De los grandes poetas rusos, precisamente el más amado por los rusos, Pushkin, ha alcanzado entre nosotros menos popularidad. Su ruso, música inagotable para cualquier conocedor del idioma, es apenas más difícil de traducir que el de Gogol o Dostoievski, pero de algún modo el valor y encanto de la literatura de Pushkin están unidos al idioma ruso de una manera más íntima e indisoluble que en cualquier otro escritor ruso. Es posible que este juicio que declara a Pushkin intraducible sea sobre todo acertado en sus poemas. Su prosa, por mucho que pierda en la traducción nos es también accesible a los que no somos rusos, y su elegante arte narrativo, el delicado romanticismo y la problemática de sus relatos que recuerda al tiempo de Byron no han perdido aún su elevado encanto y su dulce melodía.
(1924)