Empecé a dedicarme a Schopenhauer ya en aquellos años de adolescente en los que Nietzsche era mi lectura principal. A medida que Nietzsche pasaba a un segundo plano me sentía atraído más por Schopenhauer, sobre todo porque, con independencia de él, yo había adquirido algún conocimiento de la filosofía hindú.
Mi dedicación posterior más intensiva al espíritu hindú y luego al chino fue seguramente lo que me distrajo de leer tantas cosas de Schopenhauer como hubiera leído en otro caso; así he tenido en mis manos muchas veces «Die Welt als Wille und Vorstellung» («El mundo como voluntad e idea»), pero solamente lo he leído una vez en su totalidad y consecuentemente. En años posteriores, cuando empezó a atraerme más y más la historia, me encontré a menudo con huellas de Schopenhauer y con los resultados de su influencia; especialmente en aquel autor al que admiro como al mayor historiador alemán, Jacob Burckhardt.
(1938)
«Gespräche»
(«Conversaciones»)
Muchas de las anécdotas sobre Schopenhauer se han convertido casi en patrimonio popular, por ejemplo aquella de cómo una mañana no le cabían los zapatos. De pronto le resultan demasiado pequeños, furioso llama al zapatero que los había hecho, se queja y protesta, y éste se ríe de él, pues ha confundido simplemente el zapato derecho con el izquierdo. Anécdotas parecidas, y chismes, abundan en el libro, pero también conversaciones llenas de datos vivos sobre la fuerte personalidad de Schopenhauer, sobre su vida cotidiana, sus lecturas, sus recuerdos de Weimar y Goethe, su admiración por Kant. Juicios drásticos y groserías, ocurrencias divertidas, ironía gruñona y a veces humor puro y bello, una memoria excelente, también para cosas insignificantes, un poco de teatralidad temperada por una dosis de autoironía: éstos son los rasgos principales de estas manifestaciones de su vida.
(1933)