… Recordé de pronto al maestro de la novela corta francesa, Mérimée, cuya «Venus de l’Ille» habré leído desde mis años de juventud cada cinco años ya en francés, ya en alemán.
Después de Balzac fue un placer exquisito. No lo hubiera esperado; es posible que después de las páginas ardientes y sobrecargadas de Balzac el severo y algo rígido Mérimée resultase frío y escueto. Sucedió lo contrario, nunca he admirado tanto el realismo y la superioridad del gran novelista, nunca he notado de una manera tan clara y convincente las proporciones de sus narraciones como esta vez. ¡Qué maestro!
(1925)