EL PESCADOR

Sonaba el agua, se alzaba el agua,

sentado al borde un pescador,

miró el anzuelo con calma,

frío hasta en el corazón.

Y mientras sentado escucha

se hiende la onda alzada,

del agua al surgir susurra

una mujer mojada.

Cantábale y así le hablaba:

¿por qué atraes a mis crías

con astucia y maña humanas

al calor de muerte arriba?

Si al pececillo vieses

tan feliz en el fondo,

bajarías como tú eres

y te curarías todo.

¿No se refresca el sol

y la luna en el mar?

¿Las olas que respiró

no hacen más bella su faz?

¿No te atrae el cielo profundo,

el húmedo azul esclarecido?

¿No te atrae el rostro tuyo

aquí en eterno rocío?

Sonaba el agua, se alzaba el agua,

le enredó el pie desnudo,

su corazón crecióle en la añoranza,

tal de la amada el saludo.

Le habló, le cantó,

entonces quedó perdido,

medio le atrajo, medio él se hundió

y nunca más se le ha visto.

1779