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—Bien, aquí están, ciudadano comisario. —Thurston sonaba disgustado, pensó Preznikov—. Oh, no me quejo —dijo el ciudadano vicealmirante—. Pero ¿recuerda lo que le dije en relación a cuándo decidieran salir y cómo indicaba lo bueno que era el comandante? Bueno, parece que la respuesta es: no muy bueno.

Sacudió la cabeza y observó la pantalla. Habían pasado setenta minutos desde la llegada de la fuerza operante, y sus unidades se dirigían a 20.403kps2. Hasta ahora habían hecho más de cuarenta y seis millones y medio de kilómetros, y por un momento pensaron que los graysonianos iban a jugar inteligentemente. Los destructores habían disparado en todas las direcciones, no había duda de que el ataque había tenido éxito, pero lo que tenían en la órbita de Grayson seguía allí. El hecho de que una de las naves se acercara a Endicott era irritante, ya que significaba que alteraría las fuerzas que cubrían ese sistema para llevar a cabo los preparativos antes de separarse de Theisman y Chernov, pero sabían que era muy probable que ocurriera. No podían dividir sus fuerzas hasta que pudieran confirmar que no había naves en el muro de Yeltsin, y cada minuto que pasaba sin que el comandante de Grayson se moviera, era un minuto más que tenían para permanecer junto a Theisman y sus naves de batalla y cruceros de batalla GO 14.2.

Pero ahora el enemigo había salido de su escondite, aunque lo habían hecho en el peor momento. Las unidades más grandes que los sensores de Thurston podían detectar eran cruceros de batalla, pero la aceleración de la fuerza aliada era de 458 G, lo cual era ridículo. Era mayor que un CB manti, a cuatrocientas gravedades al ochenta por ciento. Obviamente, habían apagado sus motores. Sin embargo, aquello era cuarenta gravedades menos que el máximo al que podían llegar, lo cual indicaba que contaban con las mejores cabezas de misiles. El lanzamiento que aquellos misiles provocaban era algo que preocupaba a Thurston al crear Daga, pero los cruceros de batalla que se acercaban hacia él no podían estar lanzando más de una o dos cabezas de misiles, o su aceleración sería menor.

Eso era lo que hacía que el primer movimiento fuera tan estúpido. Si los defensores de los graysonianos llegaban a una aceleración menor, entonces deberían haber salido antes, a una aceleración aún menor, lo cual les habría permitido lanzar más misiles. El pequeño número de CB con los que contaban no cambiaba nada en términos de defensa, así que todo lo que habían conseguido al traerlos hasta aquí era la mitad de los kps2 además de darle a Thurston la posibilidad de echar un vistazo a los números y a la formación.

Si es que llamaban formación a eso. El desordenado grupo de naves se acercaba de manera extraña y descontrolada. Había naves mantis en aquel desorden, pero su comandante debía de ser de Grayson, porque ningún almirante de Mantícora lo haría tan mal. Thurston admitía que su enemigo estaba jugando con gran coraje, ¡pero parecía tonto!

—¿Cifras? —preguntó.

—Veinticinco cruceros de batalla, diez cruceros pesados, cuarenta cruceros ligeros y de dieciséis a veinte destructores, ciudadano almirante —respondió el oficial de operaciones—. No estamos seguros del número de las unidades ligeras debido a su formación. No solo están cruzándose por el camino, sino que algunos vuelan tan juntos que es casi imposible saberlo con exactitud.

—¿SA?

—No merece la pena, ciudadano almirante —contestó su oficial—. No podemos enviar robots en balística debido a su extraña formación. Necesitaríamos acercarlos más. Si lo hacemos, su punto de defensa podrá captar nuestros robots. Dados nuestros vectores, el núcleo de misiles debería estar a trece millones de klicks. Podríamos esconder los robots en nuestros misiles y colárselos, pero…

—Pero para entonces, tendremos observación directa sin ellos —dijo Thurston. Se balanceó sobre sus talones por un momento y se encogió de hombros—. Haz lo posible para refinar nuestros datos.

Regresó a su silla de mando y Preznikov le acompañó.

—¿Importa realmente cuántas unidades ligeras tengan, ciudadano almirante?

Thurston dudó sobre si la pregunta la hacía por mera curiosidad, para pincharle o simplemente para ver cómo reaccionaría si le pinchaba. Consideró que se trataba de la primera opción.

—La verdad es que no, ciudadano comisario. Pero tenemos tiempo de sobra y me gustaría saber el número exacto antes de desprendernos de los otros dos grupos operantes.

—¿Está planeando separarlos?

—Sí, señor. Sabemos que han enviado ya un mensajero a Endicott. Cuanto antes lleguen Theisman y Chernov, menos tiempo tendrá Endicott para defenderse, pero no lo haré hasta que sepa que no los necesitaremos aquí primero.

* * *

Honor se recostó en su silla de mando, agarró a Nimitz y le acarició las orejas mientras sus naves se acercaban al enemigo. Tendría que asegurar de nuevo el arnés antes de entrar en la zona de alcance, pero aún no había motivo para preocuparse. Sabía que él podía sentir su ansiedad.

La pequeña pantalla de su consola mostraba menos detalles que la gran pantalla holográfica que había detrás, pero sus piernas volvieron a fallarle la última vez que intentó levantarse. Pensó que se había incorporado a tiempo para que su equipo no se diera cuenta, pero no había manera de engañarles si se iba arrastrando como si estuviera borracha.

Mientras observaba la pantalla se preguntaba qué pensaría el comandante de los repos sobre su formación. Era realmente la más caótica que había elaborado nunca, pero tenía sus motivos. Y esperaba que él no se diera cuenta de cuál era.

Existían límites en cuanto a la adecuación de las capacidades de los SA de Grayson. El Terrible podía hacer que sus impulsores actuaran de manera más débil pero era tan potente que no podrían engañar al enemigo por mucho tiempo. Por eso había desordenado la formación, colocando otras tres naves delante de cada SA. Al tener las cuñas entre los superacorazados y los sensores de los repos, las interferencias enmascararían la verdadera potencia de los SA. Todo ello combinado con la actividad de de las naves más pesadas, conseguiría que los repos no averiguaran lo que se traían entre manos…, a menos que consiguieran acercar uno de sus robots de reconocimiento lo suficiente como para darse cuenta.

Se trataba, por supuesto, de tratar que no lo intentaran. La posibilidad de pasar por su lado un robot de reconocimiento por su punto de defensa era baja, pero no imposible, sobre todo si el comandante de los repos sospechaba lo suficiente como para utilizar una cantidad considerable de robots para acorralar su defensa.

Así que, en definitiva, lo que ella debía hacer era conseguir que los repos estuvieran seguros de que lo que veían no tenía necesidad de confirmación, lo cual era bastante arriesgado. Estaba haciendo trabajar a sus superacorazados a toda velocidad, sin ningún margen de seguridad, lo cual le daba al escuadrón un tres por ciento de probabilidad de sufrir un fallo en el compensador. Esto traería consecuencias terribles. Asimismo, consiguieron una aceleración de 4,5 kps2, mucho más de lo que un SA debe soportar, y esperaba que los repos no hubieran averiguado aún que los nuevos compensadores habían incrementado la aceleración de la Alianza en un seis por ciento. Si no se daban cuenta, su aceleración resultaba demasiado alta para ser un SA.

Sus ojos se movían por la pantalla según las naves iban de un lado a otro del sistema. Estaban aminorando para ajustarse a los vectores, recopilando la información. Hasta ahora, el plan parecía funcionar. Al menos eso esperaba.

Apartó su mano de Nimitz para apretarse con fuerza la nariz, pero no funcionaba. Su cansancio parecía que le estaba forzando a trabajar más rápido, pernera una rapidez descontrolada, intentando moverse en varias direcciones al mismo tiempo. ¿Conseguiría convencer a los repos de que no llevaba superacorazados? ¿Haría sospechar a su comandante en base a que sus CB no podían lanzar sus cabezas de misiles para crear una diferencia práctica? ¿Y si sus sensores habían visto ya lo que estaba intentando hacer? Y si…

Bajo la mano y apretó los dientes, después, se inclino hacia atrás y rezo porque su fatiga no le hiciera cometer un error fatal que recordaría para siempre.

* * *

—¿Algo más? —le preguntó Thurston a su oficial de operaciones.

—No, ciudadano almirante. Hemos identificado otro crucero ligero, pero la interferencia de los impulsores no nos permite estar más seguros.

—De acuerdo. —Thurston se quejó y miró a Preznikov—. Con su permiso, ciudadano comisario, creo que podemos soltar los otros grupos operantes ahora. Contamos con buenas lecturas de las unidades y las mayores que hemos identificado son cruceros de batalla. El grupo del almirante Chávez puede salir con unidades que coincidan con las naves de batalla, y ella tiene seis CB. Podremos con ellos sin necesidad de contar con el ciudadano almirante Theisman.

—De acuerdo, ciudadano almirante, adelante.

—Comunicación. —Thurston miró por encima de su hombro—. Avise al Conquistador, para ejecutar Alfa-Tres.

* * *

—Señal de mando, ciudadano almirante. Ejecute Alfa-Tres.

Thomas Theisman asintió, pero parecía incomodado. El ciudadano comisario LePic le miró.

—¿Tiene algún problema, ciudadano almirante?

—¿Cómo? —Theisman miró al comisario y sacudió la cabeza—. No, no pasa nada. Dentro de cinco minutos, dada la fuerza con la que se acercan a nosotros. Yo… —tartamudeó y LePic ladeó la cabeza.

—¿Usted qué, ciudadano almirante? —preguntó y Theisman suspiró.

—No lo habría hecho aún —dijo él—. No quiero criticar sus medidas almirante Thurston, pero no nos va a hacer ganar mucho tiempo contra Endicott. Dadas las circunstancias, si yo fuera él, habría preferido quedarme en el sitio hasta conseguir acabar con la oposición aquí.

—¿Cree que no será capaz de destruirles? —preguntó LePic sorprendido, y Theisman se rió.

—¿Veinticuatro naves de batalla contra veinticinco cruceros de batalla? No, acabará con ellos. Es tan solo una cuestión de técnica, imagino. Mi única sugerencia es empezar a aminorar ahora, para aumentar el alcance. Dada la disparidad en tonelaje, parece que contamos con ventaja en cuanto a misiles, así que me gustaría hacerles daño ahora antes de acercamos más para rematar la faena. —El ciudadano contraalmirante hizo una pausa y sonrió—. Supongo que en parte se debe a que siempre he estado recibiendo los golpes de los misiles mantis, ciudadano comisario. No han sido unas experiencias muy agradables y me gustaría tener la oportunidad de pagarles con la misma moneda.

—Bueno, tendrá esa oportunidad después de Endicott, ciudadano almirante —dijo LePic, y Theisman asintió.

* * *

—¡Cambio en el estatus!

Honor se apartó el cabello y abrió bien los ojos, al darse cuenta de que se había quedado dormida durante parte de la operación. Agitó la cabeza y parpadeó. Observó la pantalla.

—Milady —dijo Bagwell— el enemigo…

—Le veo, Fred —dijo ella y sus ojos doloridos comprobaban como la formación de los repos había cambiado. Un tercio de las naves de guerra y dos tercios de sus cruceros de batalla comenzaban a decelerar a 470 G. Debían de estar a punto de acercarse al límite, aunque no contaban con cabezas de misiles para complicar la situación aún más, frunció el ceño. El grupo más grande continuaba a 450 G, directos al punto de retorno, lo cual significaba que el baremo entre ellos y la fuerza más pequeña había ascendido a más de nueve KPS2.

Comenzó a teclear números en su ordenador, pero nunca había sido muy buena matemática y el cansancio parecía ponerle plomada a sus dedos. Se sentía torpe con el teclado y su frustración aumentaba. Miró a Bagwell.

—Que el CIC designe la formación inicial como Fuerza Alfa y el resto como Fuerza Zulú, Fred.

—Sí, milady.

—Allen —se giró hacia su navegador—, mantén todas las aceleraciones constantes a Fuerza Alfa y que Alfa decelere a cuatro-punto-cuatro KPS2 a continuación. ¿Cuál será el alcance de Zulú cuando estemos a nueve millones de kilómetros de Alfa?

—¿Nueve millones? —repitió el comandante Sewell y asintió. Sus dedos se movían con la seguridad que ella no tenía, y miró hacia arriba en apenas unos segundos—. Dado lo que usted especifica, milady, el alcance a Fuerza Zulú sería aproximadamente de seis-siete-punto-seis-ocho millones de kilómetros.

—¿Y la distancia de Zulú desde el hiperlímite?

Sewell volvió a hacer cálculos y la miró de nuevo.

—Aproximadamente siete-ocho-punto-dos millones de klicks, milady.

—Gracias —dijo ella. Miró hacia su comunicador para ver a Alfredo Yu y por primera vez su sonrisa tenía un aspecto casi demoníaco. Su capitán de mando se la devolvió y ella volvió la mirada a su pantalla. Ah, sí, gente, pensó al ver las luces del enemigo en su visualizador. Vosotros continuad aumentando la distancia entre vosotros.

* * *

—Están regresando, ciudadano almirante —anunció el navegador Thurston y el ciudadano vicealmirante asintió, sin apenas mirarle. Las naves de Meredith Chávez contaban con un potente tonelaje y armamento en comparación con los CB que se acercaban hacia ella. Todo lo que tenía que hacer era lanzar sus explosivos, después decelerar en dirección a los fuertes orbitales y así controlaría todo el sistema estelar y aun tendría tiempo para irse a cenar, se dijo a sí mismo y sonrió.

* * *

—Fuerza Alfa regresando, milady —informó Bagwell. Honor asintió, después se frotó los ojos y se giró a Allen Sewell una vez más.

—¿Hora prevista, Allen?

—Aproximadamente tres-tres-punto-seis minutos, milady —respondió el navegador con una sonrisa y después comprobó su hilo de comunicación con la cabina de mando del Terrible, mientras continuaba frotando las orejas de Nimitz.

—Comience a mover la formación en cinco minutos, Alfredo —dijo ella.

* * *

—¿Por qué no estamos decelerando, ciudadano almirante? —preguntó Preznikov. Thurston le miró sorprendido y el ciudadano comisario señaló la pantalla—. Su velocidad es casi de diez mil kilómetros por segundo y la nuestra es de casi treinta mil. ¡No creo que quiera dejarnos pasar de largo para atacar su planeta!

—No están aminorando, ciudadano comisario —contestó Thurston—, porque son cruceros de batalla y nosotros somos naves de batalla. No pueden luchar con nosotros frente a frente, así que están intentando pasar de largo, procurando salir ilesos en el intento para atraparnos entre ellos y Grayson.

—¿Atraparnos? —dijo Preznikov asombrado y Thurston asintió.

—Como digo, estas naves pueden enfrentarse a nosotros, señor, ya que pueden aumentar la aceleración una vez se deshagan de los misiles. Pueden sobrevolarnos, pueden usar la ventaja de su deceleración para regresar a la zona de alcance antes de que arribemos al planeta. Lo que quieren es que estemos tan preocupados por la posibilidad de que nos ataquen por detrás que decidamos no enfrentarnos en el fuerte orbital, y así impedir que nos ataquen desde diferentes direcciones al mismo tiempo. —El ciudadano vicealmirante sacudió la cabeza—. No funcionará, por supuesto. Tenemos suficiente armamento como para enfrentarnos a sus fuertes y esquivarles si es necesario, pero no lo haremos. La mayoría de ellos estarán muertos antes de que nos pasen, a pesar de la velocidad que alcancen.

—Parece estar muy seguro de ello, ciudadano almirante.

—Lo estoy, ciudadano comisario. Ah, todo puede ocurrir en un enfrentamiento, pero ellos tienen más posibilidades de fracasar.

—Si le parece tan obvio, entonces, ¿por qué no lo están intentando? ¿Por qué no les resulta a ellos tan obvio como a usted?

—Ellos también lo saben. —Thurston se giró hacia el comisario—. Saben cuáles son sus posibilidades, al igual que nosotros, ciudadano comisario. —Era consciente de que su voz sonaba demasiado calmada, pero por el momento no le importaba.

—Tienen una posibilidad, señor, pero solo tienen una y ese planeta —señaló Grayson en el visualizador— es su hogar. Sus familias están allí. Sus hijos. No piensan vivir para contarlo, pero saben que deben intentarlo y esperan que de alguna manera les salga bien.

El ciudadano vicealmirante sacudió la cabeza, y volvió la vista de nuevo hacia el visualizador donde los cruceros de batalla se acercaban a su formación y suspiró.

—Tienen agallas, ciudadano comisario —dijo en voz baja—, pero no lo van a conseguir. Esta vez no.

—Aquí pasa algo raro, Skip.

—¿Algo raro? ¿A qué se refiere? —preguntó el ciudadano comandante Caslet.

GO 14.1 se dirigía hacia ellos a más de cuarenta y seis mil KPS, lo cual significaba que sus misiles les alcanzarían a más de trece millones de kilómetros. Había llegado en menos de cinco minutos, y estaba más nervioso de lo que quería demostrar. Vaubon era simplemente un crucero ligero, no era un buen objetivo para las naves de batalla, pero había luces indicando las unidades a) otro lado y quizá habían decidido enfrentarse a Vaubon simplemente por su pequeño tamaño ya que podrían con sus defensas fácilmente.

—Es que… —El ciudadano teniente Foraker se acercó, frotándose la punta de la nariz e hizo una mueca—. Déjeme que le muestre, Skip —dijo ella y giró sus lecturas tácticas hacía el visualizador de Caslet—. Fíjese en este movimiento —dijo ella y el observo la pantalla mientras la formación de su enemigos se giraba. Sus últimos movimientos eran ahora más pronunciados algo que estaba a punto de hacerle perder los nervios.

—No veo… —comenzó a decir, pero Foraker estaba tecleando datos en su consola y Caslet se calló de repente al ver el mismo movimiento de nuevo. La única diferencia era que esta vez, media docena de los puntos dejaban pequeños gusanos a su lado, y la formación se transformó en…

—¿Qué es eso? —preguntó despacio, aunque esta vez sonaba más preocupado.

—Skip, me parece que… seis de esos cruceros de batalla acaban de modificar su posición en el muro de batalla.

—Es una locura, Shannon —dijo Caslet.

—¡Los cruceros de batalla no forman un muro contra naves de batalla! ¡Eso sería un suicidio!

—Sí —dijo Foraker—. Eso es exactamente lo que sería si fueran cruceros de batalla.

Caslet contempló los pequeños gusanos de luz y sintió como el estómago se le subía a la garganta. Era imposible. ¡Y si era posible, estaba seguro de que uno de los cruceros de batalla o de las naves lo habría visto a través de sus sensores antes que un crucero ligero!

Pero aquellos cruceros de batalla no tenían la voz taladradora de su residente a su lado.

—¡Comunicaciones! Deme un enlace prioritario con la nave de mando… ¡ahora!

* * *

—¿Cómo?

Thurston acercó su silla de comandante para observar a su oficial de operaciones. La formación del enemigo había comenzado a sacar señuelos, lo cual hacía más difícil el poder seguirles la pista. Sus propias naves estaban haciendo lo mismo, por supuesto, pero los mantis habían cedido su equipamiento a sus aliados graysonianos. El equipo ge de primera línea, pensaba él. El sido de trece millones de kilómetros, dentro del alcance teórico de los misiles pero estos señuelos recortaban su efectividad a un setenta por ciento. Tenía quizá cuatro minutos y medio antes de que ambos lados comenzaran a disparar y no tenía tiempo para problemas de última hora.

—El ciudadano comandante Caslet nos informa de que media docena de sus CB han modificado su muro de batalla, ciudadano almirante —repitió su oficial de comunicaciones. El oficial de operaciones trabajaba desde un visualizador auxiliar mientras decidía cómo responder. Thurston se acercó a él. Y este le miró fijamente a los ojos.

—Caslet… puede que tenga algo, ciudadano almirante. Observe su pantalla.

Thurston se volvió a su visualizador y comenzó a hablar, pero luego se hizo el silencio. Seis CB de la Alianza aparecían ahora en rojo y habían formado lo que parecía ser un enorme muro de batalla. Era bastante poco ortodoxo, con forma de «V», pero no cabía duda. La confusión del resto de la formación había conseguido esconderlo, pero aquellas unidades aparecían ahora destacadas y el espacio entre ellas había cambiado. Pero había algo raro…

El ciudadano almirante Alexander Thurston tecleó más datos en su consola, y su rostro enmudeció de repente al ver el resultado que ofrecían los ordenadores. No, el intervalo no correspondía a un muro de cruceros de batalla, sino que se trataba de superacorazados…

* * *

—De acuerdo, señores. —Toda la división de comandantes de Honor estaban frente a sus pantallas de comunicación según se acercaban al punto en el espacio que ella había nombrado como «Punto Suerte» y les obsequió con una sonrisa, esperando que transmitiera más confianza que cansancio—. Creo que estamos listos. Capitán Yu —al igual que en la RAM, en la armada de Grayson, el capitán de mando del almirante era su ayudante, y Yu estaba más despejado y tenía menos posibilidades de cometer un error—. La fuerza operante rotará y se lanzará en base a la señal.

—Sí, milady —dijo Alfredo Yu y se dirigió al resto de los comandantes—. La pantalla se dispersará en mi marca Alfa; el escuadrón rotará en mi marca Beta —dijo él y Honor tomó asiento, esperando al igual que el resto de sus oficiales mientras su capitán de mando observaba como el temporizador digital marcaba el tiempo.

—Veinte segundos —dijo él—. Diez. Cinco. ¡Marca Alfa!