La hermana de Brentano, Bettina, uno de los temperamentos más extraños y apasionados de toda la literatura alemana, también ha estado a punto de ser olvidada. Ahora alcanza una edición completa de sus escritos, que promete publicar cosas completamente desconocidas. Los cuatro volúmenes aparecidos hasta ahora contienen la «Günderode», el «Frühlingskranz» («La corona de primavera») y «Goethes Briefwechsel mit einem Kinde», las tres obras más famosas de esta escritora caprichosa. En estos maravillosos y chispeantes libros de cartas, en los que cada página nace del instante ardiente, vivo y excitado, se puede aprender más sobre el llamado espíritu romántico, que en los libros de muchos profesores. Pero este espíritu romántico no es para nosotros en absoluto una cuestión histórico-erudita, sino en cuestión sumamente actual, porque allí, en el romanticismo, vemos el último gran impulso del espíritu alemán antes del tiempo de la materialización y trivialización, y con aquellos jóvenes, ardientes y nostálgicos espíritus de los autores románticos la juventud intelectual de la Alemania actual se siente unida por numerosos vínculos. Bettina, desde luego, no tiene la grandeza de su hermano, ni la profundidad de Novalis, pero posee todo el aroma de aquel tiempo y aquella atmósfera, refulge y chispea hacia todas partes y cada página de sus libros está llena de juventud, de entusiasmo, de dulce locura, de euforia.
(1921)
«Die Günderode»
(«La Günderode»)
Karoline von Günderode (muerta en 1806) es famosa por el trágico destino amoroso y su fin. El suicidio de la bella e inteligente muchacha fue el final de una relación amorosa sicológicamente complicada con Friedrich Kreuzer, el filólogo de Heidelberg. En su época ocupó, como escritora y personalidad llena de temperamento, inquieta y culta, una posición singular y destacada en el trato con sus más destacados contemporáneos. Pero la amistad más profunda y entrañable de su vida fue la que tuvo con Bettina Brentano, y ésta le erigió a su manera un monumento en el libro «Die Günderode». Es cierto que este libro curioso nos permite conocer más a Bettina que a Günderode. Como en «Goethes Briefwechsel mit einem Kinde». Bettina convierte de manera muy personal el material epistolar existente en un intercambio poético-intelectual, en una historia epistolar del alma y de la amistad medio real, medio inventada. En estas cartas no se deben buscar, a menos que se haga con mucha precaución, hechos reales. En cambio son ricas en inspiración y belleza, y también en verdad interior valiente; pues la correspondencia poética no sólo era el medio expresivo que más le gustaba a la naturaleza inquietamente impulsiva de la escritora, sino que también poseía un instinto muy fino, casi adivinatorio de lo esencial, lo importante y lo característico de las personalidades de su trato.
Así «Die Günderode» es una especie de novela, una expresión poetizada y glorificada de la esencia y la belleza de aquella vida breve, apasionada y apagada en circunstancias desdichadas.
(1904)
Lo que está lleno de vida puede permanecer oculto durante mucho tiempo, pero no puede ser destruido, siempre vuelve a salir a la luz. Y las obras de Bettina están llenas de vida, más que la mayoría de las obras que se escriben y leen hoy. Su fantasía desenfrenada, rica y majestuosa, su intensa capacidad de entusiasmo y de amor, su valor intrépido, su profundo sentido de la bondad, su sed de entrega, de autosacrifico arden con tal veracidad en todas sus obras que a su lado podrían olvidarse por fin las extravagancias y los juegos de su capricho. Tampoco es una casualidad que la obra de esta mujer genial resucite precisamente en la Alemania actual, porque en esta obra y precisamente en escritos casi olvidados como los «Dämonengespräche» («Diálogos demoníacos») trata de problemas de los hombres y la humanidad que hoy vuelven a tener una actualidad palpitante.
(1923)