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—… Así que el conde de Haven Albo está presionando a los repos en Nightingale y en la Estrella de Trevor, milady, pero no parece que vayan a rendirse de momento. —El teniente primero Paxton hizo una pausa, presionó una tecla para congelar la pantalla de su memobloc, y miró hacia la mesa de reuniones para invitar a formular preguntas, pero Honor tan solo asintió. El informe de Paxton sobre el frente había sido muy exhaustivo. Honor no esperaba menos de un hombre con sus credenciales.
—Gracias, teniente —dijo ella entonces—. La verdad, estoy más preocupada por nuestra situación a nivel local. ¿Qué puede decirnos sobre nuestra flota? —Le pareció extraño pronunciar aquella frase para referirse a una formación no manticoriana, pero los once SA de la AEG bien merecían aquella mención.
—Teniendo en cuenta la situación, milady, espero ver grandes cambios en breve. Estoy seguro de que el comandante Bagwell —Paxton asintió hacia el oficial de operaciones— está más al tanto que yo, pero desde mi punto de vista creo que los mantis…
Se paró, y su rostro se ruborizó de una manera inusual. Honor se tapó la boca con la mano para esconder su risa, pero Nimitz no se contuvo. Su suave y divertido «blik» rompió el silencio y Paxton enrojeció aún más.
—Lo siento, milady. Quise decir «los manticorianos».
—No, comandante, quiso decir los mantis —Honor bajó la mano y dejó entrever su sonrisa—. Lo he oído antes, sabe, mientras no le añada ningún adjetivo peyorativo no tengo ningún problema.
—Yo… —Paxton hizo una pausa, sonrió y levantó ambas manos en señal de rendición—. Gracias, milady. Me rindo.
Honor le devolvió la sonrisa y el teniente primero sacudió la cabeza.
—Pase lo que pase, yo creo que los manticorianos se dispondrán a retirar el resto de sus naves de la Estrella de Yeltsin en unas semanas. ¿No es así, Fred?
Miró hacia Bagwell y el oficial de operaciones asintió.
—No es oficial, milady —dijo él—, pero hemos recibido información de la Comandancia Central. El almirante Suárez ha informado oficialmente al gran almirante Matthews de que el Almirantazgo manticoriano está considerando un despliegue. Dadas las condiciones en el frente, la Central cuenta con que la RAM reduzca su presencia en Yeltsin, ahora que más o menos nos podemos valer por nosotros mismos. Dado que más de la mitad de nuestro muro de batalla está ocupado por unidades manticorianas, el impacto puede ser de importancia.
Honor levantó una ceja, pero Bagwell sacudió la cabeza enseguida.
—La Comandancia Central no se está quejando, milady. Si la Alianza quiere mantener la velocidad, la RAM tiene que conseguir refuerzos de donde pueda, y nosotros somos una buena opción. Dadas las circunstancias, nos han dado un plazo de tiempo bastante razonable y el Escuadrón de Batalla Dos está listo para tensar la cuerda. Si todo sigue como hasta ahora, nuestras defensas dependerán cada vez más de nuestros recursos, y la Central quiere que nuestro escuadrón esté listo para antes del —consultó su memobloc— seis de marzo.
—Ya veo —Honor se frotó las sienes mientras calculaba la fecha. Como todos los planetas extrasolares, Grayson tenía un calendario local, pero a diferencia de la mayoría, ellos solo lo utilizaban para llevar la cuenta de las estaciones. Tampoco se basaban en la fecha de los aterrizajes de los primeros colonos, como hacía el resto de los sistemas. En su lugar, y demostrando ser más testarudos que nadie, se aferraron al antiguo calendario gregoriano de la Antigua Tierra, el cual era muy poco apropiado para la duración de los días de su planeta, y peor aún para los años. Es más, mantuvieron la fecha de la Era Cristiana, y para complicar aún más las cosas, la acompañaban de ad., proveniente del latín «Anno Domini» mientras el resto de los planetas utilizaban las mismas siglas para indicar «ante diáspora». Aquello era suficiente para desconcertar a cualquier recién llegado, y por algún motivo que desconocía, Honor siempre tenía problemas al recordar si se encontraban en el año 4019 o en el 4020, a pesar de todos los documentos oficiales que firmaba continuamente. Pero, al menos, a bordo de sus naves, también hacían uso del día de veinticuatro horas de la Antigua Tierra, de esta forma no tenían que convertir las diferentes duraciones de los días. Tan solo tenía que recordar cuántos días tenía cada mes.
Tuvo que hacer uso de la canción que le había enseñado Howard Clinkscales para llevar la cuenta de los días del mes. Febrero era el mes más corto, lo cual quería decir que para el seis de marzo faltaban cuarenta días, y frunció el ceño mientras repetía sus cálculos mentales por temor a equivocarse. Pero estaba en lo cierto, miró a Bagwell y a Mercedes Brigham.
—Entonces no tenemos mucho tiempo. —La expresión de sus rostros le hicieron entender que aquel comentario se sobreentendía, y la comisura izquierda de su boca se arqueó—. ¿Podemos hacerlo?
Bagwell miró a la capitana Brigham, cediéndole la palabra a su jefe de personal con una gran sonrisa en la boca. Mercedes frunció el ceño.
—Podemos intentarlo, milady —dijo ella—. El almirante Brentworth ha entrenado al Magnífico, Valeroso y Regalo de Mantícora como una gran división durante más de dos meses. Furioso y Glorioso solo llevan operativos dos semanas, pero se están poniendo en forma. Sin embargo, ninguno de ellos ha servido nunca en un escuadrón y el Terrible abandonó el astillero el viernes. Así que lo que nos debemos preguntar es con qué rapidez podemos alinear nuestra división.
—¿Está de acuerdo, capitán Yu? —Honor sintió que su voz tomaba un tono más frío, pero Yu no pareció darse cuenta. Tan solo se recostó en su asiento y se frotó la barbilla con los ojos medio abiertos y asintió.
—Creo que sí, milady. Pero será muy justo. El almirante Brentworth ha hecho un buen trabajo con sus ejercicios, así que contamos con una buena base, pero el almirante Trailman y el almirante Yanakov tan solo han estado unos días con el escuadrón y hasta ahora no hemos realizado ninguna simulación, y menos aún ejercicios a este nivel. Creo que nuestros comandantes cogerán el ritmo, aunque el Terrible sigue en el astillero, para llevar a cabo los últimos ajustes y aun no he terminado con las pruebas de potencia y artillería. Oficialmente estamos operativos, pero… —Se encogió de hombros y miró a Honor—. Quizá sea interesante trasladar el mando a otra nave durante unos días, milady. Eso le daría tiempo para preparar al escuadrón, mientras yo finalizo las pruebas de seguridad y reparo los fallos de última hora.
Honor le observó con atención. A ningún capitán le agradaba admitir que su nave no estaba lista para combate, y Yu tenía más motivos que nadie para hacer lo contrario. Tenía que saber que si Honor quería deshacerse de él, este sería el momento perfecto para hacerlo. Si el Terrible no estaba listo, ella no tenía otra opción que asignarle el mando a otro comandante. Y finalmente, podría quedarse con este último y destituir a Yu basándose en que su equipo ya estaba formado.
Sin embargo, no había ningún signo de evasión en su voz. Le estaba explicando lo que a su juicio era lo mejor para el escuadrón, y sabía que estaba en lo cierto. Aquello tan solo consiguió despertar en ella el deseo de denegar su oferta. No sabía muy bien cuáles eran los motivos, pero comenzó a sacudir la cabeza confundida.
—Aún no, capitán. Primero vamos a ver cómo marchan los ensayos. —Sonrió de repente—. Yo también he capitaneado naves defectuosas. Lo mínimo que puedo hacer es tener la misma paciencia que mi almirante tuvo conmigo.
La mirada de Yu era menos áspera. No dijo nada, pero bajó la cabeza en señal de agradecimiento, y Honor se giró hacia Paxton.
—De acuerdo, teniente. Nos pondremos con temas operacionales en seguida. Por el momento, volvamos al informe.
—Sí, milady —Paxton consultó su memobloc de nuevo—. Dejando a un lado los cambios en el despliegue que tengamos en Yeltsin, el gran almirante Matthews ha decidido reforzar Endicott Ticket con la mitad del segundo crucero de batalla. Esto supone que…
Continuó con su voz clara y precisa, describiendo los detalles del despliegue local y Honor se inclinó sobre su silla, mientras escuchaba con atención.
* * *
El vicealmirante Alexander Thurston leyó el conciso informe sin mostrar ninguna expresión en su rostro. No era fácil esconder el desprecio que estaba experimentando por aquello, pero contaba con muchos años de experiencia. Colocó el panel de mensajes sobre su escritorio y esperó un momento para asegurarse de que su máscara estaba bien ajustada antes de mirar hacia arriba.
Thurston podía ser el comandante oficial de la Operación Daga, pero el hombre que estaba frente a él le imponía respeto. El mono sencillo del ciudadano Michael Preznikov no tenía ninguna insignia, y sin embargo la ausencia de todo rango era una señal de arrogancia. El hecho de que de todos los hombres y mujeres a bordo de la NAP Conquistador, Preznikov era el único que no portaba ninguna insignia, le identificaba como el comisario popular de los residentes de la nave de batalla además de ser el representante directo del Comité de Seguridad Pública en sí.
Además, a Thurston le gustaba saber que era la única persona que podía hacer desaparecer a todos y cada uno de los miembros a bordo del Conquistador, incluido cualquier vicealmirante que fuera tan estúpido como para cuestionar su autoridad. Aquello era importante para Thurston y lo tendría siempre presente hasta que alguien viniera a cambiarlo.
—¿Existe algún problema, almirante? —preguntó Preznikov, y el tono de Thurston denotaba una profunda preocupación.
—Otro retraso —dijo tan calmado como pudo. Le entregó el informe, ya que Preznikov tenía derecho a ver todas las comunicaciones tanto personales como oficiales, y apretó los dientes cuando el comisario le entregó esta.
Alexander Thurston era uno de los pocos oficiales que no estaba ligado a ninguna familia de legislaturistas con el que acceder al rango de capitán en la Armada Popular dentro del antiguo régimen. Le concedieron algunos privilegios en el Comité de Seguridad Pública, ya que la falta de patrocinio, que le habría impedido alcanzar el rango de comandante durante el antiguo régimen, era ahora la garantía en el nuevo sistema. Era muy consciente de los factores que habían logrado esto…, y sabía que el Comité no duraría para siempre. Pierre era básicamente un prisionero de la masa; cuando no podía cumplir sus promesas, aquello se volvía en su contra, y el caos resultante abría una oportunidad para otro comandante militar de éxito. Thurston estaba dispuesto a tolerar aquellos inconvenientes con tal de posicionarse adecuadamente, pero aquello no significaba que le gustara ser considerado el segundo de a bordo por un pirata político sin ninguna experiencia naval.
Sin embargo, Preznikov era único en este aspecto. El Comité rara vez podía escoger sus espías dentro del mismo cuerpo de oficiales que pretendía vigilar, y Thurston sabía que podía estar agradecido de poder hacer uso de uno de los excomisarios. Había visto a uno o dos en acción; eran más insufribles que Preznikov, y contar con antiguos técnicos militares que pudieran desautorizarle en base a su experiencia naval previa, le ponía a Thurston los pelos de punta. Podía ser peligroso. Cualquier idiota que supiera lo que hacía era mucho más peligroso que aquel que admitía que no sabía lo que hacía.
Preznikov terminó de leer, colocó el panel sobre el escritorio y frunció el ceño.
—¿Es serio, almirante?
—No estoy seguro, comisario. —Incluso a los mejores les gustaba oír aquel tratamiento—. Llevamos dos semanas de retraso. Si esto aguanta —señaló el informe con el dedo—, y solo perdemos otra semana más o menos, entonces no debería ser un problema. Pero si el retraso es mayor, podría traernos serios problemas.
—¿Por qué? —preguntó Preznikov, y Thurston dio un puñetazo en el escritorio. ¡Maldita sea! ¡Había leído todo el plan de operaciones! ¡Incluso el comisario más inepto habría sabido la respuesta a aquella pregunta!
Pero el vicealmirante relajó el puño y asintió, como si la pregunta de Preznikov fuera totalmente razonable. Y, se recordaba a sí mismo, al menos había preguntado. Aquello indicaba la aceptación de sus limitaciones… al menos, Thurston esperaba que así fuera.
—Existen dos motivos, comisario —dijo él—. Primero, Daga depende del Caballo de Acecho para atraer al enemigo a nuestro terreno, y las maniobras del Caballo de Acecho deben ser perfectamente coordinadas en tiempo y espacio para conseguir el efecto que deseamos. Incluso si lo logramos, debemos acertar nuestro objetivo dentro de un margen muy breve, y todo aquello que genere un retraso (como un problema en el programa de operaciones) disminuye nuestra probabilidad de éxito.
Hizo una pausa, y Preznikov asintió, para que él continuara.
—Segundo, el plan de operaciones original requería reunir a la Fuerza Táctica Catorce para poder continuar como una fuerza unitaria. Esto —señaló de nuevo el mensaje— no hace ninguna mención específica sobre las otras unidades de la fuerza táctica, pero si la Central opina que la situación en Nightingale es tan peligrosa que está retrasando el lanzamiento del acorazado del Caballo de Acecho, es posible que decidan no reducir el número de naves que cubren otros sistemas alrededor de la Estrella de Trevor. Y dado que más de la mitad de nuestras unidades serán lanzadas desde ese sector…
Hizo una pausa, encogiéndose de hombros, y Preznikov frunció el ceño.
—¿Por qué motivo no fue considerada esta posibilidad durante los planes preliminares? —preguntó con frialdad, y Thurston midió el tono de su voz al contestar.
—Cuando mi equipo y yo preparamos el plan original para esta operación, comisario, solicitamos expresamente que las fuerzas salieran de más atrás, para evitar este tipo de problema. De hecho, en principio pedimos los Escuadrones de Batalla Quince y Cuarenta y Uno, y nuestra solicitud fue aprobada. Desafortunadamente, fuimos informados después de que ambos escuadrones (que como usted sabe están actualmente en Malagaza) ya no están… disponibles. Aquello nos obligó a buscar naves en otros lugares a última hora, y como debíamos evitar retrasos innecesarios durante el trayecto, aquel lugar debía estar cerca. Sin embargo, todos los sistemas que están a nuestro alcance están también cerca de la Estrella de Trevor en caso de ser susceptibles de contratiempos de última hora por culpa de las fuerzas enemigas.
Preznikov se estremeció ante la mención del sistema de Malagasy, pero Thurston sabía que se acababa de marcar un tanto a su favor. Los escuadrones que les habían prometido no estaban «disponibles» porque Malagasy había explotado ante los ojos del Comité de Seguridad Pública. No sabía muy bien cual había sido el motivo, pero era muy probable que las purgas del cuerpo de oficiales les hubieran arrinconado demasiado. Poco después de que el secretario Ransom comenzara a apoyar al proletariado, algunos de los «equipos de reeducación» de Seguridad del Estado comenzaron a disparar contra las familias de oficiales sospechosos e incluso contra los mismos oficiales. Aquella fue una de las actuaciones más estúpidas del equipo de Seguridad del Estado, y sabía muy bien que los responsables se habían tomado la ley por su mano, pero actualmente la moderación no era una cualidad muy de moda en la República Popular, y ni siquiera estaba seguro de si aquellos lunáticos pagarían por lo que habían hecho. No sucedería, pensó amargamente, hasta que alguien se diera cuenta de que pequeños detalles como modificar los planes de operación para enviar naves realmente necesitadas a controlar revueltas locales podían tener un efecto muy negativo durante la guerra.
—Entiendo —dijo Preznikov después de una pausa, sentado en su silla con una actitud reacia—. Pero ¿es realmente tan importante el concentrar todas nuestras fuerzas en un solo lugar antes de lanzar la operación?
—Es extremadamente importante, comisario —Thurston trató de no sonar condescendiente, pero le resultaba difícil—. Si no reunimos nuestra fuerza operante aquí, entonces tendremos que hacerlo en otro sitio, posiblemente muy cerca del enemigo. Convergir fuerzas mediante la dispersión de nuestras tropas tan solo resulta efectivo en la teoría, comisario, pero no en la práctica, más aun tratándose de distancias interestelares. En teoría, ofrecen la ventaja de sorprender al enemigo, al dificultarle el alcance de su objetivo desde sus fuerzas de despliegue, pero tan solo funciona si todas y cada una de nuestras unidades se mueve con exactitud y en el momento apropiado. Si una de ellas se equivoca, la coordinación se va al traste, y aquella unidad que se adelante acabará encontrándose cara a cara con todo el armamento enemigo, lo cual nos conduciría a la derrota. Esto —finalizó con aspereza— fue básicamente lo que ocurrió cuando el almirante Rollins se adelantó y atacó Hancock con tan solo una parte de la fuerza ideada para esta operación.
—Entiendo —repitió Preznikov, esta vez en un tono más razonable.
—Pero esto es tan solo una parte del problema, comisario —Thurston continuó—. Si no logramos reunir nuestra fuerza operacional antes de lanzar Daga, entonces no podré preparar a mis oficiales. Esta es una operación muy compleja. Muchas cosas pueden salir mal y, seamos realistas, nuestros comandantes no son digamos los más experimentados. —Preznikov frunció el ceño, pero no dijo nada. Thurston consideró su silencio alentador y continuó en un tono calmado—. Esto puede llevarles a cometer errores, a pesar de su motivación por cumplir con su deber, y nuestras instrucciones de seguridad operacional nos obligan a no desvelar los detalles de la operación a nuestros capitanes. Si no tengo tiempo de comentarles mis planes antes de que entren en acción, la posibilidad de que surjan malentendidos aumenta considerablemente.
—¿Deberíamos considerar retrasar Daga, entonces? ¿Incluso reorganizarla de nuevo? —La pregunta era tan razonable que hasta sorprendió a Thurston, pero también era peligroso, y pensó en su respuesta antes de contestar.
—Eso es complicado, comisario. Daga está pensada para la situación estratégica actual. Si el enemigo tiene tiempo de ajustar su posición, digamos que adelanta una parte de la flota manti, entonces tendrá un abanico de opciones diferente cuando comencemos con Caballo de Acecho. Tal y como están las cosas, posiblemente acaben retirando parte de sus unidades para responder a nuestros ataques en Candor y Minette sin destapar Grendelsbane. No puede retirarlas de ningún otro sitio, pero si le damos tiempo a reforzar el frente de Mantícora, es posible que elija desviar algunos de esos refuerzos en su lugar. Y si eso ocurre, comisario, toda nuestra fuerza operante no será lo suficientemente fuerte como para atacar nuestro objetivo, ni siquiera para un ataque de golpe y fuga.
—Lo que está intentando decirme, almirante, ¿es que debemos comenzar con Daga antes de que cambie la situación o anularlo por completo?
—Lo que quiero decir es que, dependiendo de lo que hagan los mantis, la cancelación puede acabar siendo nuestra última opción —dijo Thurston cautelosamente, ya que los oficiales de la RP había aprendido por las malas cuál era el castigo si defraudaban a sus jefes políticos.
—Entiendo —contestó Preznikov con una sonrisa—. ¿Qué puedo hacer para ayudar, almirante?
Su ofrecimiento le sorprendió tanto como la pregunta que le precedió. A los ojos de Thurston, Preznikov no era más que un pirata político, pero al menos parecía que estaba dispuesto a colaborar. Aquello era más de lo que se podía esperar de cualquiera de los oficiales de Thurston.
—Si pudiera hacer hincapié en su informe sobre la importancia de no incurrir en retrasos adicionales, le estaría muy agradecido, comisario —dijo él.
—Por supuesto —Preznikov asintió con la cabeza y su sonrisa era casi cálida—. De hecho, informaré al Comité de que comparto su opinión, almirante, y sugeriré que si de verdad desean que esta operación tenga éxito, deberán estar seguros de que alguien en la Central esté al tanto.
—Gracias, comisario. Se lo agradezco —le dijo Thurston a su jefe político, y lo más increíble de todo era que realmente lo estaba.