuaban tal y como estaba previsto. Pero esperaba enfrentarse a cruceros de batalla, le decía una voz dentro de él. Esperaba que sus naves fueran superiores. Enfrentarse a los superacorazados era un suicidio para aquellas naves… y no pudo hacer nada para evitarlo.
—¿Ciudadano almirante? —Era Preznikov, que le observaba mientras trataba de entender qué era lo que Thurston había averiguado que le mantenía tan tenso. Entonces el SA comenzó a disparar.
Los CB de Honor tan solo contaban con dos cabezas de misiles cada uno. Aquello era lo único que podían lanzar sin poner en peligro su aceleración. Pero los superacorazados eran lo suficientemente grandes como para albergar los misiles en sus cuñas, lo cual no afectaba en absoluto a su aceleración. Cada una de sus naves del muro lanzó al menos diez misiles. Eran feos, torpes y frágiles y no demasiado acertados, pero cada uno de ellos contenía diez paquetes de lanzaderas cargados con misiles más grandes y más poderosos que los tubos de un superacorazado.
El último destructor de Grayson se desvió a nueve millones de kilómetros. El Escuadrón de Batalla Uno, de la Armada de Grayson, comenzó a disparar de manera brutal.
* * *
—¡Santo Cielo! —dijo Shannon Foraker y un adormecido rincón del cerebro del ciudadano comandante Caslet la miró. Hacía un momento, la situación estaba bajo control; cinco minutos más tarde, cuatrocientos misiles salían disparados de las naves de la Alianza.
Los misiles havenitas respondieron en seguida, pero entre todas las veinticuatro naves tan solo podían lanzar setecientos misiles y, a diferencia de los Aliados, ellos habían repartido los suyos, habían preprogramado los disparos sobre sus veinticinco naves. Pero el enemigo no. Ellos habían concentrado el doble de potencia en tan solo doce naves —la mitad de sus objetivos— y habían acorralado a los repos por sorpresa.
Al final, pensaba Caslet con la distancia que le caracterizaba, no estaban desaprovechándolos con ningún crucero ligero.
* * *
Honor observó el visualizador. Había dejado que Yu cronometrara el ataque, ya que ella estaba demasiado agotada, pero el plan era idea suya, así que no había tiempo para solucionar posibles problemas que pudieran surgir.
Las dos formaciones se acercaron a cuarenta mil kilómetros por segundo mientras los misiles continuaban a una aceleración de ochenta y cinco mil gravedades. Ambas formaciones contaban con tan solo doscientos veintiséis segundos para penetrar en su objetivo. No pasarles, sino penetrarles, ya que Honor había modificado el curso del GO 14.1 para ofrecer una mejor visión en relación a las armas de energía durante los doce segundos que los repos tardarían en disparar contra sus naves. Su velocidad era tan acertada que el tiempo estimado era de tan solo un minuto y medio, a pesar del alcance, y ambos lados estaban cargados de misiles GE camuflados para que fuera más complicado seguirles el rastro.
Lo cual significaba que la mayoría de los misiles sobreviviría para atacar sus objetivos… y eso le correspondía a sus defensas pasivas. Los señuelos y los disparos de confusión trataban de despistar el fuego enemigo, ya que sabían que no podían parar muchos de sus disparos con sus defensas activas.
* * *
Se concentraron en el centro de su muro. Thurston trabajaba con una precisión increíble, en parte debido al pánico que recorría todo su cuerpo. Entendía cuál era el razonamiento detrás del plan de la almirante manti, y a pesar de sus comentarios anteriores, resultaba obvio que se trataba de una manti. La doctrina de la RH enseñaba a los comandantes de la fuerza operante a colocarse en el centro de su línea de batalla, donde los lapsos de comunicación se minimizaban y se maximizaba el punto de defensa. Pero en un alcance tan corto, el punto de defensa era irrelevante y los mantis iban a por el cerebro de la FO Catorce. El cerebro de Alexander Thurston.
—Analicemos de nuevo el esquema de disparos. —Dio la que sabía que era su orden de manera muy calmada—. Ignoren los cruceros de batalla.
* * *
El Batallón Uno se dirigía a máxima potencia. Los superacorazados contaban con sus lanzaderas havenitas originales con un ciclo de aproximadamente veinte segundos; las unidades graysonianas más ligeras contaban con lanzaderas manticorianas modelo 7b y los cruceros de batalla de Grayson con el modelo 19, ambos con un ciclo de diecisiete segundos.
Pero con doscientos veintiséis segundos el Batallón Uno de SA solo podría lanzar once disparos y las naves más ligeras solo trece, y ni siquiera había tiempo para consultar los resultados entre uno y otro. Los planes iniciales estaban establecidos por ordenador y los reflejos humanos resultaban inadecuados con tan poco tiempo de reacción.
* * *
El primer disparo del Batallón Uno tuvo un imparto terrible. Era el más pesado el más concentrado del encuentro y los oficiales de control de armamento de Honor habían calculado el objetivo de manera muy precisa, además habían actualizado los datos mientras avanzaban. A pesar del escaso período de tiempo, la defensa de los repos consiguió contrarrestrar casi un treinta por ciento del fuego enemigo. Los señuelos desviaron parte del fuego y los capitanes, que abandonaban su formación en un último intento por salvar sus naves, comenzaron a rodar frenéticamente intentando cubrirse frente al fuego enemigo. Sus forzadas maniobras terminaron obligando a NRP Guerrero Tebano y NRP Sarraceno a acercarse demasiado el uno al otro y la colisión hizo saltar los nódulos alfa y beta por los aires, en una explosión tan colosal que hizo desaparecer las dos naves de manera inmediata. Sin embargo, el resto de las naves consiguieron esquivar al menos un veinte por ciento de los misiles del Batallón Uno.
A pesar de sus maniobras de escape, un treinta y ocho por ciento del fuego de Honor atravesó al enemigo… repartido en tan solo doce objetivos. Quinientas treinta y dos cabezas láser de un tamaño que solo podía ser lanzado desde las naves del muro o desde los misiles de la RAM, accionaron al unísono. Estos acabaron con las paredes laterales del muro, cubriendo los flancos abiertos de sus objetivos. Algunos de ellos, como un veinte por ciento, se detonaron justo en frente de sus objetivos, donde no había muros laterales.
Las naves no podían competir con el maremoto de rayos láser. El acero explosionó causando una terrible nube de humo y destrozos. La atmósfera estaba cubierta de cascos hechos pedazos, los motores fallaron sin remedio, su armamento se unió a la explosión y a la humareda y las botellas de fusión reventaron en el núcleo de la formación de los repos.
Nadie pudo reconstruir la escena de lo que había ocurrido. Ni siquiera los ordenadores de los Aliados pudieron analizar la situación, pero cinco segundos después el Batallón Uno detonó su primera cabeza de láser y como consecuencia, once de las naves havenitas, incluyendo la NRP Conquistador, dejaron de existir. Otra de ellas estaba fuera de control.
Pero ahora era el turno de los repos. La reorganización de Thurston le había costado treinta y un segundos de retraso entre sus primeros y sus segundos lanzamientos, pero incluso las naves que explotaron en aquel holocausto habían tenido tiempo de lanzar tres misiles antes de que les alcanzara el fuego de Grayson.
Los lanzamientos de los repos estaban distribuidos de manera descontrolada y dirigidos a los falsos cruceros de batalla que habían estado siguiendo. Si los objetivos hubieran sido de verdad cruceros de batalla, habría sido un plan de guerra muy exitoso ya que también conseguía expandir las defensas de los Aliados. Algunos de los misiles habrían alcanzado su objetivo y los siguientes lanzamientos habrían finalizado la operación. Pero las órdenes que había dado Honor de repartir sus CB reales para maniobrar independientemente contra el fuego al que se enfrentaban y la confusión que los repos habían visto en su formación era algo espectacular. Repartió las unidades de exploración en diferentes puntos de defensa, independientes de sus SA, liberándoles de la responsabilidad de cubrir el muro. Además, los señuelos habían sido muy efectivos, ya que disminuyeron la precisión al detectar los ataques.
Ello significaba que solo seis de sus diecinueve CB —y quince mil miembros de su equipo— habían muerto en el primer enfrentamiento.
Honor observó el visualizador, con el rostro calmado, al ver como las bolas de fuego acababan con su gente, y el hecho de que era un número muy reducido de víctimas no importaba mucho ahora. Tenía las manos agarradas al reposabrazos de la silla de mando y el Terrible sufrió golpes y sacudidas mientras los repos disparaban sus láseres contra ellos. El puente de mando no estaba directamente conectado con la zona central, así que no había mucho ruido a pesar de la carnicería que estaba teniendo lugar fuera. Honor no podía escuchar el sonido de las alarmas, los ruidos de la batalla, los gritos de sufrimiento, pero ya los había escuchado antes. Lo único que le quedaba era esperar y rezar.
En la mayoría de las batallas, los primeros lanzamientos eran los más efectivos a ambos lados. Normalmente, el fuego era más efectivo, ya que los oficiales ajustaban el golpe enemigo y concentraban los lanzamientos acertados en objetivos más vulnerables. Esta vez no había suficiente tiempo para ajustar los lanzamientos; la mitad de los informes de cada uno estaban ya en el espacio incluso antes de que llegaran a su destino. Un tercio de los disparos de las naves del Batallón Uno se habían malgastado en objetivos ya destruidos, pero el resto alcanzaron las naves de los repos, los cuales terminaron malgastando treinta y un segundos en reorganizar los objetivos.
A pesar de todo, lo habían hecho y sus nuevos esquemas ignoraban los cruceros de batalla y los cruceros pesados. Todos los repos supervivientes tenían orden de abrir fuego contra los SA, y ni siquiera un superacorazado podía superar aquel huracán de misiles. Terrible temblaba, ya que tres de sus nódulos beta habían sido dañados. Algunos de los rayos láser alcanzaron la proa e hizo explotar un cuarto de sus tubos de misiles. Varios ataques a la Formación Gravitatoria Tres y el Gráser Nueve provocaron una subida de tensión en todos los sistemas que no fueron capaces de controlar y Fusión Dos, escondido bajo el enorme casco de la nave produjo un apagado de emergencia, la nave entera se movía mientras los niveles se descontrolaban, pero las otras plantas contrarrestaron la pérdida y los daños, manteniéndola en su sitio mientras la distancia del enemigo variaba.
El NAG Glorioso corrió peor suerte. Él y el Regalo de Mantícora, su compañera, eran el centro del muro de Honor y cuando fueron a atacar el centro del muro de los repos, el enemigo se adelantó. No sabían cuantas cabezas láser habían golpeado al Glorioso, pero pasó de ser una nave de ocho millones de toneladas a desaparecer como por arte de magia; tanto ella como seis mil personas acabaron convertidos en una nube de gas y plasma.
Honor se recostó en su silla, con los ojos fijos en el visualizador, comprobando en los ordenadores el plan de ejecución. El holocausto que se había producido en esos tres-punto-siete minutos era simplemente terrorífico. El formalismo se había convertido en la norma de los encuentros bélicos a lo largo de los siglos, y las naves del muro no se veían en esta situación desde hacía setenta años-T. El perdedor en la batalla sabía cuando debía abandonar, y los almirantes nunca les expondrían ante una situación que no les permitiera salir corriendo si fuera necesario. Pero Alexander Thurston creía que no contaba con naves en el muro y Honor no tenía más remedio que salir a su encuentro. Y ahora, al lanzar la última oleada de misiles, los cinco SA que quedaban completaron su misión y regresaron sanos y salvos.
Solo quedaban siete naves de los repos, todos menos uno estaban tocados, y su tripulación sabía tan bien como Honor que no podría sobrevivir ante un encuentro frente a los superacorazados. Pero tampoco podían evitarlos. Su muro de defensa se había desintegrado y maniobraban independientemente, girando sin parar en un esfuerzo inútil por salvarse. Pero este era el motivo por el cual Honor había colocado una línea vertical en vez de horizontal. El ángulo en el medio significaba que al menos uno de sus SA tendría la posibilidad de acceder a los muros laterales por mucho que se movieran. No había tiempo para desarrollar una distribución de lanzamientos desde la nave de mando, pero Honor había contado con ello. A cada ordenador de los superacorazados se le había asignado un objetivo y de ellos dependía encontrar y acabar con él en el instante en que la velocidad de los repos les empujara sin control hacia el muro de defensa.
Cinco SA de la Armada de Grayson dispararon al unísono, sus lanzamientos provocaron una gran llamarada a tres mil kilómetros por hora que parecía venir del mismísimo infierno y cinco naves enemigas más saltaron en pedazos junto con dos cruceros de batalla. Una sexta nave salió despedida, la mitad de su casco estaba en llamas mientras los restos saltaban por los aires y los hombres y mujeres atrapados en su interior trataban de salvar a sus camaradas heridos mientras aún quedaba tiempo.
El NAP Vindicator, la séptima y última nave del GO 14.1 pasó por delante del Batallón Uno intacta a cuarenta mil KPS. Unos cuantos misiles fueron tras ella, pero la nave se alejaba de ellos y el Batallón Uno no había salido completamente ileso de aquella catástrofe. El Glorioso había muerto, el Regalo de Mantícora se había caído de su formación con todo el peso de sus impulsores y desaparecido en el sistema.
La lista de daños comenzaban a ser interminable y Honor se sentía amenazada. Uno de sus superacorazados y seis de sus cruceros —en total unos trece mil millones de toneladas— habían sido aniquilados. El Regalo de Mantícora estaba en las últimas, y la nave de mando de Walter Brentworth, el Magnífico, se encontraba en mejor forma. Al menos contaba con parte de su motor. El almirante Trailman había fallecido como consecuencia del ataque a Regalo de Mantícora, la comunicación con Brentworth era inexistente después de lo que le había ocurrido al Magnífico, y el Furioso había perdido más de la mitad de su armamento. De las seis naves originales del Escuadrón de Batalla Uno, tan solo Judah Yanakov a bordo del Valeroso y el Terrible estaban en condiciones de seguir luchando. Incluso ellos necesitarían pasar una buena temporada en los astilleros para arreglar todos los desperfectos.
Sin embargo, cinco de sus seis naves habían sobrevivido. Era como un homenaje a los ingenieros que las habían diseñado y construido, no a los desgraciados que acabaron con ellas. Pero habían hecho un buen trabajo, se dijo a sí misma. Había perdido trece millones de toneladas de naves y veinte mil personas; los repos habían perdido cerca de cien millones de toneladas y el número de muertos era impensable. Había destruido una armada pacífica en menos de cinco minutos de combate. Los restos de Fuerza Alfa estaban intentando salvar sus vidas y Fuerza Zulú estaban camino del hiperlímite. No le cabía duda de que ambos acabarían tirados sin remedio. El Cuarto Batallón de Yeltsin se vendría abajo, como decía un poema que había leído hacía muchos muchos años como «una famosa y memorable victoria»… ¿por qué se sentía como una asesina a sangre fría en vez de como una heroína victoriosa?
Sintió a Nimitz a su lado. La subida de adrenalina después del combate que le había hecho temblar a bordo del Terrible todavía seguía presente en su vínculo, y su negativa ante la autocrítica de Honor era clara. Ella sabía, a pesar del agotamiento, que estaba en lo cierto. Sabía que recordaría con dignidad el coraje de su tripulación, por la manera en que habían actuado y la manera de enfrentarse al peligro. Con el tiempo sabía que sería capaz de recordar este sangriento día con orgullo,…, sabiendo con certeza que su gente merecía ser recordada y admirada.
Cerró sus ojos una vez más y cogió aire. Después se recostó en su silla de mando y vio que su equipo la miraba asustado. Era consciente de que estaban tan aterrados como ella, así que giró su silla y se sentó frente a ellos. Se obligó a sonreír y a adoptar una actitud de seguridad mientras su corazón se encogía por el dolor.
Abrió la boca para hablar pero alguien se adelantó.
—Milady —dijo el comandante Bagwell—, fuerza Zulú se dirige al hiperlímite a cero. —Sus miradas se encontraron—. Han dejado de correr, milady.