En el coche de correos el 10 de Octubre de 1774
¡Apresúrate Cronos,
adelante el rechinante trote!
Hacia abajo va el camino;
fatigoso mareo me deja
en la frente tu ir lento.
Vivo, ese atropellado
trote sobre baches y piedras,
rápido, entra en la vida.
¿Pero, otra vez?
Ese paso acezante,
fatigoso, monte arriba.
¡Arriba, pues! ¡No aflojes, pues!
¡Hacia una meta, esperando!
¡Amplia y alta la vista
magnífica alrededor
entrando en la vida!
De monte en monte
se cierne el espíritu
vida eterna presintiendo.
Al lado la sombra
del alero te atrae
y la mirada que promete frescura,
en el umbral, de aquella muchacha.
Refréscate —también para mí,
muchacha, esa bebida espumosa
y la mirada de salud amable.
¡Ahora, más fresco, abajo!
¡Mira, el sol se pone!
¡Antes que se ponga,
antes que me alcance la vejez
en olor de niebla del pantano,
mandíbulas sin dientes tiemblen
y la osamenta flaquee!
Ebrio del último rayo
arrebátame, un mar de fuego
en mi ojo espumoso,
a mí cegado, tambaleante,
a la puerta nocturna del infierno.
Suena cochero tu cuerno,
matraquea el trote sonoro,
que oiga el Orco: llega un príncipe,
allá abajo de sus sedes
se alcen los poderosos.
1774