EL CANTO DE MAHOMA

¡Mirad el manantial en la piedra,

claro de alegría,

como una visión de estrellas!

Sobre nubes,

su juventud nutrieron

buenos espíritus,

entre peñas en el monte.

En juventud primera

danza de la nube

hacia las rocas de mármol,

su júbilo vuelve

al cielo.

Por las sendas de las cumbres

busca guijas de color,

con pronto paso de guía

arrastra consigo mismo

sus manantiales hermanos.

Abajo en el valle crecen

bajo su huella las flores

y el prado

vive de su aliento.

Pero ni sombra de valle

le detiene, ni flores

que su rodilla rodean

con ojos de amor guiñando,

a la llanura su paso apremia

serpenteando.

Arroyos se acercan

expansivos. Ahora entra

en la llanura argénteo-luciente

y la llanura reluce con él

y los ríos de la llanura

y los arroyos de la sierra

le dan gritos de júbilo: ¡hermano!

Hermano, llévate a los hermanos

contigo hasta el viejo padre,

hasta el eterno océano

que con brazos bien abiertos

los nuestros espera,

que se abren, ay, en vano

los suyos anhelantes a prender.

¡Pues nos devora en seco desierto

ávida arena,

el sol arriba

sume nuestra sangre,

un alcor

nos impide ir el lago!

¡Hermano!

Llévate a los hermanos de la llanura,

llévate a los hermanos de la sierra

contigo hacia tu padre.

¡Venid todos!

Y ahora crece

magnífico, toda una estirpe

eleva al príncipe

y en resonantes triunfos

da a países nombres, surgen

ciudades bajo su pie.

Imparable sigue susurrante,

deja las flameantes torres,

casas de mármol, creación

de su plenitud tras él.

Casas de cedro lleva Atlas

sobre los hombros gigantes,

veloz sobre su cabeza

vuelan mil velas al cielo,

su poder y majestad.

Y así lleva a sus hermanos,

sus tesoros y sus hijos

al creador que le espera,

jubiloso el corazón.

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