— XLVI —

Me ha herido recatándose en las sombras,

sellando con un beso su traición.

Los brazos me echó al cuello, y por la espalda

partióme a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino

feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?

Porque no brota sangre de la herida,

porque el muerto está en pie.