La ocasión no hace al ladrón,
el gran ladrón es ella misma,
pues robó el resto de amor
que aún mi corazón tenía.
La ganancia de mi vida
esa te la ha dado a ti
y ahora, pobre, mi vida
sólo la espero de ti.
Pero compasión ya siento
en el rubí de tu mirada
y en tus brazos ya me alegro
de mi suerte renovada.
1815