Epílogo

Los juicios sólo son valiosos cuando aprueban. Cada juicio negativo de censura, por acertado que sea como observación, se convierte en una equivocación cuando es expresado. Las dos terceras partes de lo que dicen unas personas sobre otras son «juicios» semejantes. Si digo de una persona que me resulta antipática se trata de una declaración sincera. El que la oye decidirá si atribuye la culpa de ésta antipatía a mí o al otro. Pero si digo de alguien que es vanidoso o avaro, o que bebe, cometo una injusticia. Así podríamos «despachar» rápidamente a cualquier persona juzgándola. Para esta clase de juicios Jean Paul fue un bebedor de cerveza, Feuerbach un artista y Hölderlin un loco. ¿Dice esto algo sobre ellos, nos da algo sobre ellos? Del mismo modo se podría decir que la tierra es un planeta en el que hay pulgas. Esta clase de «verdades» son la quintaesencia de toda la falsedad y mentira. Sólo decimos la verdad cuando afirmamos y aprobamos. La constatación de «errores», por elegante e intelectual que suene, no es juicio sino chismorreo.

Hermann Hesse