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—¿Bueno? ¿Qué le parece?
Mes y medio después de salir de Nuevo Berlín, Honor se encontraba sentada en su sala de reuniones mientras el escuadrón dibujaba una órbita alrededor del planeta Sachsen. Sachsen era uno de los centros de administración sectoriales de la Confederación, lo que significaba que un poderoso destacamento de la Armada silesiana tenía allí su puerto y el Imperio andermano había arrendado la tercera luna del planeta con un contrato de cien años, luna que se había convertido en el cuartel general de una estación naval de la AIA. Por consiguiente, el sistema era una de las escasas islas de seguridad que había en el caos de la Confederación, pero la atención de Honor no se concentraba en Sachsen en ese momento, sino en un mapa holográfico que resplandecía sobre la mesa de conferencias. Levantó una mano, con la palma hacia arriba, a modo de pregunta.
—No estoy seguro, milady. —Rafael Cardones frunció el ceño al mirar el gráfico—. Si la información de los andis está en lo cierto, esa es desde luego la zona de amenaza más importante. Pero usted está hablando de extenderse a todo un nuevo sector. Al Almirantazgo puede que no le guste mucho… y no estoy seguro de que a mí me haga mucha gracia dividir tanto el escuadrón. ¿Capitana Truman?
La segunda al mando de cabellos dorados de Honor se encogió de hombros.
—Dividirlo es dividirlo, Rafe —señaló—. Estaremos tan lejos del alcance de los demás cubriendo un sistema como diez, a menos que quiera que permanezcamos juntos, en cuyo caso tendríamos un aspecto un poco extraño yendo de la manita por ahí. Algunos de esos piratas tienen unos instintos de supervivencia puñeteramente sensibles. Si ven a una panda de mercantes protegiéndose entre sí en un único sistema estelar, quizá se huelan que hay una trampa y no se acerquen. Pero si nos dividimos y cada uno va por su lado, podemos cubrir muchos más sistemas. Además, me gusta la idea de la rotación. No solo les presentaríamos a los malos siempre caras nuevas, sino que el cambio de zonas de patrulla debería evitar que el personal se anquilosara.
—Quizá —asintió Cardones—. Pero si los andis supieron quiénes somos, ¿cómo sabemos que no lo sabe alguien más? Si los malos saben que tenemos naves Q aquí fuera, o bien no van a aparecer o van a venir con mucho cuidado… quizá en mayor número. —Miró a Honor—. ¿Recuerda el simulacro que instaló para mí y para Jennifer, patrona?
Honor asintió y miró con una ceja alzada a Truman, que se encogió de hombros.
—No voy a discutir ninguna de esas dos cosas, pero que «no aparezcan» es justo lo que queremos que hagan. Es decir, matarlos a todos sería una solución más permanente, pero nuestro auténtico trabajo es reducir las pérdidas, ¿no? En cuanto a los números, por supuesto que nos van a hacer daño si alguien decide caer en masa sobre nuestras naves. ¿Pero por qué iba a ir todo un escuadrón de atacantes contra una nave Q en primer lugar? No van conseguir un botín que merezca la pena, pero sí que se van a llevar unos cuantos porrazos, aun cuando consigan eliminarnos. Lo saben, así que ¿para qué arriesgarse para no conseguir nada?
Honor asintió poco a poco y frotó las orejas de Nimitz, que se había enroscado en su regazo. Rafe estaba haciendo el papel del cauto abogado del diablo (un papel que le resultaba extraño a su naturaleza agresiva) porque su trabajo consistía en encontrar agujeros en las jugadas de su oficial al mando; la teoría era que más valía que tu primer oficial encontrara los agujeros que había en tu plan antes de que te los encontrara el enemigo. Y tenía razón en una cosa. Si un montón de tíos malos intentaban abalanzarse sobre una única nave, había muchas posibilidades de que esa nave saliera muy malherida. Pero Alice también tenía razón.
El problema se encontraba en los nuevos datos que les había proporcionado el comandante Hauser. Las pautas de los ataques habían cambiado desde que la OIN había elaborado su informe de antecedentes previo al despliegue. En aquel entonces las naves desaparecían de una en una o de dos en dos en Breslau y el vecino sector de Posnan, y así seguía siendo. Pero antes, quien fuera se llevaba una única nave y luego se largaba, de modo que la siguiente media docena o así podía pasar sana y salva, pero el caso era que ya estaban desapareciendo tres o incluso cuatro naves seguidas, y todas en el mismo sistema. De hecho, las pérdidas eran más altas en Posnan que en Breslau, que era lo que había obligado a Honor a replantearse su despliegue original, pero la nueva pauta de pérdidas consecutivas era casi más preocupante que el número total. Las pérdidas consecutivas significaban que los atacantes se quedaban por allí para llevarse más blancos y eso no era lógico. No era lo que hacían los piratas… por lo menos si operaban en las unidades habituales.
Ningún capitán pirata quería andar por ahí con una presa a remolque, era mucho más fácil detectar dos naves juntas y las otras presas en potencia tendían a evitarlas. Y luego estaba el problema de maniobrarlas. Muy pocos piratas llevaban tripulación suficiente para manejar más de dos o tres (como mucho cuatro) presas, a menos que capturaran al personal original de las naves y los obligaran a manejar los sistemas de sus naves.
Por otro lado, pensó con tristeza, quizá se las estuvieran arreglando para quedarse con esas tripulaciones. Por lo general, aproximadamente la mitad de las naves atacadas por piratas conseguían sacar a su personal antes de que los piratas llegaran a tomar la nave, y algunos de los incidentes seguían todavía esa pauta. Pero otros no, y las tripulaciones de no menos del ochenta por ciento de las naves manticorianas perdidas en Posnan se habían desvanecido junto con sus navíos. Cosa que estaba muy por encima de los números habituales y sugería dos posibilidades, ninguna de las cuales era agradable. Una, que alguien estaba reventando naves mercantes, sin más, lo que no parecía muy probable; o dos, alguien tenía naves suficientes para utilizar una para perseguir cualquier lanzadera o pinaza que intentara evadirse mientras la otra detenía a la presa.
Y eso, por supuesto, era lo que preocupaba a Rafe. Si los malos tenían varias naves trabajando en un solo sistema, la oposición podría ser mucho más dura de lo que el Almirantazgo había supuesto.
—Ojalá supiéramos cómo dieron con nosotros los andis —murmuró Truman, y Honor asintió.
—Yo también —admitió—, pero Rabenstrange no dijo nada y tampoco me extraña. Solo con decirnos que lo saben ya podría poner en peligro toda su red de información. Les estaríamos pidiendo demasiado si pretendiéramos que les dijeran a nuestros tipos de contraespionaje cómo lo hicieron.
—Estamos de acuerdo, milady —dijo Cardones. Se frotó la nariz y después se encogió de hombros—. También me gustaría saber por qué han cambiado las pautas de esta manera. Según las cifras del comandante Hauser, somos los únicos que estamos perdiendo mercantes en grupos.
—Eso puede ser el simple índice de probabilidades —dijo Truman—. Tenemos más naves ahí fuera que cualquier otro, a pesar de nuestras pérdidas. Si alguien va a sufrir ataques múltiples, los que tienen más blancos son los que reciben impactos más a menudo.
—Y si a eso le añades que hemos reducido las unidades ligeras —señaló Honor—, nos convertimos en blancos más tentadores que los andis, por ejemplo, que todavía tienen naves de guerra disponibles para responder. Si yo fuera un pirata, me cebaría en la gente que sé que no está en posición de dejar caer un escuadrón de destructores en mi acogedora y pequeña telaraña.
—Losé, pero no puedo evitar tener la sensación de que aquí hay algo más —dijo Cardones.
—Quizá lo haya, pero la única forma de averiguar qué puede ser es ir a verlo en persona. —Honor introdujo otra orden en su terminal y unas líneas de color verde brillante aparecieron en el holograma. Unían diez sistemas estelares, seis en Breslau y cuatro en Posnan, con una pauta alargada y compleja de treinta y dos años luz de anchura en su punto más amplio. Honor lo miró con aire malhumorado.
—Si seguimos esta pauta —dijo después de un momento—, tendremos una nave (y una nave siempre diferente) entrando o saliendo de uno de estos sistemas una vez a la semana, más o menos. Si hay alguien agazapado por ahí, vigilándonos, no verán la misma nave en el mismo sitio durante largos periodos de tiempo. Eso debería evitar que parezcamos naves de guerra de patrulla y nos pone en el centro de la zona de grandes pérdidas, además de permitirnos patrullar una zona mas amplia una vez que lleguemos allí.
—Sí, así es —admitió Cardones—. Suponiendo que no nos encontremos con nadie operando con todo un escuadrón, yo diría que es nuestra mejor opción. Pero el caso es que nos mete en Posnan y deja todas estas estrellas de Breslau —tecleó algo en su propio terminal y nueve estrellas más parpadearon— sin cubrir. Allí también estamos sufriendo pérdidas y Breslau es donde nos encargaron que iniciáramos las operaciones.
—Lo sé —suspiró Honor—, pero si extendemos el patrón, también extendemos el tiempo entre estrella y estrella. Pasamos más tiempo en híper y menos tiempo en el espacio normal, donde es más probable que encontremos y matemos piratas. Con esto tenemos más posibilidades de mezclar engaño con tiempo en la zona, Rafe.
—Estoy de acuerdo —dijo Cardones a su vez—. Solo pienso que ojalá pudiéramos cubrir más zonas si de todos modos vamos a dividirnos. Lo hagamos como lo hagamos, sabe que no estaremos allí cuando ataquen a alguien y los carteles van a bramar que no estamos haciendo nuestro trabajo, que no lo está haciendo usted, si eso ocurre.
—Los carteles van a tener que aceptar que es lo mejor que podemos hacer —respondió Honor—. Van a seguir atacando a nuestros envíos sigamos el patrón que sigamos y sin más naves Q no hay mucho que podamos hacer sobre el tema. Sé que van a quejarse si no cubrimos un sistema y pierden allí una nave, pero el hecho es que son los piratas los que tienen la iniciativa. Son ellos los que deciden dónde van a atacar y todo lo que podemos hacer es seguirlos y hacerles tanto daño que los supervivientes decidan largarse a otra parte. Si limpiamos una zona, se trasladarán a otra y los seguiremos, lo que al menos debería permitirnos cortarles las alas un poco. Y una vez que eliminemos a unos cuantos, el Almirantazgo puede señalar el número de presas y demostrar que estamos haciendo algo bien.
—¿Saben lo que pienso yo? —preguntó Truman. Honor la miró y la otra capitana se encogió de hombros—. Pienso que ojalá supiéramos quién está financiando y apoyando a esos cabrones. Saben tan bien como yo que la banda media de piratas puede permitirse perder y sustituir navíos (y tripulaciones) todo el año solo con que un tercio de ellos se las arregle para capturar una presa decente en cada viaje. Piénsenlo. Esas once naves… —le dio unos golpecitos a la pantalla donde se mostraban los nombres de los últimos navíos desaparecidos— representan un valor total de casi doce mil millones y solo por los cascos. Con esa pasta se puede comprar un montón de naves lo bastante pesadas como para destruir mercantes.
—Según el comandante Hauser, los andis están trabajando en eso, al igual que la OIN —dijo Honor—. Si podemos identificar al que se está deshaciendo de las naves y los cargamentos, estaremos en posición de exigir que sus autoridades locales tomen medidas contra ellos. —Truman emitió un sonido que podría haberse descrito incluso, siendo un poco caritativos, con el nombre de carcajada y Honor se encogió de hombros—. Sé que mucha de la gente local trabaja con los piratas, pero si son tan estúpidos (o tienen las manos tan sucias) para no tomar medidas al menos pro forma, sospecho que el almirante Rabenstrange estaría encantado de mandarles un escuadrón de naves de barrera para convencerlos de que deben entrar en razón. Nosotros, por desgracia, no tenemos ese tipo de potencia de fuego. Todo lo que podemos hacer es echarle agua al incendio y al menos hacer que repongan las pérdidas.
—Lo sé —suspiró Truman—, pero soñar es gratis, ¿no?
—Y yo estoy dispuesta a soñar con usted —asintió Honor—. Entretanto, me parece que esta es la mejor forma de proceder a la luz de la información y las fuerzas con las que contamos.
—De acuerdo —dijo Truman y Cardones asintió, aunque seguía sin parecer muy contento con la perspectiva. Honor sabía que buena parte de esa infelicidad era por ella, ya que era a ella a la que iban a criticar cuando saliera el tema del escuadrón, y se preguntó si Rafe habría aplicado la misma lógica que el almirante Haven Albo le había explicado a ella en Grayson. Parecía probable: Rafe era un hombre perspicaz y el nivel de inquietud indicaba que le preocupaba algo más que la exposición táctica.
—De acuerdo —dijo con más viveza y, con una sacudida, optó por no pensar masen esos mismos puntos—. En ese caso, Alice, pondremos en marcha las rutas que hemos discutido. Usted se llevará al Parnaso a Telmach y Samuel se llevará al Scheherazade a Posnan para empezar allí sus tramos. Yo me llevaré al Viajero Libau para el primer tramo por Walther y el Alien y el Gudrid harán el primer tramo de Hume-Gosset.
Truman asintió. La ruta de patrullas que Honor había esbozado pondría al Parnaso y al Viajero en los sistemas donde mayor era la amenaza durante la primera parte del viaje, mientras que el Gudrid de MacGuire tendría lo más pareado a un vuelo rutinario en su primer sistema.
—De acuerdo —dijo Honor otra vez. Se irguió un poco más en su asiento y miró a cada uno de sus dos subordinados a los ojos mientras Nimitz le subía con soltura por el hombro y se sentaba en el respaldo de su silla—. Hay dos cosas más que deberíamos considerar. La primera es qué haremos con aquellos a los que capturemos. Rafe estuvo conmigo en el Intrépido así que ya conoce mi política, Alice, pero usted no estaba. ¿Ha tenido oportunidad de revisar el memorando sobre la misma?
—Así es —respondió Truman con un sobrio asentimiento.
—¿Tiene algún problema con esa política? —preguntó Honor en voz baja.
—No, señora. —Truman negó con la cabeza—. Si acaso, es usted demasiado indulgente.
—Es posible —reconoció Honor—, pero tenemos que fingir que la Confederación tiene un Gobierno en funciones, al menos hasta que se demuestre lo contrario. Entretanto, redactaré unas órdenes formales para que tanto usted como Alien y Samuel cubran la situación. Pero recuerden que necesitamos cualquier información que podamos obtener sobre patrones operacionales. Si alguien quiere hacer un trato convirtiéndose en informador, son libres de usar su iniciativa y criterio en cuanto a los términos. —Truman asintió y Honor se frotó los ojos con aire cansado.
»Y eso me lleva a mi último punto, que es la posibilidad de que esos nuevos patrones indiquen que no estamos enfrentándonos a piratas normales, o ni siquiera a corsarios. Los «gobiernos de liberación» de Psique y Lutrell son los culpables más probables si hay alguien operando en escuadrones, pero existe otra posibilidad.
—Repos —dijo Truman con tono neutro, y Honor asintió.
—Exacto. Ni la OIN ni los andis han captado signo alguno de ello, pero los repos tienen sus propios contactos por aquí. En realidad, sus embajadas siguen abiertas ya que no están en guerra ni con Silesia ni con los andis. No les costaría mucho llegar a un trato discreto con uno de los gobernadores de los sistemas más pequeños para conseguir un reabastecimiento clandestino; y las fuentes de información de sus embajadas sobre las rutas comerciales son seguramente tan buenas como las nuestras. Si se las han arreglado para colarnos un escuadrón de ataque, irían a por nuestras naves comerciales, no a por los de los demás, y no querrían que las tripulaciones de las naves atacadas quedaran sueltas para decirnos que están aquí.
—A menos que su propósito sea obligar al Almirantazgo a que libere fuerzas más pesadas para darles caza —señaló Truman—. Eso es justo lo que intentaron hacer antes de atacarla en Yeltsin, Honor, y lo consiguieron. ¿Por qué no dejar que los nuestros «escapen»? ¿No tendría sentido ser más obvio si el objetivo es demostrarle al Almirantazgo hasta qué punto está amenazado nuestro comercio por aquí?
—Es una posibilidad —asintió Honor—, pero no creo que sea así. Las operaciones que llevaron a cabo antes de la Cuarta de Yeltsin formaban parte de un plan coordinado diseñado para imponer un cambio temporal, y solo temporal, en nuestros despliegues, para apartar fuerzas de un objetivo y llevar a cabo una única ofensiva. Quizá estén intentando forzarnos a hacer despliegues falsos otra vez, pero están muy lejos de casa y no hay forma de que puedan coordinarse con el frente. Sospecho que eso significa que de lo que se trata es de una distracción general, a largo plazo, no una concreta y a corto plazo. —Miró el holograma con el ceño fruncido, se frotó la punta de la nariz y después se encogió de hombros.
»Además, cualquier cosa que mandaran aquí se encontraría metido en un buen lío si fuéramos a por él a lo grande. Sin unas bases navales regulares propias, cosa que no tienen, estarían en grave desventaja si decidiéramos transferir fuerzas para perseguirlos. Y no olviden que, al ser nuestros periodos de tránsito menores en la Confluencia, tenemos ventaja en lo que se refiere al flujo de información y la velocidad de los despliegues. Tendríamos una posibilidad excelente de hacer el tránsito, golpearlos donde más les duela, y hacer regresar a nuestras fuerzas ligeras antes de que el resto de los repos supieran siquiera que nos habíamos movido. Y por la misma razón, dudo que quieran hacer nada que irrite al Imperio. Tienen que estar encantados de que el emperador se haya limitado a ver pasar la vida hasta ahora, y unas operaciones navales abiertas y a gran escala en el patio trasero de los andis podrían hacer que el caballero cambiara de opinión. Además, no tienen que operar de forma abierta para lograr el mismo objetivo. Moraleja, da igual quién nos está atacando, el caso es que alguien nos ataca.
—Muy cierto —asintió Truman.
—Pero a lo que voy es a lo siguiente —continuó Honor—. Si son los repos, van a utilizar naves de guerra de verdad, no esos navíos con armas ligeras que remienda el típico pirata. No me parece muy probable que estemos viendo operaciones repos y es posible que me esté asustando de mi propia sombra, pero no podemos permitirnos dar nada por sentado. Así que es importante que ninguno bajemos la guardia, y que conste que estoy dándoles órdenes a todos los capitanes para que permanezcan a cubierto y eviten cualquier acción contra una nave de guerra repo mayor que un crucero pesado. Si nos tropezamos con un crucero de batalla o una de sus naves de batalla, cosa que espero por Dios que no ocurra, intenten evitar entrar en acción. La pérdida de una nave de guerra auténtica les dolería más a ellos de lo que le dolería al Reino Estelar perder una nave Q, pero es mucho más importante que sepamos a qué nos estamos enfrentando.
—Si están operando por aquí, es probable que sea con naves ligeras —dijo Truman.
—Por supuesto, y si nos tropezamos con cualquiera de sus unidades ligeras, los eliminamos —dijo Honor—. Pero tampoco esperaba ver naves de batalla en Yeltsin el año pasado. Han demostrado que están dispuestos a hacer operar sus escuadrones de batalla ligeros de una forma agresiva, por muy inexpertos que fueran la mayor parte de sus cuerpos de oficiales al comienzo de la guerra; y si tienen a alguno de sus peces gordos por aquí, quiero saberlo. Hablo en serio, chicos. Nada de heroísmos. Si les obligan a entrar en acción, vayan a por todas y no se preocupen por ocultar nada de lo que tengan, pero informar de la presencia de unas unidades pesadas repos es más importante que intentar destruirlos. ¿Comprendido? —Tanto Cardones como Truman asintieron y Honor se levantó, recogió a Nimitz del respaldo de la silla y se lo puso al hombro.
»En ese caso, vamos a ello. Quiero poner rumbo a nuestros puestos iniciales antes de las cero-tres-cero-cero.