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Alexander Thurston se acercó al visualizador principal del Conquistador. Se cruzó de brazos y contempló la pantalla con el ceño fruncido, después miró hacia arriba mientras se acercaba el ciudadano comisario Preznikov.

—¿Hay algo que le preocupe, ciudadano almirante? —preguntó Preznikov en voz baja y Thurston se encogió de hombros.

—No, ciudadano comisario. Estoy tan solo apostando algo conmigo mismo.

—¿Apostando? —repitió Preznikov.

—Sí, señor. Estoy haciendo una apuesta conmigo mismo para ver cuando veremos al enemigo. —El comisario le miraba sorprendido y Thurston señaló la pantalla—. Saben que estamos aquí desde hace treinta minutos, pero todo lo que hemos visto son unos pocos destructores y una docena de cruceros y cruceros de batalla, la mitad de los cuales han sido identificados como mantis. Inteligencia dice que los graysonianos cuentan con muchos más combatientes y estoy casi seguro de que han dejado atrás a la mayor parte para ver presenciarlo todo cuando pongan a sus SA en acción. La cuestión es dónde están y cuándo les veremos.

—¡Ah! —Preznikov observó la pantalla y deseó por primera vez entender todos aquellos códigos al igual que un oficial de la marina. Estaba aprendiendo, pero aún necesitaba ayuda para interpretarlos. Por el momento, veía tan solo treinta impulsores, el más lento a quinientas gravedades cuando aminoraban su recorrido para interceptar el vector de la FO Catorce cerca de Grayson. Se encontró de nuevo con el rostro de Thurston—. ¿Cree que su punto fuerte es la órbita de Grayson, ¿no es así?

—Sí, señor. Así es —Thurston estaba sorprendido de la rapidez con la que había llegado a esa conclusión. Asintió contra su voluntad, pero al comisario le resultó graciosa su actitud.

—¿Y cuál es su apuesta? —preguntó.

—Cuándo se moverán para juntarse con las naves que hemos identificado.

—Seguramente en el momento que les sea posible reunirse con estas otras fuerzas. —Preznikov señaló las otras fuentes de propulsión y Thurston asintió de nuevo.

—Por supuesto, ciudadano comisario, pero las características del vuelo que elijan nos proporcionará información acerca de la maestría del comandante enemigo.

—¿Sí? —El comisario le miraba con gran interés y el ciudadano almirante se encogió de hombros.

—Aún estamos a ciento noventa millones de klicks, como a diez-punto-siete minutos luz de Grayson. Estamos dentro del alcance de detección de los impulsores gravitacionales, pero nuestros sensores no pueden localizar nada a menos que sus emisiones sean más potentes, e incluso las señales de luz que podamos detectar estarán obsoletas para cuando nos alcancen. Estamos detectando emisiones activas muy potentes desde sus fuertes orbitales y se trata de un número mayor que el que nos ha indicado Inteligencia. Además, no sabemos nada acerca de los métodos de ataque con los que cuentan en la órbita de Grayson hasta que enciendan sus impulsores.

Hizo una pausa y levantó una ceja. Preznikov asintió para demostrarle que estaba prestando atención.

—De acuerdo. Si sus estimaciones son correctas, no tienen nada más pesado que un crucero de batalla, el cual no cuenta con más de quinientas a quinientas veinte ges.

—Un SA DuQuesne, sin embargo, tiene una aceleración máxima de unos cuatrocientas o cuatrocientas cincuenta. Inteligencia estima que los compensadores de inercia de los mantis aumentan su eficiencia en un dos o tres por ciento, y pasaría a cuatrocientas treinta y tres o cuatrocientas treinta y ocho, contando con que tengan tiempo para adaptarlos. Inteligencia nos comenta que es poco probable, pero incluso si lo consiguen, esos datos son para obtener una máxima potencia militar sin ningún margen de seguridad y los mantis no actúan de ese modo. Así que imagine un ochenta por ciento de su potencia habitual y obtiene más o menos unas trescientas cuarenta y seis o trescientas cincuenta ges para un SA con un compensador nuevo. Si esto ocurre, significa que la operación Caballo de Acecho no consiguió eliminar todos los SA del sistema, así que deberíamos hacer cálculos de nuevo.

Preznikov asintió de nuevo y Thurston se encogió de hombros.

—Por otro lado, dependiendo de cuándo salgan a recibirnos sabremos cómo de bueno es su comandante. Es difícil ver toda esa munición y no hacer nada por evitarla, señor, pero eso es precisamente lo que hará un buen comandante. El factor más crítico es el movimiento al unir toda su FO antes de llegar, pero cuanto más espere, peor será para nosotros. Dada la disparidad en los niveles de fuerza que hemos anticipado, esto no debería causar ningún problema, pero es un tema de profesionalidad. Un buen comandante intentará retarnos, aun sabiendo que no puede pararnos, casi debido a un acto reflejo. Es axiomático, especialmente cuando cuenta con una red de sensores que el enemigo no tiene, el intentar frenar cualquier intención de demostrar su fuerza, lo cual significa mantener sus motores apagados durante el mayor tiempo posible para que no podamos detectar su presencia.

»Pero un comandante sin experiencia querrá poner a toda su FO en marcha cuanto antes. No querrá esperar y si duda acerca de sus posibilidades, quizá intente reaccionar en vez de tomar la iniciativa. En ese caso, es interesante mostrarle de lo que es capaz el enemigo para jugar con ventaja… al mismo tiempo le permite al enemigo dictar las condiciones del enfrentamiento, lo cual es un error que nuestra armada está cometiendo frente a los mantis. Así que… —Thurston se apartó del visualizador y se quedó sentado en su silla de comandante— un buen comandante posiblemente espere hasta el último momento para sacar sus naves de la órbita de Grayson, hasta que adquiera la aceleración adecuada, y un comandante inexperto las sacará antes a una aceleración menor. Conocer el tipo de comandante al que nos enfrentamos, ciudadano comisario, es tener la mitad de la batalla ganada.

* * *

—Continúan a cuatro-punto-cuatro kilómetros cuadrados por segundo, milady —dijo el comandante Bagwell, y Honor asintió.

Ella se recostó en su silla, con las piernas cruzadas y la espalda hacia delante, en una posición de reflexión. Sus oficiales debían saber que tal solo estaba actuando, ya que no estaba muy segura a estas alturas. Pero lo que no sabían (esperaba ella) era que aquella postura también trataba de esconder el cansancio que le pesaba sobre los hombros y que le impedía estar erguida. Sabía lo agotada que estaba, pero no tenía intención de hacérselo entender.

Se frotó la punta de la nariz y puso su cabeza en marcha.

Las buenas noticias —si es que las había— era que los repos no contaban con nada mayor que una nave de guerra. A cuatro millones y medio de toneladas, un Triunfante clase BB, el diseño estándar de los repos para este tipo de nave, era un cincuenta y seis por ciento más grande que su propio SA, pero tenía solo un cuarenta y cinco por ciento de potencia armamentística y sus defensas eran menos eficaces que sus propias naves antes de ser adaptadas.

La mala noticia era que tenían treinta y seis naves, además de veinticuatro cruceros de batalla, veinticuatro cruceros pesados, treinta y ocho cruceros ligeros, y cuarenta y dos destructores. Ella contaba con seis superacorazados, diecinueve cruceros de batalla (incluyendo todos aquellos que se reunirían con ella desde diferentes lugares), diez cruceros pesados, cuarenta cruceros ligeros y diecinueve destructores. Había, de hecho, ocho CB más —el Primer Escuadrón de Cruceros de Batalla de Mark Brentworth— y cuatro más en Yeltsin, pero ninguno de ellos conseguiría llegar antes de que los repos alcanzaran Grayson. Además, ella había usado sus transmisores gravitatorios para actuar de manera silenciosa y ocultar sus posiciones en vez de revelarlas.

Los cruceros de batalla de Mark así lo habían hecho también, incluso antes de que ella lo ordenara y Honor se alegraba de ello puesto que estaban seguros en Yeltsin y a menos de ocho millones de klicks del enemigo. La velocidad base de los repos era fácil de superar si Mark intentaba acceder al sistema con ella.

El problema era que toda su potencia armamentística era inferior a la que se acercaba hacia ellos. Tenía en cuenta su ventaja tecnológica, pero debía admitir que esta tan solo era realmente efectiva en un duelo de misiles a largo alcance y en este caso, la naturaleza de las fuerzas opuestas rompía con esta premisa. El armamento de las naves de los repos estaba en contra de los tubos de misiles —un quince por ciento del armamento de los SA, pero solo un treinta por ciento de su potencia— precisamente porque se suponía que debían estar fuera del alcance de las naves del muro. Aunque parezca poca cosa para los cruceros de batalla o unidades más ligeras, estos contaban con una aceleración mayor que los acorazados o los superacorazados. Por lo tanto, conseguirían evitar los SA de Honor con facilidad, y si bien las naves de batalla eran más frágiles, el número de tubos al otro lado le daría a los repos una ventaja de dos a uno en cuanto al peso del lanzamiento durante el enfrentamiento. Podría modificar esos resultados con cabezas de misiles, pero únicamente al comienzo y solo si estaban lo suficientemente próximos.

Paró de frotarse la nariz y se cruzó de brazos. La situación era más complicada ya que tan solo unos pocos de sus capitanes habían estado en acción. No tenía duda sobre su coraje o sus habilidades, pero tal y como había demostrado el almirante Henries, necesitaban todavía más coordinación y seguían cometiendo errores de principiantes. Peor aún, los repos tenían más plataformas que ella. La pérdida de uno de sus SA le haría más daño que a ellos si perdieran una de sus naves.

Su movimiento para llamar a las unidades había sido una reacción instintiva. Su velocidad sería lo suficientemente lenta como para girar y permanecer fuera del alcance de los repos y concentrarlos había sido el primer movimiento. Pero ahora ya era tarde, y aun debía decidir qué hacer con la fuerza total, y sus opciones eran escasas.

Si se quedaba donde estaba, junto a los fuertes gravitatorios de Grayson, el comandante de los repos no se arriesgaría. Pero por ahora no habían lanzado ninguno y los repos solían lanzar sus robots de reconocimiento antes de acercarse. Esto significaba que verían la localización del escuadrón incluso antes de entrar en la zona de ataque y contaban con la aceleración suficiente como para dejar Grayson a un lado sin apenas entrar en el fuerte.

Esto, desafortunadamente, no salvaría a los graysonianos, ya que ni el planeta, ni sus astilleros, ni sus granjas orbitales, ni sus fuertes podían esquivarles. La ausencia de movilidad era el tendón de Aquiles de las defensas estáticas. Los repos podrían entrar en el sistema exterior y regresar a un ochenta por ciento de la velocidad de la luz. Los misiles lanzados a esa velocidad resultarían mortales. Sería imposible dar con ellos. Incluso los radares de Mantícora tenían un alcance máximo de algo menos de un millón de kilómetros con objetivos tan diminutos. Quizá a dos millones, dado que la penetración de los repos era menos efectiva, pero nunca podrían localizarlos a más de un millón. Si los repos los lanzaban a cero punto 8c, entonces les alcanzarían a cero punto 99c. Esto le daría a los sistemas de defensa tres segundos para pararlos, lo cual despertaba de nuevo la leyenda del copo de nieve en el Infierno.

Los repos además tenían libertad de movimiento en el espacio exterior, si ella permanecía cerca de Grayson, y acabarían con las infraestructuras de Yeltsin de extracción de asteroides. Esto eliminaría la base industrial del sistema y seguirían pudiendo atacar Grayson cuando consideraran conveniente. También podrían dedicar una de sus unidades a atacar en Yeltsin y enviar media docena de naves de batalla a Endicott. La nave más pesada de la RAM o de AEG que cubría Masada era un crucero de batalla, y solo contaban con dieciocho de ellos. Nunca podrían resistir el ataque, y si no lo lograban…

Ella se encogió de hombros al pensar la catástrofe que podría producirse sobre Masada y cerró los ojos, intentando esconder su desesperación tras un rostro calmado. Debía esforzarse en encontrar una respuesta. Pero no pudo, y sintió pánico al pensar que quizá su agotamiento le impedía pensar con claridad.

Su mente no paraba de dar vueltas, frenéticamente, sin descanso. Ahora entendía los ataques en Minette y Candor, pensaba. Los repos estaban aprendiendo. Habían analizado las operaciones de la Alianza y habían sabido predecir su respuesta. Sus planes para desviar la atención habían apartado a más de la mitad de la fuerza defensiva de Grayson fuera de posición. Es más, la única manera de hacer fallar su plan era ir directamente hacia el planeta. No tenían que hacerlo. Deberían haber modificado su trayectoria en el espacio, ganar velocidad y lanzar misiles de largo alcance, a menos que aquellos transportes que estaban a su popa significaran que podían asegurar el control del sistema y dejarlo intacto.

Sacudió la cabeza mentalmente. No, no podían ser tan estúpidos. Contaban con suficiente armamento como para una redada muy destructiva y posiblemente podían haber llegado a los fuertes, pero no contaban con la potencia suficiente como para derribar el fuerte y sus SA en un encuentro convencional.

Dejó de reflexionar por unos instantes. Los repos no tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a un encuentro convencional, pero sus características de vuelo indicaban que aquello era precisamente lo que planeaban. Si no regresaban para enfrentarse a las fortificaciones de Grayson, entonces sobrevolarían el planeta en algo más de dos horas a menos de cuarenta y dos mil KPS, lo cual les haría ganar tiempo. No podrían lanzar un ataque de misiles balístico, ya que la máxima velocidad para ello sería de unos cien mil KPS, a un alcance tan corto que sus sensores de gravedad podrían detectar con facilidad.

Incluso sin sus naves, los fuertes contaban con un punto de defensa capaz de manejar una fuerza de este tamaño. Podría hacerles algún daño, pero no demasiado y la combinación del armamento de sus naves junto con los fuertes acabaría por reventarles al pasar. Eso significaba que debían planear una retirada, lo cual era estúpido.

Pero… ¿y si no lo era? Sus radares aun detectarían su escuadrón, así que ¿por qué se empeñaba en creer que su acercamiento era tan importante? No tenía sentido…

Pero, de repente, se dio cuenta.

—No saben que estamos aquí —dijo suavemente. El comandante Bagwell frunció el ceño y miró nervioso a Mercedes Brigham, pero la jefa de personal no dijo nada. La pose relajada de Honor no engañaba a Mercedes, ya que la conocía muy bien, al igual que sabía por lo que había pasado a lo largo de las últimas cincuenta y seis horas. Y mientras Honor se sentaba en silencio; sin dar una sola orden, Mercedes Brigham sentía una gran angustia, ya que aquella pasividad no era propia de la Honor Harrington que ella conocía. Pero ahora…

Honor continuó en silencio durante unos segundos y finalmente Mercedes se aclaró la voz.

—Perdone, milady. ¿Está hablando con nosotros?

—¿Eh? —Honor miró hacia arriba, después sacudió la cabeza frustrada por su propia lentitud. Se recompuso en su silla, con las manos sobre las rodillas, intentando recapacitar y asintió.

»Imagino que sí, Mercedes. Lo que quiero decir es que, juzgando por la manera de aproximarse, no saben que el escuadrón está aquí.

—Pero… deben saberlo, milady —protestó Bagwell—. Tienen que saber, aunque solo sea por la prensa, que el almirante de Haven Albo nos entregó las naves después del Tercer Yeltsin. Eso significa que saben que la AEG cuenta con once SA —miró al comandante Paxton—. ¿No es así?

—Seguro que sí —contestó el oficial de Inteligencia, pero sus ojos estaban fijos en Honor, no en Bagwell y su mirada era intensa.

—Pero no creen que están en Yeltsin —Honor sembró la confusión entre su equipo, menos en Paxton. Desvió la vista hacia el enlace de comunicación de la zona de mando del Terrible. Alfredo Yu miró hacia atrás desde la pantalla y ella sonrió, sin tener ni la más remota idea de la cara de desfallecimiento que arrastraba—. Candor y Minette, Alfredo —le dijo ella y vital rostro de entendimiento.

—Claro, milady. Este ha sido su objetivo todo este tiempo, ¿no es así?

—Eso creo. Al menos eso espero, porque quizá tengamos una oportunidad. No es segura, pero algo es algo.

—Milady, aun no lo entiendo —protestó Bagwell.

—Atacaron Candor y Minette para expulsar a nuestros SA fuera de Yeltsin, Fred —dijo Honor—, y creen que lo han conseguido. Ese es el único motivo por el que se dirigen hacia un enfrentamiento con los fuertes. Creen que pueden expulsarles, y esos cargueros son tan solo el transporte para ocupar los astilleros después de acabar con sus defensas. No pueden esperar quedarse con ellos, pero sí pueden destruirlos, y si han traído suficientes equipos aprender mucho acerca de nuestros sistemas, para poder plagiarlos.

—Tiene sentido, milady —dijo Paxton asintiendo con la cabeza—. Hemos sido el aliado más visible de Mantícora desde que comenzó guerra. Si pueden expulsamos y destruir nuestras infraestructuras, entonces demostraran que pueden hacerlo con cualquiera del resto de los aliados del reino. En relación a la estabilidad a largo plazo de la Alianza, merece la pena arriesgar unas pocas naves de guerra, incluso si no consiguen atacar nuestra base técnica.

Honor vio como, al fin, el resto de su equipo empezaba a comprender. Comenzaron a asentir, uno por uno. Pero Bagwell, como era de esperar, les interrumpió.

—Es posible que tenga razón, milady. Pero, ¿de qué manera nos ofrece a nosotros una posibilidad?

—No esperan que tengamos nada más pesado que un crucero de batalla, comandante —dijo Yu desde su comunicador—. Cuando se den cuenta de que no consiguieron sacar todos los SA del sistema, será una sorpresa para ellos.

—Para ser claros —dijo Honor más animada—, el hecho de que no estén esperando ver ninguna nave en el muro puede ayudarnos a hacerles daño antes de que lleguen.

Hubo un momento de silencio, y Bagwell carraspeó.

—¿Va a encontrarse con ellos, milady? —preguntó con cuidado—. ¿Sin el apoyo del fuerte?

—No tenemos otra alternativa, Fred. Posiblemente nos identifiquen a tiempo para mantenernos fuera del fuerte incluso si no vamos en su búsqueda. En ese caso, pueden hacer uso de sus misiles fraccionados y hacernos saltar por los aires. No, debemos acercarnos y echarles fuera a patadas antes de que sepan que estamos aquí.

—Pero, milady, mientras les echamos a patadas, todas sus naves de guerra acabarán por destruirnos —dijo Bagwell.

—Quizá sí y quizá no. —Honor procuró sonar más segura de sí misma que nunca—. Pero es nuestra única alternativa. Sobre todo, si podemos acercarnos lo suficiente.

Bagwell parecía asustado ante la posibilidad de perder a gran parte de la armada de Grayson en el intento, pero ella le miró fijamente hasta que, casi contra su voluntad, asintió.

—De acuerdo, señores —dijo acercándose a su silla de mando—, vamos a hacer lo siguiente.