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Como todos los edificios públicos de Grayson, el palacio del Protectorado estaba situado bajo una cúpula de temperatura controlada, pero a su lado había otra cúpula más pequeña. Se trataba de un invernadero, y el gran almirante Wesley Matthews fue recibido al pie de la puerta de la casa granate y oro de Mayhew. Al entrar, pudo percibir como una ola de calor húmedo le golpeaba la cara. Suspiró con resignación y se desabrochó el cuello de su túnica, y no pensaba desprenderse de nada más. Esta vez se había propuesto conservar su uniforme.

—Hola, Wesley —Benjamín Mayhew IX, protector de Grayson, saludó a su oficial sin apartar su atención a lo que estaba haciendo.

—Buenos días, excelencia.

La respetuosa respuesta de Matthews sonó un tanto incómoda, en parte debido a que la humedad era peor de lo que se había esperado. El protector estaba en mangas de camisa, las gotas de sudor empapaban su frente, y, al verlo, el almirante se limpió su propio sudor, miró el monitor de ambiente, y puso cara de desesperación. Su determinación no le estaba ayudando a combatir los cuarenta grados centígrados y el noventa y seis por ciento de humedad, así que se quitó la túnica del uniforme para estar a tono con su soberano.

Se podía escuchar el leve sonido de los ropajes en el invernadero, resultaba muy acorde con aquel lugar. Benjamin miró hacia arriba y sonrió.

—¿Ha subido el termostato solo para mi, excelencia? —preguntó Matthews, y Benjamin le miró con inocencia.

—Por supuesto que no, Wesley. ¿Por qué haría una cosa así?

Matthews arqueó una ceja, y el protector se rió entre dientes. Wesley Matthews era increíblemente joven para su rango, incluso en Grayson, donde los tratamientos antienvejecimiento se había empezado a utilizar recientemente. Pasó de comodoro a comandante supremo de la Armada Espacial de Grayson en menos de cuatro años-T, y al igual que Bernard Yanakov, el hombre que le precedió, no acababa de entender as aficiones de su protector. La floricultura y los arreglos florales eran unas artes muy cultivadas en Grayson, pero más apreciadas por el público femenino. Matthews tenía que admitir que su superior tenía talento, pero aun así no dejaba de ser una… rara vocación para un jefe de Estado.

Bernard Yanakov, sin embargo, era el primo mayor de Benjamin Mayhew, además de su almirante experimentado, lo cual le había brindado ciertas ventajas con las que Matthews no contaba. Conocía al protector desde que nació y se burlaba siempre de su afición; Matthews no estaba en situación de hacer lo mismo.

Matthews se había sentido muy aliviado al ver que el protector escogió reírse en vez de ofenderse, aun así se preguntaba si las cosas habían salido bien después de todo. A Benjamin le parecía gracioso el hecho de que durante una reunión se entretuviera con jarrones y flores o que, casualmente, tuvieran lugar en lugares como este horno de invernadero. Había llegado a ser como una broma para ambos. Y Tester sabía que cualquier distensión era bienvenida en tiempos como aquellos, pero esta vez el calor y la humedad eran simplemente insoportables.

—La verdad —dijo Benjamin después de un rato—, no era mi intención causarte molestia, Wesley, pero no tenía otra opción.

Su voz sonaba muy clara, y no tardó en volver su atención hacia las flores que estaban frente a él, al tiempo que Matthews se acercó, fascinado, al ver al protector manipular una probeta con una increíble precisión, mientras continuaba con su disculpa, o lo que fuera.

—Este es un espécimen de orquídea de Hibson, de Indus, en el sistema Mithra. Es bonita, ¿verdad?

—Si que lo es, excelencia —murmuró Matthews.

La flor tenía forma de campanilla y poseía una mezcla muy sutil de tonos azules y púrpura, y, en el centro, dorado y escarlata. El almirante sintió una sensación extraña y agradable, como si estuviera sucumbiendo a tan agradable aroma. Era una sensación tan fuerte, que despertó como de un sueño al escuchar la risa de Benjamin.

—Ya lo creo, pero es muy difícil propagar esta especie fuera de su planeta, y la flor masculina solo florece durante un día cada tres años-T. Llevo obsesionado con esta flor desde que la vi en un conservatorio de la Antigua Tierra, y creo que estoy a punto de desarrollar un híbrido que florecerá más a menudo. Desafortunadamente, la precisión es crucial en un proyecto como este, y reproducir su entorno natural es complicado. No me esperaba que floreciera hoy, y no pensaba traerte hasta aquí hoy cuando me informaste de que venías, pero no pasa nada.

Se encogió de hombros y Matthews asintió con la cabeza, olvidándose por una vez de su actitud de mártir, y ensimismado con aquella curiosa orquídea. Se quedó mirando en silencio mientras Benjamin terminaba de recoger el polen y examinaba su tesoro con una gran sonrisa de satisfacción.

—Ahora solo tenemos que esperar a que estos se abran —añadió, mientras comprobaba los capullos cerrados de una enredadera.

—¿Y cuánto tardará, excelencia? —preguntó Matthews educadamente, Benjamin se rió de nuevo.

—Por lo menos unas cuarenta horas, así que no cuento con que te quedes esperando.

El protector almacenó el polen en un recipiente especial, se secó el sudor de su frente y señaló la puerta. Matthews respiró aliviado.

Siguió a su superior por el invernadero al tiempo que el portero de Benjamin les guiaba hasta un coqueto rincón al lado de una grandiosa fuente. El protector tomó asiento, señaló e invitó a Matthews a hacer lo mismo, se recostó al tiempo que llegaba un sirviente con toallas y bebidas refrescantes. El almirante se sacudió los cabellos, se secó la cara y tomo un sorbo de agua, y Benjamin cruzó las piernas.

—Bueno, Wesley, ¿cuál es el motivo de tu visita?

—Es sobre lady Harrington, excelencia —respondió Matthews.

Benjamin suspiró y el almirante se inclinó hacia delante en su silla, en tono de persuasión.

—Ya sé que cree que es demasiado pronto, excelencia, pero la necesitamos con urgencia.

—Lo entiendo —dijo Benjamin con paciencia—, pero no pienso presionarla. Aún se está recuperando, Wesley. Necesita tiempo.

—Han pasado ya más de nueve meses, excelencia.

El tono de Matthews era respetuoso pero insistente.

—Ya lo sé, y también sé lo útil que podría ser para ti, pero está pasando por un momento muy difícil en su vida, ¿no es así?

Benjamin miró al almirante a los ojos, y Matthews se quedó en silencio.

—Se merece todo el tiempo que necesite para recuperarse —el protector continuó—. Y yo me encargaré de que así sea. Debes esperar a que esté lista, Wesley.

—¿Pero cómo sabremos cuándo estará lista si ni siquiera me permite preguntarle?

Benjamin frunció el ceño, y asintió pensativo.

—Tiene razón —admitió—, definitivamente, tiene razón, pero… —se encogió de hombros y bebió un sorbo de su refresco antes de continuar—, el problema es que no sé si se ha recuperado de todo lo que ocurrió. No estoy seguro, no es el tipo de persona que venga llorando con sus problemas, pero Catherine ha hecho por ella más de lo que te imaginas, y estaba terrible, Wesley. Realmente deprimida. Pensé que la perderíamos por completo durante unos meses, y la manera en que ciertos acontecimientos han tenido lugar tampoco ha servido de mucha ayuda.

Matthews lo comprendió, y una mirada de culpabilidad brillaba en los ojos de Benjamin.

—Sabía que alguno de los grupos reaccionarios saldrían a la luz después del periodo de estupor inicial, pero lo que no me esperaba es que fuera tan evidente.

El protector golpeó su rodilla con rabia y su rostro se ensombreció de angustia.

—Sigo pensando que era lo mejor que podíamos hacer —continuó diciéndose a sí mismo—, la necesitamos como gobernadora, pero si hubiera sabido lo que iba a suponer, nunca lo habría hecho. Y si añadimos todo eso a la muerte del capitán Tankersley.

—Excelencia —dijo Matthews con firmeza—, no debería echarse la culpa. Nosotros no tuvimos nada que ver con el asesinato del capitán Tankersley, lady Harrington lo sabe. Y aunque no lo supiera, está usted en lo cierto; la necesitamos como gobernadora si queremos que las reformas continúen, y al margen de lo que diga ese lunático con flequillo, la mayoría de la gente la respeta de verdad. Estoy seguro de que ella es consciente de la situación, y es una persona muy fuerte. Ambos lo sabemos, ya que ambos la hemos visto en acción. Lo superará, estoy seguro.

—Eso espero, Wesley. De veras que sí —murmuró Benjamin.

—Claro que sí. Y eso me recuerda el motivo de mi visita. Necesitamos su experiencia naval, tanto como necesitamos su sabiduría como gobernadora, y con todos los respetos, excelencia, creo que no le estamos haciendo ningún favor al ocultárselo.

Era la declaración de desacuerdo más contundente que Benjamin había oído de boca de su almirante, y su gesto mostraba preocupación. No estaba enfadado, pero sí preocupado. Matthews conocía esa expresión en su rostro y se sentó a la espera de que el protector de Grayson evaluara la situación.

—No sé —dijo finalmente—, quizá tengas razón, pero sigo pensando que debemos darle todo el tiempo que necesite.

—De nuevo con todos mis respetos, excelencia, creo que es un error. Usted ha reiterado en muchas ocasiones que debemos tratar a hombres y mujeres por igual. Y creo que está en lo cierto, y muchos de los nuestros están empezando a verlo de igual manera, tanto si les gusta, como si no. Pero creo que usted no está actuando en consecuencia.

Benjamin estaba muy serio, y Matthews continuó en un tono muy pausado.

—No pretendo faltarle al respeto, pero creo que está intentando protegerla. Y es algo admirable, no esperaría menos de todo un caballero graysoniano…, pero ¿actuaría de igual modo sí se tratara de un hombre?

Los ojos del protector se empequeñecieron, su expresión se paralizó, y parecía disgustado. A diferencia del resto de los graysonianos, él se había educado en la Antigua Tierra. Según la cultura graysoniana, considerar a las mujeres en igualdad de responsabilidades era una perversión en toda regla, pero él había sido expuesto a una sociedad donde la noción de desigualdad entre hombres y mujeres era tan grotesca como inaceptable. Sin embargo, en el fondo, él era graysoniano, y le debía a Honor Harrington no solo su vida, sino la de toda su familia. ¿Hasta qué punto se había dejado llevar por su instinto en la decisión que había tomado?

—Puede que tengas razón —dijo finalmente—, no me complace admitirlo, pero eso no tiene nada que ver.

Se rascó la barbilla intentando reflexionar cuando se encontró con los ojos de Matthews una vez más.

—No digo que no tengas razón, pero ¿qué es tan urgente para que tengamos que tomar una decisión en este preciso instante?

—Dentro de unos meses los manticorianos se verán obligados a retirar sus últimas unidades fuera de Yeltsin, excelencia —dijo el almirante en voz baja.

—¿Habla en serio?

Benjamin se sentó, y Matthews asintió con la cabeza.

—Nadie me ha informado sobre ello ni a mí, ni al ministro Prestwick.

—No he dicho que hayan tomado ya la decisión, excelencia. Y tampoco creo que deseen hacerlo. He dicho que se verán obligados a tomarla porque no tendrán otra opción.

—¿Por qué no?

—Porque el viento está cambiando.

Matthews apoyo su túnica sobre su regazo, extrajo de su bolsillo un anticuado bloc de notas de tapas duras y lo abrió para comprobar las cifras que había anotado.

—Durante los seis primeros meses de guerra —dijo—, Mantícora ha capturado diecinueve sistemas estelares havenitas incluyendo dos flotas importantes. Su pérdida capital de naves durante ese periodo fue de dos superacorazados y cinco acorazados, frente a cuarenta naves havenitas que consiguió eliminar. Al mismo tiempo han añadido treinta y una naves capitales a su orden de batalla; veintiséis unidades capturadas, que el almirante número once, Haven Albo, nos cedió después del Tercer Yeltsin, y cinco de nueva construcción. Esto supone alrededor de un noventa por ciento de las naves de los repos, además de que cuentan con la ventaja de la iniciativa, sin mencionar la confusión y la moral destrozada de la armada havenita.

»Sin embargo, a lo largo de estos tres últimos meses, la RAM[4] ha capturado tan solo dos sistemas y ha perdido diecinueve naves principales en el intento; incluyendo las diez que perdieron en Nightingale, donde ni siquiera consiguieron capturar el sistema. Los repos aún tienen pérdidas mayores, pero también cuentan con numerosas naves de batalla. Es posible que sean demasiado pequeñas, pero les proporcionan una cobertura de retaguardia que los mantis no pueden igualar si no desvían acorazados y superacorazados, lo cual les dejaría vía libre a los repos que se encuentran en primera línea de batalla. Simplificándolas cosas, los repos aún tienen muchas naves que perder a diferencia de Mantícora, y la guerra está perdiendo fuerza, excelencia. La resistencia de los repos está más afianzada que nunca, y los mantis están trasladando su fuerza hacia delante cada vez más para intentar mantener su liderazgo.

—¿En qué situación nos encontramos entonces? —pregunto Benjamin, en un tono muy tenso.

—Como le he dicho, sus pérdidas aumentan. Ya han reducido su flota a un tercio de su fuerza, y no es suficiente. Creo que son conscientes de la situación, pero también cuentan con que los repos van a intentar acabar con ellos en unos meses. Y hasta que eso suceda, están intentando aguantar todo lo posible, en parte para introducirse todo lo que puedan en la República Popular antes de que los repos se decidan a contraatacar. Eso significa que van a llamar a filas a toda aquella nave que se precie, incluso a unas cuantas más que puedan retirar con total seguridad. Teniendo en cuenta las nuevas comisiones de nuestros superacorazados en enero, la Estrella de Yeltsin puede valerse por sí sola por el momento. Dicho esto, me sorprende que aún no hayan hecho uso de su última unidad principal. Ningún estratega en su sano juicio la mantendría aquí por mucho más tiempo, excelencia. No se lo pueden permitir.

Benjamin se frotó de nuevo la barbilla.

—Sabía que las cosas iban con más lentitud, pero no sabía que el cambio fuera tan drástico. ¿Qué ha cambiando, Wesley?

—No sabría decirle, excelencia, pero he estado en contacto con el almirante Caparelli, y el almirante Givens de la OIN[5] en Mantícora me ha confirmado que el Comité de Seguridad Pública que se encarga de la RPH ha consolidado todos sus órganos de seguridad anteriores en uno solo más mucho más fuerte y funcional. Si se acuerda de la Era Totalitaria en la Antigua Tierra, cómo purgaron sin piedad a su cuerpo de oficiales, incluso existen rumores sobre un posible caso de espionaje de «oficiales políticos» para vigilar los movimientos de los comandantes. Sus purgas supusieron la pérdida de la sabiduría —y la experiencia— de todos los oficiales de mando, y aquellos que se han salvado no pueden competir en rango con la RAM, pero los que han sobrevivido a la purga están aprendiendo… Añádele a todo este lío la presencia de comisarios políticos para que no se les olvide, y lo que obtiene es una armada con una fuerte voluntad para luchar. Son más torpes que los mantis, pero su armada sigue siendo mayor, y una vez que los almirantes recién llegados adquieran la experiencia de sus predecesores…

Matthews se encogió de hombros y el protector asintió apesadumbrado.

—¿Crees que Mantícora perderá totalmente la iniciativa?

—Totalmente no, excelencia. Lo que sí que veo es un periodo inicial de igualdad…hasta que las cosas se pongan feas. Imagino que los repos intentarán contraatacar unas cuantas veces, pero estoy seguro de que los mantis se los comerán si lo intentan. No puedo predecir lo que sucederá con seguridad, pero puedo ofrecerle mi opinión personal de lo que ocurrirá, si es que está dispuesto a escucharme.

Benjamin asintió, y Matthews alzó su mano, extendiendo un dedo cada vez que terminaba de defender cada punto.

—Primero, llegaremos a un punto muerto, donde ambas partes se pelearán por conseguir la ventaja, pero ninguno se atreverá a retirar sus naves del punto de defensa en el área de combate. Segundo, la Alianza reforzará su actividad industrial. A los mantis no les hará falta. Llevarán ya dieciocho naves construidas en el Reino Estelar para programas de preparación; durante seis meses estas unidades se dirigirán a la comisión en términos de prioridad de objetivos, y su nuevo programa de guerra comenzará a entregar unidades adicionales en diez meses. Al mismo tiempo, nuestros propios astilleros terminarán con la construcción de nuestro primer SA realizado aquí, y los astilleros mantis en Grendersbane y Talbot harán lo mismo. Una vez que vayamos cogiendo ritmo, empezaremos a derribar cuatro o cinco naves enemigas al mes. Por otro lado, los repos han perdido a estas alturas la ventaja en cuanto al número de naves, y los mantis han derribado ya media docena de sus bases de servicio delanteras más importantes. Eso significa que la reparación de los daños supondrá un gasto muy costoso para los astilleros de construcción, y a su vez, ralentizará el proceso de construcción. A pesar de su tamaño, sus plantas industriales son menos eficientes que las de la Alianza, por ello no creo que consiguieran adelantarse a nosotros. Sin embargo, nosotros tampoco podemos despuntarnos, quiero decir, con un gran margen de diferencia, y ellos aún tienen las naves de batalla que he mencionado anteriormente. Eso son tres, y será una guerra interminable hasta que cualquiera de las dos partes cometa una equivocación. A la larga, el factor decisivo será probablemente la fuerza relativa de nuestro sistema político. Por el momento Pierre y su Comité han instituido un reino del terror. Y la cuestión verdaderamente crítica desde mi punto de vista es si podrán sostener esa situación o si necesitarán buscar un método más estable. Esta guerra ya no es una guerra de lucha por territorios, es una lucha por la supervivencia; alguien —ya sea el Reino de Mantícora y sus aliados, incluidos nosotros o la República Popular de Haven— desaparecerá, excelencia. Para siempre.

El protector Benjamin asintió muy despacio. Compartía con Matthews el análisis de las dimensiones políticas de la guerra, y había desarrollado un profundo respeto por los argumentos del gran almirante.

—Y ese, excelencia —continuó Matthews muy sereno—, es el motivo por el que necesitamos a lady Harrington. Todo nuestro escuadrón de oficiales sénior desapareció durante la guerra Masadan, y estamos ascendiendo a hombros que en su vida no han capitaneado más que naves ligeras de ataque al mando de destructores, cruceros, o incluso cruceros de batalla. Mi propia experiencia es limitada según los estándares manticorianos, y cuando los mantis se retiren, yo seré el miembro con más experiencia del que disponemos…, excepto lady Harrington.

—Pero ella es una oficial de Mantícora. ¿Nos dejarían disponer de ella?

—Creo que su almirante estaría de acuerdo —contestó Matthews—, no fue idea suya rebajar su salario a la mitad y, por tradición, el Reino Estelar solo cede a sus oficiales con salario rebajado a sus aliados. Ya nos han donado muchos otros oficiales y alistados. No sé qué impacto político acarrearía incluirá lady Harrington en nuestra Armada. Teniendo en cuenta su expulsión de la cámara de los Lores no creo que fuera bueno, pero tengo la sensación de que la reina Elizabeth está del lado de lady Harrington.

—Tanto ella como gran parte de la cámara de los Comunes —murmuró Benjamin.

Se recostó, cerró los ojos pensativo y suspiró.

—Déjame que lo piense. Estoy de acuerdo con tu análisis, y estoy de acuerdo en que la necesitamos, pero a pesar de pecar de ser demasiado cauteloso, me niego a plantearle la situación hasta estar seguro de que de verdad lo puede soportar. No nos beneficiará ni a ella ni a nosotros mismos si forzamos las cosas.

—No, excelencia —dijo Matthews respetuoso, aunque en el fondo sabía que lo habrá conseguido.

Benjamin Mayhew era un buen hombre, un hombre que cuidaba de corazón a la mujer que salvó su mundo de Masada hacía cuarenta y dos meses-T, pero también era el soberano de Grayson. Al final, su responsabilidad primordial era vestir a Honor Harrington con el uniforme de Grayson… a toda costa.