25

25

Thomas Theisman se tomó un descanso mientras la FO Catorce realizaba la traducción de alfa. La Operación Daga ya había comenzado y, como siempre, era un alivio ver que por fin estaba en marcha, pero esta vez tenía otros motivos para estar satisfecho.

Hasta ahora, las cosas habían marchando bien e intentaba convencerse a sí mismo de ello. Aunque toda la fuerza operante había tardado menos de nueve horas en su viaje a Casca durante los ensayos, el espacio interestelar era un lugar peligroso y lleno de escondites. Además de saber que la seguridad operacional se había mantenido, lo más gratificante de todo era que las últimas simulaciones habían marchado mucho mejor que las de sus predecesores. Los ordenadores estimaban que la FO Catorce había tenido pérdidas insignificantes y al mismo tiempo habían llevado a cabo todos los objetivos de la Operación Daga dentro del marco temporal establecido.

¿Aún creía en la antigua superstición de que un mal ensayo siempre presagiaba un éxito inminente? ¿O quizá era porque, a pesar de la proximidad de Casca, habían fallado al identificar al resto de los superacorazados graysonianos en el sistema? Trató de tranquilizarse, repitiendo de nuevo las estimaciones de Inteligencia de los tiempos de reconstrucción de Grayson, pero de alguna manera no parecía suficiente.

Tomó aliento y miró a su alrededor de forma discreta. Finalmente, tuvo que reconocer la verdad en la privacidad de sus propios pensamientos. La última actualización de Inteligencia incluía una referencia que Thomas Theisman consideró preocupante. El Departamento de Seguridad del Estado había tomado medidas drásticas desde el golpe. Todas las medidas de Inteligencia eran tomadas con mucha cautela y Seguridad del Estado asumía que los oficiales no debían estar informados de todos los detalles.

Sin embargo, lo que en su día había sido Inteligencia Naval, antes de que fuera absorbida por Seguridad del Estado, confirmó que Honor Harrington se había trasladado a Yeltsin avergonzada después del duelo de Mantícora.

Theisman sacudió la cabeza. ¿Cómo podían echarle en cara a Honor algo como eso? No era necesario recabar mucha información para demostrar que Pavel Young se merecía todo lo que le ocurrió y Thomas Theisman estaba satisfecho de alguna manera la con manera que tuvo ella de terminar con él. Le resultaba gracioso, pero era cierto. Veía a Honor Harrington como una enemiga, pero la respetaba, ya que siempre los había tratado a él y a su gente con dignidad después de su rendición en Yeltsin. Todo ello teniendo en cuenta que la RPH había atacado y asesinado a personal de Mantícora de forma deliberada.

Además, era una de las mejores en este negocio. Incluso los oficiales de la AP que la detestaban lo admitían, y había muchos. Era el tipo de oficial que la Armada se peleaba por tener, ¿y aun así la RAM la había dejado fuera? ¿Por disparar a una escoria de la sociedad durante una batalla justa y legal? Increíble.

Pero a pesar de la actuación errónea de los mantis, Theisman dudaba que los graysonianos compartieran su opinión. No, si Harrington estuviera en Yeltsin, la AEG le habría ofrecido una misión. Y dada la necesidad que tienen de oficiales experimentados, posiblemente la habrían ascendido de rango.

Si Caballo de Acecho había funcionado, ahora se encontraría en Casca junto con el resto de las naves de Grayson en el muro. Pero si no había funcionado, podría tener que enfrentarse a ella de nuevo, esta vez con un SA o dos, ¿no sería divertido? A pesar de su ambición y su capacidad de planificación, Alexander Thurston era un enemigo fácil para Honor Harrington una vez las cosas empezaran a ponerse feas. Y aunque Theisman había acabado con ella una vez, sabía muy bien que se debía en gran parte a que las circunstancias le habían favorecido. Si estaba al mando de una gran nave dentro de la armada de Grayson, la FO Catorce corría peligro.

Pero si eso ocurría, aun tenían posibilidades, pensaba. Podía ser buena, pero sus treinta y seis naves de batalla podían encargarse de los dos o tres SA que Grayson había colocado como defensa de la zona.

Asintió, animado y sonriente al pensar en el respeto casi supersticioso que albergaba por ella. Se sentó en su silla de comandancia. De una manera u otra, en cuatro días todo habría terminado.

* * *

—¡Será desgraciada! —Lord Burdette dio un puñetazo sobre el escritorio y se levantó de la silla—. ¡Esa ramera de Satán! ¿Cómo? ¿Cómo ha hecho esto?

Edmond Marchant intentó parecer lo más inofensivo posible mientras su gobernador soltaba improperios en su oficina como una bestia enjaulada. El rostro atractivo de Burdette se había llenado de ira y miedo. El clérigo sintió un escalofrío que le recorría todo el cuerpo al recapacitar sobre las noticias que traían los contactos del Ministerio de Justicia de su gobernador.

Lo que más le enfurecía y le alarmaba de aquella noticia era que fuera inconclusa. Aaron Sidemore había sustituido a los simpatizantes de Burdette y el resto de los burócratas que tenían obligaciones pendientes con él, eran miembros de una pequeña fuerza operante que el concejal había establecido. Así que tan solo habían oído rumores. Pero lo que sabían era suficientemente preocupante y en la mente de Marchant persistía la pregunta de su gobernador.

¿Cómo lo habían conseguido? ¿Cómo ha conseguido Cúpulas Celestes reconstruir la escena del accidente si no les hemos dejado entrar en la obra? Marchant había contratado a los ingenieros personalmente para planear la operación. A estos hombres se les ofreció una copia de los planes originales y juraron que el sabotaje sería casi imposible de averiguar incluso teniendo acceso a la obra. Así que ¿cómo ha podido averiguar Cúpulas Celestes que no ha sido un accidente? ¿Cómo saben cómo se produjo?

Satán. Ha tenido que ser gracias a una intervención diabólica. El pecho le apretaba el corazón al pensarlo. Sabía que el diablo lucharía por defender a los suyos, pero ¿cómo se las había apañado? ¿No eran él y su gobernador los preferidos por Dios? ¿Cómo permitía Dios que Satán les destruyera?

¡No! ¡El Señor nunca dejaría que eso ocurriera! ¡Debía de haber alguna manera de…!

¡Si pudiera saber qué era lo que debía hacer! Pero… ¿el qué? Cerró los ojos y rezó, suplicándole a Dios que le mostrara la respuesta, al tiempo que su mente giraba en torno a toda la información que habían averiguado.

Gerrick, pensaba. Adam Gerrick, el ingeniero jefe de Cúpulas Celestes. Fuentes de lord Burdette aseguraban que, fuera lo que fuera, él tenía algo que ver y Harrington le había arropado a bordo de su nave de mando así que…

¡Espera! ¿Por qué se estaba escondiendo en la nave de Harrington? Si él era el que había averiguado lo que realmente había causado el derrumbamiento, ¿por qué le escondían en vez de llevarle a Grayson para que la justicia se encargara de Marchant? Debía haber un motivo, se dijo a sí mismo el clérigo. Pero… ¿Cuál?

Y, después de recapacitar, cayó en la cuenta. El Ministerio de Justicia estaba comenzando con la investigación. Eso significaba que aún no sabía nada, ¿no es así? Si lo hubieran averiguado ya, el herético de Mayhew se habría encargado de seguirle la pista a lord Burdette y no lo había hecho. En vez de eso, había convocado una reunión privada con los gobernadores. Eso quería decir que pretendía exponer el caso ante los gobernadores antes de que Justicia comenzara a investigar. Eso tenía sentido, ¿no? El odio público hacia Harrington estaba aumentado y era mayor que el que sentía hacia Marchant. El protector estaba desesperado por calmar a las fieras antes de llegar a un punto en el que ni siquiera el demostrar que la cúpula de Mueller había sido saboteada la salvaría de las críticas.

¡Claro! Marchant asintió y cerró los ojos con fuerza intentando hacer trabajar a su mente para contemplar todas las posibilidades.

Si Justicia aún no se había hecho con todas las pruebas —y no era posible a menos que avisaran a lord Mueller de que los inspectores deseaban comprobar la obra—, entonces, las únicas pruebas de Mayhew eran las alegaciones de Cúpulas Celestes. Incluso si Gerrick lo hubiera averiguado todo, solo si y su equipo conocía la verdad. Por eso lady Harrington le acogió a bordo de su nave. Estaba intentando protegerle hasta que hablara con los gobernadores.

Si esto era cierto, si él era el testigo estrella de Mayhew, la actitud de Honor era la correcta. Por mucho que Marchant la odiara, la humillación que había sufrido en su confrontación con ella le había enseñado a no subestimarla. Asintió en actitud de resignación ante la astucia de Honor. Si pudiera llegar a Gerrick, hacer que no hablara, ganaría unos días más y el odio hacia ella aumentaría. Entonces ni siquiera la investigación de la Justicia podría…

De repente abrió los ojos. ¡Por supuesto! ¡Lo tenía, la respuesta que tanto le había rogado a Dios que le mostrara!

—… ¡Esa ramera! ¡Será desgraciada y pordiosera! ¡La voy a matar! ¡La mataré con mis propias manos! La…

—¡Milord! —Marchant se dirigió a él para interrumpir su violento monólogo y Burdette se giró violentamente. Sus ojos ardían de furia, tanto que el clérigo dio un paso atrás, pero no podía tenerle miedo. Era un siervo de Dios y sabía la respuesta.

—¿Qué? —dijo Burdette en un tono cortante que nunca había usado con su sacerdote. Marchant comenzó a hablar de forma calmada y razonable.

—Milord, ya sé lo que debemos hacer —dijo.

—¿Hacer? ¿Qué es lo que debemos hacer?

—Aún podemos asegurar el triunfo de Dios, milord.

—¿Cómo? —La ira de William Fitzclarence apenas le dejaba hablar, pero el tono calmado del clérigo estaba surtiendo efecto. Sacudió la cabeza y volvió a su tono de voz normal al repetir la pregunta—. ¿Qué, Edmond? Si saben lo que ocurrió…

—Pero no es así, milord. Aún no. Hasta ahora lo único que tienen son conjeturas, conjeturas de Cúpulas Celestes.

—¿Qué? —Burdette parecía asombrado y Marchant se acercó hacia él.

—Milord, si tuvieran pruebas físicas, cree que Mayhew y el resto dudaría un momento antes de presentar cargos contra usted?

—Pero ¿y si eso es precisamente lo que pretende hacer al convocar esta reunión secreta?

—Si eso es lo que pretende hacer, no habría convocado la reunión a puertas cerradas, milord. ¿No lo ve? Esto prueba que lo que tiene es una teoría. El odio contra Harrington es tan intenso en estos momentos que no trataría de retrasar una aparición en público si supiera con certeza la verdad, así que está intentando presentar a los gobernadores la versión de Cúpulas Celestes acerca lo sucedido.

—Pero… —Burdette hizo una pausa y su expresión era pensativa—. Sí —murmuró—. Sí, tiene sentido, ¿no? No tiene pruebas, pero necesita más tiempo para posponer el juicio de la ramera.

—Efectivamente, milord. Hasta que no se le despoje de su inmunidad como gobernadora, no podremos presentar cargos contra ella. Todo lo que necesita para protegerla por el momento es retrasar la orden de juicio. Es todo a lo puede aspirar. Estoy seguro de ello.

Burdette se puso en pie, concentrado en sus pensamientos y se sentó de nuevo en su silla. Observó sus informes durante unos segundos y sacudió la cabeza.

—Me temo que eso a la larga no tiene importancia, Edmond. Si consigue retrasar el juicio, y si realmente Gerrick y su equipo han averiguado lo ocurrido, encontrarán alguna prueba tarde o temprano. Es posible que no consigan demostrar quién lo hizo, pero si saben lo que están buscando…

—Pero, milord, lo único que necesitamos es evitar que Mayhew gane tiempo para la investigación —dijo Marchant. Burdette levantó la cabeza y el clérigo asintió—. Milord, dentro de unos días ya no importará lo que ocurrió realmente. Lo que sí importa es que hemos hecho entender a los graysonianos qué es lo que ocurre cuando una mujer ocupa el puesto de gobernadora. De hecho, no necesitamos enviar a Harrington a juicio.

—Pero el plan… —Burdette comenzó a hablar, mas Marchant le interrumpió de nuevo.

—Ya sé cuál es el plan, milord, pero recapacite. Si existe alguna prueba física, nuestro plan para acusarla de asesinato no funcionará. Pero si nunca es llamada a juicio, si ni ella ni Gerrick, el hombre responsable del diseño original de la cúpula, cuentan sus versiones de la historia, la inocencia de Honor nunca llegará a ser demostrada del todo. Si Harrington en persona, nunca es absuelta en el juicio, muchos de los graysonianos no acabarán de entender lo que pasó el día de la catástrofe. Siempre quedará la duda, como en la parábola de la manzana podrida. Incluso si no logramos nuestro cometido, lo único que necesitamos es asegurarnos de que no fracasaremos del todo. Todo a su debido tiempo, y Dios apartará esa manzana del cesto.

Burdette se recostó en su sillón y observó a Marchant con atención. El clérigo sonrió.

—A estas alturas, las únicas dos personas que presentan una amenaza ante Dios son Gerrick y Harrington. Ellos son el foco de atención en manos de Satán con el fin de acabar con la buena obra de Dios. Y nosotros, milord, sabemos dónde estarán… dentro de doce horas.