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—¿Entonces es definitivo, excelencia?
—Todo lo definitivo que puede ser sin revelar todo lo que sabemos, reverendo —contestó Benjamin IX—. No podemos usarlo en un juicio hasta que los forenses hagan un duplicado de los modelos de Cúpulas Celestes. Además, posiblemente necesitemos excavar los cimientos. De todas maneras ninguno de los que han visto los análisis tiene dudas al respecto. Todos los contactos con Seguridad Planetaria han sido restringidos a un grupo de confianza de Clinkscales para mantenerlo en silencio por el momento, pero uno de los ingenieros de la Junta Directiva de Seguridad ha comprobado el material de Cúpulas Celestes y da por buenas nuestras conclusiones. —El protector sacudió la cabeza—. No ha sido aprobado de manera oficial, es decir, ante un juez, reverendo. Pero todo sucederá a su debido tiempo.
—Ya veo. —El reverendo Hanks se recostó en su sillón. El nerviosismo y la rabia se podían ver en sus ojos. El canciller Prestwick se sentó junto al reverendo y Benjamin se preguntaba cuál de los tres estaba más agotado. Estaba seguro de que habría empate entre los tres.
—Me cuesta mucho creer que aquel que se hace llamar hijo de Dios pueda provocar la muerte de niños inocentes. —La voz de Hanks sonaba profunda y envuelta en dolor—, pero dada la rapidez con la que lord Burdette y Marchant han reaccionado ante los informes iniciales…
El reverendo sacudió la cabeza entristecido, pero el odio crecía en sus ojos. La figura espiritual de la Iglesia de la Humanidad Libre era un hombre gentil y compasivo, pero la Iglesia en ocasiones había hecho uso de la espada.
—Estoy de acuerdo, reverendo —dijo Prestwick—, pero si me permite, el lado secular es aún más complicado. Tenemos pruebas de que el destacamento de Burdette estaba implicado, pero en este momento, toda evidencia de complicidad, incluso con Marchant, es solo una especulación. Harding pudo haber actuado en solitario.
Benjamin miró al canciller incrédulo y Prestwick se encogió de hombros.
—Si lord Clinkscales y Seguridad pueden identificar a los trabajadores que sabotearon el ceramacrete y podemos relacionarles con Harding, entonces tendremos pruebas definitivas sobre una posible conspiración, excelencia. Pero a menos que demostremos la relación entre los conspiradores y lord Burdette, no tendremos suficientes pruebas para condenarle. A estas alturas, no estamos seguros de poder probar esta relación, pero lo que sí sabemos es que no podemos recopilar todas las pruebas que lo demuestran para poder llevar a cabo una investigación formal.
—Y si autorizo una investigación —Benjamin suspiró—, deberíamos sacar a la luz a todos aquellos que están relacionados con Burdette.
—Me temo que sí, excelencia. Especialmente con sus… contactos con la justicia.
—Si es culpable, intentará destruir todas las pruebas antes de que lleguemos nosotros —dijo Benjamin—. Su autonomía como gobernador le da derecho a paralizar cualquier investigación del equipo de la Espada en Burdette y salirse con la suya.
—Quizá lo más importante, excelencia —destacó Hanks— es que el veredicto de la opinión pública puede decidirse antes de que el Ministerio de Justicia comience con todo el proceso. La Sacristía ha sido firme en cuanto a sus instrucciones, pero muchos de nuestros sacerdotes las están ignorando, incluso aquellos que no temían a lady Harrington antes de que la cúpula se derrumbara. La naturaleza del desastre, las muertes que ha ocasionado… —Suspiró y sacudió la cabeza de nuevo—. Este tipo de catástrofes sacan lo peor de mucha gente. Les obliga a protestar contra posibles injusticias y las pruebas han sido tan condenatorias que nadie las cuestiona. La situación ha alcanzado límites insospechados, y empeorará hasta que no demostremos que lady Harrington es víctima de una conspiración. De hecho, muchos de los daños ya no tienen solución, incluso si la absuelven ante el juez. Ella es una gobernadora. Sus enemigos se encargarán de extender rumores sobre como utilizó su cargo para elaborar una coartada, sobre como el veredicto del juez fue un acto para encubrirle a usted y a la madre Iglesia por conveniencias políticas. Una vez la gente se convenza de su culpabilidad, siempre quedará la duda en la mente de muchos y cuanto más nos demoremos en mostrar las pruebas con las que contamos, más se convencerá la gente de su culpabilidad.
—Tiene razón, excelencia —Prestwick se frotó las manos sobre su regazo y se mostraba preocupado—. Ya estamos escuchando acusaciones sobre el retraso de la investigación para proteger a lady Harrington y han ocurrido varios incidentes de bandas violentas organizadas contra Cúpulas Celestes. El día después del derrumbamiento hicieron explotar maquinaria por valor de ocho millones de austins en el Destacamento de Surtess. Peor aún, tres trabajadores de Cúpulas Celestes fueron atacados anoche en el Destacamento de Watson. Uno de ellos está en estado crítico, está en coma, aunque los doctores tienen esperanzas de que se recupere. Me han llegado más noticias sobre incidentes de este tipo, están atacando a todos aquellos que estén vinculados con Harrington, tengan relación con Cúpulas Celestes o no.
El canciller se frotó sus ojos cansados y se encontró con la mirada del protector.
—A pesar de todo eso, excelencia, se trata tan solo de un síntoma. El odio real está dirigido hacia lady Harrington y está alcanzando proporciones alarmantes. He recibido peticiones de treinta y ocho destacamentos y de más de noventa miembros del cónclave de gobernadores que solicitan su retirada del cargo de almirante y presentan denuncia por asesinato. Con seis peticiones más, me veré obligado a llevar a cabo estas acciones. Y si eso ocurre…
Se encogió de hombros desesperado y Benjamin asintió. Las pruebas que había elaborado Adam Gerrick —basadas en una admirable reconstrucción de los hechos, pensaba el protector— acabarían con las acusaciones. Desafortunadamente, para demostrar la inocencia de Honor ante los gobernadores habría que enfrentarse al hombre que estaba detrás de toda la operación. Es más, el juicio sería televisado en todo el sistema estelar y ello perjudicaría juicios posteriores. Si Harding y sus secuaces fueran llamados ajuicio, sus abogados defenderían que las pruebas presentadas en el juicio perjudicarían a aquel que actuara como miembro del jurado, y tendrían razón.
¿Pero cómo podría evitar eso? El reverendo Hanks tenía razón; este crimen sacaba lo peor de mucha gente y, dejando a un lado a los culpables, todos los gobernadores señalaban a Honor como culpable de los hechos. Su rabia era comprensible, y posiblemente traería consigo seis peticiones más solicitando sentencia. Si aquello ocurría, debía seguir adelante con el proceso, y los culpables saldrían ilesos.
Movió su silla hacia atrás y frunció el ceño. Era el protector de Grayson. Su trabajo era asegurar que aquellos que fueran culpables de un crimen no se salieran con la suya, y eso era precisamente lo que iba a hacer. También debía proteger a los inocentes, ello quería decir que debía poner fin a las oleadas de violencia contra Cúpulas Celestes y los habitantes de Harrington, además de a Honor. ¿Cómo demonios iba a conseguirlo sin entregar el informe de Gerrick a los gobernadores y a la prensa?
—De acuerdo —suspiró finalmente—. Este nido de serpientes tiene demasiadas cabezas; sin embargo, daremos con ellas. Posiblemente nos muerda alguna, así que lo mejor que podemos hacer es intentar minimizar las consecuencias —Prestwick asintió descontento y el reverendo Hanks le miraba estático.
—Henry. —El protector se giró para mirar al canciller—, quiero que te pongas a trabajar con Seguridad. Vete acompañado del concejal Sidemore. —Prestwick asintió de nuevo. Aaron Sidemore era Ministro de Justicia y le iban a meter en esto rápidamente. Afortunadamente, era un nuevo candidato, sin ningún vínculo con el sistema antiguo lo cual podría haber traído consigo filtraciones, y es un hombre serio y responsable.
»Debemos tener mucho cuidado —continuó Benjamin—. La Espada ha hecho pública la posibilidad de traición por parte de una gobernadora. Te daré una confirmación escrita para Sidemore.
Prestwick asintió de nuevo, pero se mostraba más tenso de lo habitual y Benjamin sonrió. Hacía más de un año-T que un protector no ejercía su autoridad constitucional para vigilar a los miembros de la Llave y el hecho de desempolvar antiguas leyes podría traer consigo una crisis constitucional si algún miembro de la Llave se enfrentaba a él. Pero apelando a la Espada sobre una posible traición, Benjamin también podía ayudarse de la Justicia para investigar de forma secreta. Por ley, podía mantener la investigación de forma confidencial durante tres semanas; después, debería presentar cargos sobre un gobernador en particular y convencer a la mayoría de la Junta Judicial de gobernadores de que la búsqueda de más pruebas estaba justificada o abandonar el caso. Pero, al menos, podían empezar a trabajar en el caso sin alertar a Burdette.
—Por el momento —dijo el protector—, debemos continuar con la sentencia o arriesgaremos la posibilidad de dar con los verdaderos criminales. —Se mordió el labio inferior por un momento y suspiró—. No veo la manera de continuar sin, al menos, advertir a Burdette. Para paralizar el juicio, debo informar a los gobernadores de cuáles son mis sospechas.
—Eso es arriesgado, excelencia —comentó Prestwick—. Quizá piense que todo esto no es más que una táctica política, que usted tiene motivos suficientes para creer que el derrumbamiento fue provocado por alguien que no es Honor Harrington. Debe exponer, al menos, parte de las pruebas con las que cuenta.
—Lo sé, pero nos metemos en problemas tanto si lo hacemos como si no, Henry. Un juicio colocará todas las pruebas sobre la mesa. Creo que voy a tener que improvisar sobre la marcha, ir revelando parte del informe de Gerrick para sugerir que existen motivos por los que debo examinar las pruebas encontradas por los inspectores de la obra para averiguar qué ocurre.
—Eso no será suficiente, excelencia —contestó el canciller.
—Puede que tengas razón y si tengo que llegar más allá, lo haré. Pero antes tengo que intentar causar el menor daño posible.
—Bueno, sí, excelencia. Imagino que lo puede intentar —Prestwick parecía albergar dudas al respecto.
—Excelencia —el tono del reverendo Hanks era más formal que de costumbre—, la Iglesia no suele entrometerse en los asuntos de los gobernadores. Sin embargo, cuenta con mi apoyo y el de la Sacristía. Si lo desea, me reuniré con ellos para intentar convencerles de que acepten la petición de dilación sin divulgar las pruebas. Si les hago saber que he visto todas las pruebas y he respaldado sus conclusiones, puede que les convenza para que no hagan presión.
—Gracias, reverendo. —El tono de Benjamin denotaba su profunda gratitud por el ofrecimiento de Hanks. El reverendo estaba en lo cierto acerca de la Iglesia y su imparcialidad. También era cierto que su posición de reverendo le daba la capacidad legal de un gobernador. De hecho, le hacía miembro del Consejo del protector y de los gobernadores, y si estaba dispuesto a apoyar a la Iglesia para retrasar los procedimientos del juicio podría funcionar sin revelarle nada a Burdette.
—Excelencia, si existe la mínima posibilidad de que un ex sacerdote esté involucrado en el asesinato de estos niños, la madre Iglesia no tendrá otro remedio que dejar que la justicia se encargue de él —dijo el reverendo con decisión, y Benjamin asintió.
—En ese caso, Henry, tan pronto como tú y Sidemore hayáis terminado la reunión preliminar, quiero que envíes una convocatoria para una sesión a puertas cerradas con los gobernadores. Intentaremos mantener a los medios fuera de este asunto.
—Sí, excelencia.
—¿Dónde está Gerrick? —preguntó el protector y Prestwick frunció el ceño y asintió, como dándose la razón a sí mismo.
—Creo que continúa a bordo del Terrible, excelencia, lord Clinkscales me ha dicho que fue a explicarle lo sucedido a lady Harrington y que el médico del Terrible le ordenó que descansara por motivos de salud.
—Ha hecho bien, sin duda —murmuró Benjamin al recordar el rostro del aquel hombre pálido y destrozado que había visto en el comunicador. ¿Hacía solo tres horas? Sacudió la cabeza y se incorporó en su silla.
—Deberíamos dejar que descanse por ahora —dijo con cautela y asintió—. De hecho, anunciemos dónde está, Henry. Enviemos una nota de prensa informando de que está consultando con lady Harrington, pero sin decir de qué están hablando. No mientas; solo cíñete a los hechos y es posible que esta noticia dé la conclusión que estamos buscando.
—¿La conclusión que estamos buscando, excelencia? —repitió Hanks y Benjamin sonrió.
—Reverendo, a no ser que ya sepan algo del informe de las Cúpulas Celestes, los responsables deben sentirse muy satisfechos en este momento y pensarán que lady Harrington debe estar desesperada. Bien, me gustaría usar esto en su contra. Quizá podamos convencerles de que ha organizado una conferencia con su ingeniero para intentar salvar los restos del derrumbamiento, eso lo hará todo más creíble… y más prudente. Además, es aconsejable que apartemos a Gerrick de los medios hasta que finalicemos con nuestra sesión especial.
—Creo que es una buena idea, excelencia —dijo Prestwick—. Es más, si me permite, contactaré con Howard Clinkscales. Entre los dos, seguro que podemos elaborar una noticia muy creíble y quizá algo confusa para reforzar la imagen que queremos dar. Hablaré también con los ingenieros del resto de las Cúpulas para que estén al tanto.
—Buena idea, Henry. Buena idea. —Benjamin se frotó la nariz y trató de pensar qué más se podía hacer, pero su agotamiento no le dejaba pensar.
—Con su permiso, excelencia, creo que yo también iré al Terrible —dijo el reverendo Hanks. Benjamin levantó la vista y Hanks se encogió de hombros—. Conozco a lady Harrington lo suficiente para darme cuenta de lo que debe estar pasando, excelencia. Me gustaría hablar con ella y también creo que debo encargarme de la conferencia de los cónclaves para evitar que se filtre a través de los canales de la Armada o de la Espada. —El reverendo frunció el ceño pensativo y asintió—. De hecho, estoy seguro de que el canciller Prestwick tendrá la orden preparada para cuando hable con la Sacristía y les explique lo ocurrido, proporcionándoles solo la información necesaria. En ese caso podría acompañarme a la conferencia al día siguiente. Me parece la manera más rápida y confidencial de ultimar los preparativos.
—Sí, reverendo, ¡aunque me incomoda un poco usar a la cabeza de la madre Iglesia como un mero mensajero!
—No soy un mero mensajero, dadas las circunstancias, excelencia —contestó Hanks—, y la madre Iglesia y los ciudadanos de Grayson le debemos mucho a lady Harrington y haremos todo lo que esté en nuestras manos.
—Tiene razón, por supuesto —dijo Benjamin y miró hacia ambos lados en dirección a los dos hombres que estaban al final de la mesa—. En ese caso, caballeros, pongámonos manos a la obra.
* * *
—Bueno, ha sido un desastre… interesante —dijo el ciudadano contraalmirante Theisman. Su tono era tan brusco que el ciudadano comisario LePic no pudo evitar soltar una sonrisa. Pero el comentario tenía una explicación. El Grupo de Trabajo 14.2, compuesto por nueve naves de batalla y elementos de reconocimiento al mando de Theisman, acababa de realizar un ejercicio perfecto en el simulador. Desafortunadamente, el GT 14.3 del ciudadano almirante Chernov había entendido mal las órdenes del contraalmirante. Se colocó lejos de su posición en su acercamiento a Masada y los ordenadores informaron que los cruceros de batalla de Grayson que protegían Endicott habían finalizado su operación con éxito. Se habían producido grandes pérdidas por parte del equipo de Chernov, pero no eran lo suficientemente graves como para acabar con la brigada de tropas y cuatro de sus cinco cargueros hasta arriba de munición.
Theisman suspiró. No le hacía mucha ilusión tener que armar al planeta entero de fanáticos religiosos —sobre todo cuando sabía por experiencia de lo que eran capaz—, pero si tenía que hacerlo, debía hacerlo bien. Sabía bien que el comandante del otro grupo de trabajo estaba aguantando a Thurston y a Preznikov en ese preciso momento, pero no era culpa de Chernov. Esta operación era más compleja de lo que Theisman se imaginaba. Ni él ni Chernov sabían, por ejemplo, que todo el grupo iba a llegar a Yeltsin en tropel antes de abandonar la fuerza operante de Endicott…, precisamente porque no era parte del plan inicial. Theisman recapacitó un tanto alterado, nunca le había gustado la idea de dividir a la fuerza operante en dos, de manera que actuaran independientemente una de la otra, pero habría sido todo un detalle si él y los comandantes del otro grupo de trabajo se hubieran enterado un poco antes. Sin embargo, la maniobra les había pillado por sorpresa por eso no era de extrañar que el sistema de navegación de Chernov estuviera apagado.
Sin embargo, pensaba, el objetivo del simulador era averiguar cuál era el problema y solucionarlo. Nunca encontrabas todos los problemas, por supuesto. Lo mejor que podías hacer era evitar que el de al lado estropeara tu plan de operaciones y rezar para que nadie te acabara pateando el culo.
—De acuerdo —dijo a su equipo—, hemos tenido un pequeño incidente. Estas cosas pasan. Lo importante es que evitemos que ocurra de nuevo. Para ello, repasemos nuestras órdenes de movimiento. Mañana es el último día de simulaciones. Dentro de cinco días, no podremos permitirnos ningún error o acabaremos lamentado algo mucho más serio que los resultados que nos muestra la pantalla, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, ciudadano almirante —dijo LePic con firmeza y el resto del equipo asintió.
—En ese caso —dijo Theisman hacia su oficial de operaciones—, pongámonos primero con los esquemas de operación generales, Megan. Quiero saber si podemos integrar el grupo de trabajo del ciudadano almirante Chernov con nosotros desde el principio. Si hubiéramos contado con ellos en nuestra red de comunicación, nos habríamos dado cuenta de que se estaba alejando antes de que alcanzara el hiperespacio fuera de Yeltsin.
—Sí, ciudadano almirante —dijo el oficial de operaciones, tecleando sus indicaciones en la terminal para hacer uso de los archivos necesarios—. De hecho, ciudadano almirante, estaba pensando que esto es lo que debemos hacer…
Thomas Theisman se recostó en su silla, escuchando como su equipo analizaba el problema y rezando para que Yeltsin se encontrara en la situación que le había indicado Thurston. Porque si no era así, y no conseguían acabar con aquello que se cruzara en su camino, solo Dios sabría como terminaría en realidad la Operación Daga.