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Honor salió como pudo del armazón antiimpactos combado y se giró en redondo. Las correas de seguridad de Nimitz se habían soltado y el felino se alejaba de ella flotando sin fuerzas en medio de la repentina gravedad cero. Pero estaba vivo, lo sabía, y exhaló un jadeo de alivio cuando un tembloroso Andrew LaFollet enganchó al felino inconsciente y lo atrajo hacia sí. Honor lo cogió de manos de su hombre de armas y utilizó una de las correas rotas para atarlo al anillo del hombro de su propio traje, después se volvió hacia su nave y su tripulación. O lo que quedaba de ellos.
Dos tercios del personal del puente estaban muertos y otros estaban heridos. Vio a Aubrey Wanderman y a Rafe Cardones inclinados sobre una alabardera de Rastros, las manos de ambos destellaban al asegurar los sellos de emergencia del traje malla de la joven, después apartó los ojos de los restos mutilados que habían sido en otro tiempo Carolyn Wolcott y Kendrick O’Halley, y del cadáver flotante de Eddy Howard. Después era ella la que apartaba escombros, sacaba cuerpos y buscaba con desesperación signos de vida.
Encontró muy pocos y mientras luchaba por salvar a alguien, quien fuera, y su corazón clamaba contra el universo, sabía que aquella misma escena se estaba repitiendo por toda la nave.
* * *
La CCD había sobrevivido, pero todas las conexiones centrales estaban inoperativas y sus ordenadores funcionaban con la electricidad auxiliar. Ginger Lewis se levantó del suelo con un esfuerzo y volvió a desplomarse en su sillón, por alguna razón todavía le funcionaba la cabeza. Las comunicaciones internas habían desaparecido, pero los dedos enguantados de la joven volaron por el teclado. Pidió la lista de turnos que identificaba a los hombres y mujeres de cada puesto por su nombre y apretó el intercomunicador de su traje.
—Teniente Hansen —dijo leyendo el primer nombre de la pantalla—, le habla la CCD. Informe de la situación en Fusión Uno. —No hubo respuesta y Ginger respiró hondo de repente—. A cualquier persona de Fusión Uno, le habla la CCD. ¡Informe de su situación!
Seguía sin haber respuesta, así que bajó al siguiente nombre.
—Alférez Weir, le habla la CCD. Informe de su situación en Fusión Dos.
Se alargó un momento, eterno y después respondió una voz ronca.
—CCD, al habla el suboficial Harris, Fusión Dos. Nosotros… —El suboficial tosió, pero su voz era más fuerte cuando continuó—. La planta está activada. La señora Weir está muerta y tenemos cuatro o cinco bajas más, pero seguimos en activo.
—CCD, recibido —dijo Ginger, y le hizo una seña urgente al jefe Wilson. Apretó una tecla y mandó un segmento de su lista a la pantalla del monitor de su compañero, este asintió y Ginger se paró un momento para pintar Fusión Dos como viable en su esquema (aquel único compartimento verde tenía un aspecto patético y diminuto en el tablón), después continuó con su siguiente prioridad.
—Comandante Ryder, le habla la CCD. Informe de la situación de la enfermería y los heridos.
* * *
Scotty Tremaine gimió y sacudió la cabeza. Deseó al instante no haberlo hecho, pero su cerebro se fue despejando poco a poco. Se preguntó por un momento qué estaba haciendo en el suelo con la mitad del panel de Operaciones de Vuelo reventado sobre él, después levantó la cabeza y vio la expresión preocupada de Horace Harkness.
—¿Ya está conmigo, señor? —preguntó, y Scotty asintió.
—¡¿Cuál es nuestra situación?!
—Todavía no lo sé, pero no pinta bien. —Harkness levantó los últimos escombros de los tobillos de su teniente y lo levantó sin esfuerzo—. No hay gravedad —señaló—. Lo que significa que Ingeniería recibió un buen disparo y los enlaces de comunicación están inoperativos.
—¿Y qué hay de nosotros? —preguntó Scotty con voz ronca.
—El señor Bailes y el jefe Ross siguen con nosotros; no sé nada de los demás —dijo Harkness con tono lúgubre. Scotty se estremeció. Quedaban veintiuna personas en el departamento básico de Operaciones de Vuelo que había permanecido con ellos—. Los dos pájaros parecen intactos —continuó Harkness—, y tenemos una dársena despejada. Podemos sacarlos, señor… si tenemos algún sitio al que enviarlos.
—Yo… —Scotty se interrumpió cuando le habló otra voz por el intercomunicador de su traje.
—Teniente Tremaine, le habla la suboficial Wilson, de la CCD. Informe de situación en Operaciones de Vuelo —decía.
* * *
Angela Ryder levantó la cabeza cuando otro equipo de rescate entró tambaleándose en la enfermería. Ella y el único ayudante que le quedaba acababan de amputar la pierna derecha de Susan Hibson y no tenían tiempo que perder en su desesperada batalla perdida por salvar la vida del sargento mayor Hallowell, pero Yothiro Tatsumi estuvo allí en un instante, indinado sobre la mujer que llevaba el equipo y que te retorcía dentro de tu traje malla. Era un milagro que la enfermería hubiera conservado la presión. Los cirujanos trabajaban con la única ayuda de la electricidad auxiliar y Kyder se negaba pensar en lo que pasaría cuando se cortara la electricidad. A cualquiera que salvan no tardaría en morir después. Lo sabía, pero seguía siendo médica. Su enemigo no llevaba uniforme y pensaba combatir contra el hasta su ultimo aliento.
* * *
—Bueno, no sé lo que nos habrán hecho a nosotros, pero debemos de haberlos golpeado con la misma fuerza —dijo Cardones con tono cansado y Honor asintió. Habían hecho lo que habían podido por sus heridos, y Rafe y ella habían probado todos los sensores en un esfuerzo por encontrar al crucero de batalla repo Ninguno de los sistemas que habían probado funcionaba, pero Rafe tenía razón Si los repos no estaban por lo menos tan malheridos como el Viajero, ya les habrían dado el golpe de gracia.
Aunque tampoco era que necesitaran muchos golpes más.
Honor se despejó un poco y después levantó el brazo cuando Nimitz se agitó sobre su hombro. El gato te retorció y Honor sintió su dolor y confusión. Pero también sintió que la llamaba a ella… y a Samantha. Sintió la increíble oleada de alivio del felino al darse cuenta de que seguían vivas las dos, después se aferró con más firmeza al anillo del traje de su persona y vertió todo ese alivio sobre ella.
Pero de momento, Honor tenía que determinar el estado de su destrozado navío, ¿y cómo…?
—Capitana Harrington, le habla Lewis, de la CCD —dijo una voz por el intercomunicador de su traje—. Capitana Harrington, responda, por favor.
—¿Lewis? —Honor sacudió la cabeza—. Al habla la capitana, de la CCD. Adelante.
—A sus órdenes, señora. —El alivio de la voz de Ginger era tan grande como el de Nimitz y la joven hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Señora, he estado poniéndome en contacto con cada puesto por medio del intercomunicador del traje —dijo, y su tono adquirió un matiz inexpresivo—. Hasta el momento ha respondido menos de un veinte por ciento. Lo que sabemos hasta ahora es que Fusión Uno ha desaparecido, pero Fusión Dos sigue en activo. Medioambiente es siniestro total. El Hiper Principal sufrió un impacto directo y hemos perdido el generador. Las dos velas Warshawski están destruidas y tanto Propulsor Uno como Propulsor Dos están muy dañados. Quizá podamos recuperar unos cuantos nodos beta en cada anillo si podemos encontrar a alguien para formar equipos de reparación, pero no hay nada que hacer con las velas. La gravedad artificial también está fuera de servicio, la contramaestre está intentando bajar hasta allí para echar un vistazo. No sabré si podremos recuperarla hasta que sepa algo de ella, pero no tiene buena pinta. Que yo sepa tenemos todos los sensores fuera de servicio. Tenemos un gráser operativo en el flanco de babor y un único tubo a estribor, pero no hay flancos de protección, ni campos antirradiación ni escudo antipartículas. El casco es un desastre. Sin un examen, no estoy segura de que tengamos suficiente integridad en el armazón para que soporte la presión del motor incluso si conseguimos recuperar los propulsores. La enfermería todavía tiene presión y cuenta con la electricidad auxiliar y tengo a unos cuantos intentando devolverle la potencia principal. Operaciones de Vuelo está destrozada, pero las dos pinazas siguen intactas, y tenemos un piloto para las dos, aunque una va a necesitar otro ingeniero de vuelo. —La voz del intercomunicador de Honor hizo una pausa, dudó y después continuó con un tono más bajo.
»El recuento de personas que están contestando está por debajo de las ciento cincuenta, señora. Creo que es un cálculo pesimista, pero es el único número irrefutable que tengo ahora mismo. —Ginger carraspeó—. Es todo lo que puedo decirle de momento, capitana. Siento que no sea un informe más completo, pero estamos trabajando en ello.
Honor tenía los ojos muy abiertos de puro asombro. Era increíble. Una suboficial mayor (y encima alguien a quien habían ascendido de simple técnica de segunda clase menos de seis meses antes) se las había arreglado para reunir toda aquella información por propia iniciativa. El dolor por la lista de muertes que Ginger le había dado se retorció en lo más hondo de tus entrañas, pero solo confirmaba lo que ya había supuesto y no podía permitir que la paralizara.
—No se disculpe, Ginger —dijo, incapaz de ver que la joven se ruborizaba de placer al ver que su capitana utilizaba su nombre de pila—. Apenas puedo creer que haya conseguido hacer tanto en tan poco tiempo. Siga con ello y mantenga al comandante Cardones informado, además de a mi. La primera prioridad es recuperar la electricidad en la enfermería y asegurarnos de que no se deteriora la integridad de su atmósfera.
—A sus órdenes, señora. Ya estamos en ello.
Honor se volvió hacia Cardones y el ejecutivo sacudió la cabeza con tristeza, después se inclinó hacia ella hasta que se tocaron los cascos.
—Se acabó, patrona —dijo el oficial en voz baja, dejando que el contacto de los cascos transmitiera su voz para evitar utilizar el intercomunicador—. Sin generadores y sin velas, estamos muertos, y eso suponiendo que podamos conseguir recuperar suficiente soporte vital para llegar a cualquier sitio.
—Estoy de acuerdo. —Honor habló en voz baja, con el rostro crispado sí dolor—. Por otro lado, más vale que mantengamos a la gente ocupada. —Su compañero asintió y la capitana continuó—. A ver qué puede hacer para organizar un equipo de reparaciones desde aquí arriba. Intente entrar en las líneas troncales de los ascensores. No tienen electricidad, pero son el único modo que vamos a tener de poner a la gente en contacto. Busque compartimentos que todavía estén presurizados y después quiero que MacBride y usted se hagan cargo de los equipos de rescate. Quiero que encuentren a todos los que sigan con vida. Quizá no importe mucho a la larga, pero no pienso consentir que ninguno de los míos este atrapado y solo, muriéndose en algún compartimento por ahí.
—Sí, señora. —Cardones volvió a asentir y apartó el casco; después, Honor cambió de canal en el intercomunicador y lo intentó con uno que no haba tenido el valor de probar hasta entonces.
—¿Mac? —dijo con vacilación, y parte de la angustia se desvaneció de su rostro cuando le respondió una voz.
—Estoy aquí, señora. Me temo que sus dependencias están destrozadas, pero he comprobado el módulo de soporte vital. Samantha parece estar bien pero no tengo forma de estar seguro. Está acurrucada en el suelo y no quiere mirar cuando doy unos golpecitos en el ojo de buey.
—Harry Tschu ha muerto, Mac —dijo Honor en voz baja—. Todo lo que podemos hacer ahora es dejarla en paz, pero quiero que se quede con ella. Quiero que sepa que hay alguien ahí.
—Comprendido, señora —dijo el mayordomo en voz baja.
—Volveré a llamarlo —le prometió Honor, después volvió a cambiar de canal, en ese caso a la frecuencia general. Su voz era fuerte y tranquila cuando volvió a hablar—. Muy bien, amigos, les habla la capitana —les dijo a los que quedaban de su conmocionada tripulación—. Estamos bastante mal, pero seguimos aquí. Ábranse camino hacia la Cubierta Cero-Cero. Nos reuniremos allí y volveremos a organizar los equipos de rescate y las inspecciones de daños. Cualquiera que esté herido o atrapado en un compartimento, informe de su situación por intercomunicador a la suboficial mayor Lewis, en la CCD, o a Búsqueda y Rescate. No se preocupen. Los vamos a sacar a todos. Aquí la capitana, corto.
Apagó el transmisor y contempló la cubierta de mando una vez más mientras se preguntaba qué podría hacer una vez que los sacara a todos. Pero no se le ocurrió nada.
* * *
—Se acabó, patrona. —La voz de Annabelle Ward era muy baja—. No sé lo que ha ocurrido, pero las dos signaturas de los propulsores han desaparecido del gráfico casi de forma simultánea.
—¿Y no es que hayamos perdido el alcance?
—No, señora. Se… desvanecieron, sin más.
Fuchien miró a Sukowski. Era posible que una o quizá las dos naves hubieran sobrevivido, pero era obvio que las dos habían perdido los motores, y eso era mala señal.
—Patrona, no tenemos nada en absoluto en los sensores —señaló su primer oficial en voz baja, la voz de un hombre que odiaba lo que se oía decir, y Fuchien asintió. Las órdenes de lady Harrington habían sido muy claras, y ella y el Viajero le habían dado al Artemisa la oportunidad de escapar. Pero el Artemisa era también la única nave que sabía lo que les había pasado al Viajero y al crucero de batalla repo, o… al menos… dónde había pasado.
—No podemos irnos —dijo alguien, y Fuchien se volvió sorprendida porque el que había hablado era Klaus Hauptman. Su jefe la miró con la cara demacrada y los ojos angustiados, pero había algo más en ellos tras la vergüenza. El magnate sacudió la cabeza y después miró a los demás oficiales del puente y a su hija, y continuó en voz baja, con un tono casi humilde que ninguno de ellos había oído jamás.
»No… no he manejado esto muy bien. Si no hubiera retenido al Artemisa en Nuevo Berlín para esperar a los cargueros, no habríamos tenido que cruzar la Fractura por las bandas épsilon y los repos jamás nos habrían visto. En cuanto al modo que tuve de hablarle a lady Harrington…
Hizo una pausa y volvió a sacudir la cabeza, pero su voz tenía algo más de fuerza cuando volvió a hablar.
—Pero ahora mismo no se trata de eso. Sabemos dónde desapareció el Viajero del gráfico, y sabemos cuál era su vector. Si queda alguien vivo a bordo de esa nave o a bordo de la nave repo, supongo, somos los únicos que podemos ayudarlos.
—No puedo justificar de ningún modo el hecho de llevar al Artemisa hasta allí —dijo Fuchien con tono rotundo—. En primer lugar, la nave repo puede que haya sobrevivido y es posible que sus daños sean reparables. Podríamos dirigirnos directamente hacia su costado y yo no puedo arriesgar a todas las personas que hay a bordo de esta nave. En segundo lugar, nos llevaría horas hacer ese vuelo y pasara lo que pasara, cada minuto que pasamos con el motor activado aumenta las probabilidades de que otro repo pase por aquí y nos vea.
—Me doy cuenta de eso, pero no podemos abandonarlos sin más.
—¡No tenemos alternativa, señor! —La voz de Fuchien era dura y sus ojos destellaban de rabia. Una rabia irracional que dirigía contra Hauptman por obligarla a decir en voz alta lo que ya sabía—. Y, señor, puede que usted sea el propietario de esta nave, pero yo soy su capitana.
—Por favor, capitana. —Más de uno abrió los ojos con expresión incrédula al oír el ruego en la voz de Hauptman—. ¡Tiene que haber algo que podamos hacer!
Fuchien empezó a soltarle algo, pero en el último momento cerró la boca y se conformó con una sacudida lúgubre de la cabeza. Los hombros de Hauptman se hundieron y la expresión vencida de sus ojos golpeó a Harold Sukowski como un martillo. Tiene que hacer algo, pensó el capitán. Es duro, arrogante, un hijo de puta de primera, pero entiende lo que es la responsabilidad y lady Harrington lo puso en duda. Igual que cuando se puso en ridículo delante de su hija, Sukowski miró a Stacey Hauptman. Pero Maggie tiene razón. No podemos arriesgar la nave, por mucho que deseemos…
Sus pensamientos se interrumpieron de repente y frunció el ceño. Oía a Fuchien y a Hauptman, que seguían hablando, pero le pareció algo muy lejano; su cerebro se había puesto a trabajar a una velocidad frenética.
—Lo siento, señor —dijo Fuchien al fin, con un tono mucho más dulce que antes—. De verdad que lo siento. Pero no hay nada que podamos hacer.
—Quizá sí —murmuró Sukowski y todos los presentes en el puente se dieron la vuelta para mirarlo—. No podemos llevarnos al Artemisa en una misión de búsqueda y rescate, no —continuó—. Pero quizá haya otro modo.
* * *
—Tengo una imagen del repo, patrona —dijo Scotty Tremaine.
Harkness y él habían sacado una pinaza para examinar el casco y con un solo vistazo ya habían sabido que no había esperanza. El Viajero estaba roto y combado, con los anillos propulsores destrozados. Lo que significaba que ninguno de ellos iba a sobrevivir así que Honor había enviado a Tremaine y a Harkness en busca del repo. Quizá sus daños fueran menos graves que los del Viajero. En ese caso y si los supervivientes de ambas tripulaciones trabajaban juntos, quizá pudieran llevarla a algún puerto… y en esos momentos, hasta un campo de prisioneros repo sería un paraíso.
Pero cuando Honor escuchó por el intercomunicador del traje los daños del Achmed que le describía Scotty se le hundió el alma a los pies. Ella estaba en uno de los comedores de los reclutas que, por alguna razón, había permanecido presurizado, con el casco quitado. Aparte de unos cuantos equipos pequeños que MacBride tenía todavía sondeando los restos en los que todavía podría haber alguien atrapado vivo, todo su personal superviviente se encontraba allí, en la enfermería, en la CCD o abajo, en Fusión Dos.
Eran tan pocos que no había forma de que se sintieran agobiados en ninguno de los casos, se dijo con aire lúgubre y esperó hasta que Scotty terminó su informe
—De acuerdo —dijo después—. Esa nave no va a ninguna parte con ese daño en la proa y nos estamos separando poco a poco. A ver si se puede poner en contacto con alguien a bordo. Al parecer están peor que nosotros. Si es así ofrézcase a evacuarlos y traerlos a bordo del Viajero. Dígales —dijo con una sonrisa sombría— que ya arreglaremos luego quién es prisionero de quien.
—A sus órdenes, señora —respondió Tremaine y acercó su pinaza un poco más al Achmed.
—¿Cree que es buena idea, patrona? —preguntó Cardones en voz demasiado baja para que nadie más lo oyera—. Dependemos del soporte vital enlatado y Medioambiente no tiene buena pinta.
—No pueden quedar muchos, Rafe —respondió Honor en voz igual de baja—, y, que nosotros sepamos, allí no tienen soporte vital. Nosotros, por otro lado, puede que consigamos recuperar parte del nuestro. Nuestra única esperanza es que lo consigamos y que uno de sus compañeros tenga alguna idea de dónde estamos los dos y venga a buscamos, pero es posible que a ellos no les quede ni siquiera eso. Tenemos que hacer por ellos lo que podamos. Es lo más decente.
Cardones asintió con lentitud y después se alejó a cumplir con sus obligaciones. Honor volvió la cabeza y le hizo un gesto al suboficial con el que estaba hablando cuando llegó el informe de Tremaine.
—Muy bien, Haverty —dijo con viveza—. Una vez que hayas parcheado esa gotera en el Siete-Diecisiete, quiero volver a presurizar esa zona. La comandante Ryder necesita sacar a alguna gente de la enfermería para aliviar la masificación y ese es el mejor sitio para ponerlos. Así que en cuanto tengamos presión, informe a la suboficial mayor Lewis para que podamos organizar un equipo de trabajo para moverlos. Una vez que haya terminado en Siete-Diecisiete, quiero que usted y su gente le echen un vistazo al medioambiental principal. Después…
Honor continuó hablando, dando órdenes con el tono seguro de una capitana, mientras se preguntaba cuánto tiempo más podría seguir fingiendo.
* * *
Stephen Holtz siguió al teniente manti al comedor con el rostro paralizado, incapaz de reaccionar todavía a la conmoción de la pérdida. Sus bajas eran mucho peores que las de la nave Q, tanto en términos absolutos como relativos. Había habido dos mil doscientos hombres y mujeres en su nave, los cuarenta y seis supervivientes habían podido meterse en la única pinaza que había pasado a recogerlos.
El piloto manti, el teniente Tremaine, lo había invitado a sentarse en el asiento del copiloto, a bordo de la lanzadera, y había observado el mutilado casco de la nave Q que crecía en el ojo de buey de la nave. Sintió una satisfacción amarga al saber que había sido él el que había destruido la nave manti del mismo modo que esta había destruido a su hermoso Achmed, pero también sabía que era absurdo. Aquellas personas eran sus enemigos, pero algunos de los suyos seguían vivos solo porque esos enemigos los habían sacado del casco sin aire ni electricidad que en otro tiempo había sido un crucero de batalla. Y esos enemigos, como él, solo se habían limitado a cumplir con su obligación.
Obligación, pensó con amargura. Ah, sí. Cumplimos con nuestra obligación, ¿verdad? Y mira dónde nos ha llevado a todos.
Una mujer alta con un traje malla de capitán se dio la vuelta para mirarlo, en los ojos almendrados había un dolor igual al suyo y el capitán repo la saludó con un asentimiento de cabeza. Por alguna razón, la formalidad de un saludo militar habría estado fuera de lugar.
—Stephen Holtz, Achmed —dijo con voz herrumbrosa.
—Honor Harrington, Viajero, o lo que queda de él —respondió Honor, y Holtz sintió que abría mucho los ojos. Así que esa era Honor Harrington. Tan peligrosa como sugerían los informes de Inteligencia… y tan buena. Bueno, supongo que al menos he conseguido hacer algo que nadie más ha hecho, al parecer. Ya no va a destrozar ninguna más de nuestras naves.
»Siento que sus pérdidas fueran tan altas —dijo Honor—. Como ve, las mías… —Se encogió de hombros y Holtz asintió. No tenía sentido que se odiaran—. Puede que estemos en mejor posición de lo que yo había pensado, al menos en cierto sentido —continuó la capitana con más viveza—. Parece que vamos a poder conectar la sección medioambiental auxiliar, o al menos parte. Será soporte vital enlatado, pero una de nuestras plantas limpiadoras sigue intacta y tenemos una central eléctrica viable. Si podemos abrir un conducto que la conecte con la limpiadora, tendremos suficiente soporte vital para unas cuatrocientas personas más o menos. Lo cual —añadió Honor con tono amargo y callado— será más que suficiente. —Respiró hondo y continuó—. Por desgracia, solo nos quedan seis o siete técnicos de medioambiente y todos nuestros oficiales de ingeniería han caído, así que va a llevar un rato.
—Mi ingeniero auxiliar sigue vivo —ofreció Holtz—. Quizá pueda ayudarlos.
—Gracias —se limitó a decir Harrington y después lo miró directamente a los ojos—. Nuestro vector nos está llevando por la Fractura, capitán, pero estamos virando hacía el lado silesiano. Yo calculo que tenemos unos nueve días antes de meternos en la Ola Sachsen y hacernos pedazos. Suponiendo, claro está, que la Fisura Selker no nos sorprenda primero. Tal y como yo lo veo, la única oportunidad que tenemos es si utilizamos las pinazas para montar turnos de vigilancia con los sensores y esperar que uno de los suyos venga a buscarlo para poder mandarles un mensaje por el intercomunicador. Si llegan aquí a tiempo —Honor volvió a respirar hondo—, mi personal y yo nos rendiremos. Por ahora, sin embargo, lo que queda de esta nave sigue siendo una nave de la reina y la que está al mando soy yo.
—¿Deberíamos considerarnos sus prisioneros entretanto? —preguntó Holtz con el esbozo de una sonrisa. Los dos sabían que la posibilidad de que se produjera un rescate era prácticamente inexistente, pero los dos seguían interpretando sus papeles, y la idea divertía al repo.
—Preferiría que se consideraran nuestros invitados —dijo Harrington con una pequeña sonrisa a modo de respuesta, y el otro asintió.
—Creo que puedo soportarlo —le dijo y le tendió la mano. Honor se la estrechó con firmeza y la criatura de seis miembros con traje malla que llevaba en el hombro lo saludó con un asentimiento sobrio. Holtz se sorprendió devolviéndole el saludo y después le hizo un gesto a su pequeño grupo de supervivientes—. Y ahora, quizá el ciudadano comandante Wicklow debería unirse a sus técnicos de Medioambiente, capitana —dijo en voz baja.
* * *
—Ya tenemos los sistemas auxiliares conectados abajo, en Medioambiente, señora —le informó una agotada Ginger Lewis desde la CCD tres horas después—. El comandante Wicklow ha sido de gran ayuda y creo que ha encontrado un modo de compensar la pérdida de temperatura cuando los conectemos al limpiador.
—Bien, Ginger. Bien. ¿Y mis dependencias?
—No podemos presurizar esa zona, señora, hay demasiados daños en los mamparos. Pero la contramaestre cree haber encontrado un modo de sacar el módulo.
—¿Sí? —Para Honor fue un alivio oírlo. El módulo de Samantha seguía intacto, pero el hueco del mamparo en el que estaba montado se había deformado mucho y había quedado encajado. Samantha no podía sobrevivir fuera, pero tampoco parecía haber modo de sacarla del camarote de día de Honor.
—Sí, señora —la voz de Sally MacBride se oyó por el circuito—. Hay un pasaje de servicio detrás del mamparo. Puedo meter un equipo con un soplete y cortar todo el mamparo para sacarlo y después sacar el módulo por el pasaje de servicio. Vamos a estar apretados, pero se puede hacer.
—Gracias, Sally —suspiró Honor—. Muchísimas gracias. ¿Podemos prescindir de alguien para hacerlo?
—Sí, señora. Después de todo —Honor oyó la sonrisa agotada de la contramaestre—, es la única compañera que sigue atrapada. Tengo a su Candless conmigo, entre él y yo podemos ocuparnos de todo.
—Gracias —dijo Honor otra vez—. Y déle las gracias a Jamie por mí, por favor.
—Lo haré, señora —le aseguró MacBride, y Honor levantó la cabeza cuando Rafe Cardones se acercó otra vez.
—Creo que tenemos la situación inmediata bajo control, patrona.
—Bien. En ese caso, vamos a ver si damos de comer a esta gente. —Honor señalo con un gesto las mesas, donde varios voluntarios habían conseguido reunir fuentes enormes de sandwiches que habían sacado de los suministros de la cocina que daba servido a aquel comedor—. Va vamos a tener problemas suficientes con el cansancio sin tener que añadir errores provocados por el hambre y la taita de azúcar en la sangre.
—Estoy de acuerdo. Y también contribuirá un poco a subir la moral. ¡Dios sabe que yo podría comerme un kodiak!
—Yo también —dijo Honor con una sonrisa—. Y una vez que…
—¡Patrona! ¡Patrona!
Honor sufrió una sacudida, se llevó un susto de muerte cuando aquella voz urgente brotó del intercomunicador de su traje malla. Era Scotty Tremaine, que estaba montando guardia con los sensores en su pinaza, junto con Horace Harkness. Su capitana jamás había oído esa urgencia en su voz.
—¿Sí, Scotty?
—¡Patrona, aquí fuera tengo la visión más hermosa de todo el puto universo! —medio gritó Scotty, que por primera vez que ella recordara, había jurado en su presencia—. Es maravilloso, patrona.
—¿Qué es «maravilloso»? —preguntó Honor.
—¡Un momento, patrona! ¡Deje que se lo retransmita! —dijo el técnico en lugar de responder directamente. Honor miró a Cardones, desconcertada, y entonces oyó otra voz por el intercomunicador del traje.
—Viajero, le habla Harold Sukowski, aproximándonos desde su posición cero-dos-cinco por tres-uno-nueve —decía la voz—. Estoy a bordo de la NAL Andrés con su capitana de corbeta Hunter, junto con Juan, Pablo, Tomás y tres lanzaderas que nos acompañan. Jaime y Tadeo, están echándole un ojo al Artemisa, pero nosotros pensamos que quizá les apetecería que los acercáramos a casa.