«Die Nachtwachen des Bonaventura»
(«Las vigilias de Bonaventura»)
Bajo este título ha circulado durante unos cien años en la literatura alemana, publicada en 1804 por primera vez y sin haber penetrado nunca en círculos más amplios, una pequeña curiosidad del romanticismo temprano, que los amigos más apasionados de nuestro romanticismo conocían desde hacía algunos años bajo una forma ligeramente mutilada a través de los «Literaturdenkmäler des 18 und 19 Jahrhunderts» («Monumentos literarios de los siglos 18 y 19»). Desde siempre se consideró como autor al filósofo Schelling en virtud de suposiciones más antiguas y debido, en un principio, al pseudónimo «Bonaventura» (utilizado una vez por Schelling en 1802). Fue Dilthey el que puso enérgicamente en duda esta paternidad literaria y ahora Franz Schultz ha descubierto al verdadero autor en el olvidado Friedrich Gottlob Wetzel, poeta y periodista apreciado por Heine y que murió en 1819 en Bamberg.
Todo esto no es precisamente excitante y poco nos interesaría a los que no somos científicos, si las «Nachtwachen des Bonaventura» no fuesen una pequeña pieza muy característica y vigorosa del romanticismo temprano alemán. Se encuentra por completo bajo el signo de Shakespeare, respira ya conscientemente el aire, entonces nuevo, del «Ofterdingen» y del «Godwi», y recuerda ajean Paul, aunque tiene todo el brío y el temperamento de la época del «Sturm und Drang» y «Ugolino». Esta mezcla, aunque quizá no sea un caso único, es en todo caso lo bastante interesante y expresiva como para cautivarnos, una mezcla de pasión e ironía, de extravagancia y seriedad anhelante. Sueños y fantasías nocturnas de un espíritu genial y desgarrado que juega con las máscaras hasta que en el espejo descubre los propios rasgos con la rigidez de la máscara. Su historia («que callada y oculta serpentea como un río estrecho entre las rocas y los bosques que amontoné alrededor») es la de un periodista que es poeta, y es también la historia del irónico, en cuya alma se lamenta una voz olvidada por la inocencia perdida del pensamiento ingenuo y lineal.
(1910)