Santo Tomás de Aquino
1225-1274

«Summa contra gentiles»

La «Summa contra gentiles» fue escrita diez años antes que la «Summa teológica» y su necesidad nació para Santo Tomás de su actividad docente en la universidad de París, porque no se dirige tanto a los verdaderos «paganos» sino a los pensadores cristianos influidos por el paganismo, y que no creían en la revelación, sobre todo los averroístas, pero por encima de esto se dirige contra el incipiente espíritu del Renacimiento y del Naturalismo. Santo Tomás trata de exponer su imagen cristiana medieval del mundo —la más grandiosa y homogénea que se haya creado jamás en Occidente—, no teológicamente, ni con las pretensiones de la autoridad eclesiástica, sino de manera filosófica, exclusivamente con los medios de la lógica laica. Por eso, donde el cristianismo y el paganismo se enfrentan, habrá hoy aún «paganos» que rechacen la «Summa teológica», pero que tomen el tema lo bastante en serio como para no eludir la obra puramente filosófica del gran teólogo.

(1935)

«Summa teológica»

Como en todos los tiempos agitados donde se persigue una nueva orientación y por lo tanto el patrimonio de legado espiritual del más alto rango alcanza así un nuevo valor y nuevas posibilidades de interpretación, se estudia de nuevo y examina a fondo desde muchos ángulos en la Europa actual, que hace en parte intentos completamente extracristianos y anticristianos, el legado de sabiduría católica. En ese sentido se comprende el renovado interés por los dos grandes autores cristianos, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. En los intentos de una nueva aproximación a estos honorables padres, se procede al menos con seriedad y objetividad, mientras que, por ejemplo la reivindicación que hacen del Meister Eckhart todas las partes enemigas, es una comedia satírica.

La vía hacia la escolástica, y especialmente hacia la Summa de Santo Tomás, es bastante difícil para los lectores modernos, aunque conozcan la filosofía moderna; por otro lado, sin Santo Tomás no se puede entender la Edad Media ni Roma. Como construcción, como sistema de una visión global del mundo teocéntrica, esta Summa es incomparable, no hay un intento más grande y homogéneo de superar el problema eterno; por eso ningún esfuerzo empleado en su comprensión, en el aprendizaje de su idioma es inútil. Si merece la pena aprender chino por Kung Fu Tse y el contrapunto por Sebastián Bach, también merece la pena realizar por la Summa el trabajo que exige penetrar en su lenguaje.

(1935)

Por lejana que parezca hallarse la escolástica y la obra del seráfico Santo de Aquino de nuestro tiempo excitado y tan poco centrado espiritualmente, esta época, como tantas pasadas, se ve también forzada a acercarse a esta luz, y a buscar una relación con ella. Es más: se lo toma más en serio y lo hace desde una mayor necesidad y bajo una presión mucho mayor que hace un siglo el romanticismo que dedicaba más amor y esfuerzo al lado externo decorativo de la Edad Media, que a sus momentos espirituales culminantes…

Santo Tomás, al igual que toda la Edad Media, pensó y escribió en latín, y en su latín creó un lenguaje extremadamente sensible y clásico, desde luego un lenguaje de discusión y de libro, frío, conceptual, abstracto, desprovisto casi de todo atractivo sensual y, no obstante, un lenguaje clásico, ya que para un determinado pensamiento extremadamente elaborado, el pensamiento cristiano de la Edad Media, ofrece la expresión ideal, perfecta, absolutamente flexible y útil. En este lenguaje, una vez dominado, se puede seguir pensando, creando y fantaseando, este latín tan muerto y abstracto aparentemente posee la curiosa cualidad de dejarse ampliar: pensadores católicos posteriores, como Nikolaus von Kues constituyen ejemplos espléndidos en este sentido.

Parece casi imposible traducir este latín al alemán, a no ser al alemán de alguna escuela de eruditos en el que todos los conceptos principales conservan sus nombres latinos, y se convierten en extranjerismos cuyo conocimiento se presupone…

Sin embargo, detrás de esta pared fría y cristalina del lenguaje escolástico hay tesoros que vale la pena conquistar. Estas partituras no se pueden leer de una sentada como folletones. Expresan una música intelectual cuyo conocimiento merece algún esfuerzo.

(1934)