… Si queremos comprar en una buena edición cualquier obra rara histórico-literaria, algún libro erótico perdido, o una correspondencia publicada indiscretamente, podemos hacerlo sin ningún esfuerzo, podemos adquirir esas cosas en cuero y en pergamino, en papel de tinta y en papel japonés. En cambio, una serie de grandes autores no ha sido honrada aún por nuestros editores con una edición buena, bonita y seria.
Uno de los que nunca tuvo suerte en este sentido es Jeremías Gotthelf. El cura de Berna, Bitzius, aunque no era en absoluto ingenuo, no sabía, al escribir sus historias de campesinos, que era un gran escritor, pero hoy podríamos saberlo, al menos por Gottfried Keller.
Las dificultades persistirán, al lector extranjero seguirá dando problemas el dialecto y al lector moderno, la veta predicadora de Gotthelf, y a más de uno espantará por completo. Otros, sin embargo, tendrán más perseverancia; del mismo modo que suabos y bávaros leen a Fritz Reuter, pueden aprender a leer a Gotthelf, y creo que no cometo ninguna herejía cuando, a pesar de todo mi entusiasmo por Reuter, veo en el bernés a un hombre de mucho mayor calibre. Desde luego no es embriagador, no da facilidades a sus lectores; es un cura al que no se le pueden escapar los campesinos de la iglesia y que por eso tiene tiempo para decir sus cosas detenidamente. El hecho de que sea un narrador de primer rango y que posea casi cualidades homéricas le importa poco; sobre todo es cura y educador del pueblo, y donde se presenta una ocasión frunce el ceño y lanza sus sermones en los que el tono de las frases con los sinónimos acumulados lo delatan inmediatamente. Ya al principio de «Geld und Geist» («Dinero y espíritu»), uno de sus libros más equilibrados, la breve y bonita frase inicial degenera en un pequeño sermón innecesario, pero al cabo de diez líneas vuelve a acordarse de su comienzo: «En la región de Berna hay algunas granjas bonitas», y así se inicia una de las más bellas obras narrativas del siglo pasado. Quien siga leyendo y tenga un sentido para las obras bien hechas persistirá aunque de cuando en cuando el dialecto sea un tanto bárbaro o el cura se pierda de nuevo en sermones. Tendrá que amar estas dificultades y también los errores manifiestos como es el secreto de un amor verdadero, y llegará a disfrutar hasta con «Jakobs Wanderungen» («Las peregrinaciones de Jakob»).
(1912)
Gotthelf no es, como se piensa a menudo, un extraño personaje de aldea con buenas y jugosas ocurrencias, ni un ser especial, un original caprichoso de un rincón perdido del mundo; sino que Gotthelf es uno de los pocos poetas épicos alemanes, uno de los muy escasos escritores del siglo pasado, en los que se ha expresado de una manera perfecta y pura y rica un trozo de mundo, una unidad popular. Sus escritos son indestructibles y perdurarán, cuando nuestras obras actuales sólo sean citadas como especialidades. Por estos libros pasan el aliento y las raíces de todo un pueblo, de un pueblo alemán, y en sus páginas no habla un individuo solo, sino el espíritu de una colectividad, de una lengua y una manera de ser, como en los poemas de Homero no habla un individuo, sino un pueblo y una tierra con su religión y sus costumbres, su mar y su bosque.
(1919)