E. T. A. Hoffmann
1776-1822

Va mucho de hoy a aquel tiempo en que el nombre de Hoffmann estaba en la boca y sus libros en las manos de todos. Se ha perdido la sensibilidad para el estilo brillante, superior, irónico y la mezcla sutil de lo cotidiano y fantástico, cuyos grandes maestros fueron Ludwig Tieck y E. T. A. Hoffmann. De todos modos se comprende mejor la pérdida del interés por Tieck que el abandono de Hoffmann. Pues mientras que aquél, a pesar de toda la sutileza, carece de fuerza, y su delicada ironía sólo saben entenderla en toda su pureza los verdaderos entendidos, las obras de Hoffmann combinan con tanta fuerza y acierto la fantasía encendida y el arte narrativo realista, que la lectura ofrece raros placeres a los más amplios círculos de lectores. Tieck es conversador e irónico, Hoffmann es narrador y humorista. La comparación termina aquí, pues para la fuerza demoníaca con que Hoffmann reina sobre lo fantasmagórico y terrible, lo espantoso y emocionante, sobre todos los horrores de un mundo fantástico pavorosamente distorsionado y, sin embargo, orgánicamente vivo no ofrece Tieck equivalentes ni siquiera parecidos. Del autor de los «Nachtstücke» («Piezas nocturnas») se cuenta que, a veces, cuando escribía de noche sus inquietantes obras, los demonios creados por él mismo lo asaltaban con tal espanto que, huyendo de su propia fantasía, tenía que taparse los ojos e interrumpir el trabajo.

(1900)

«Lebensansichten des Katers Murr»
(«Las opiniones del gato Murr»)

Este increíble «Kater Murr» es hoy todavía muy regocijante y su filosofía no está anticuada. Como es sabido, el «Kater Murr» es un libro doble, no sólo contiene las fantásticas opiniones del filosófico gato, sino también, «en casuales hojas de maculatura», la historia del director de orquesta Johannes Kreisler, y éste es sin duda el personaje más asombroso, misterioso, e inspirado de toda la obra literaria de Hoffmann. Todo lo que el romanticismo alemán ha dicho sobre la música es superado por el espíritu musical sagrado de este personaje, de este magnífico Kreisler al que nunca podremos amar bastante. El joven Robert Schumann y el joven Richard Wagner se entusiasmaron y hallaron en él una inagotable fuente de consuelo, comprensión y entusiasmo. Aunque Hoffmann no hubiese escrito más que las «casuales hojas de maculatura», que añadió en fantástico desorden a su «Kater Murr», sería uno de los más grandes escritores alemanes. Hubo décadas en las que nadie hubiese pensado que cosas como el «Kater Murr» podían sobrevivir algún día al ejército, a la monarquía y a la industria bélica alemanes; y sin embargo así ha sido.

(1923)

«Tagebücher»
(«Diarios»)

Estos apuntes descubren sentimientos extraordinariamente delicados y, a veces, su publicación nos impresiona como una profanación. Pero quien ame realmente al autor del «Goldene Topf» («El puchero de oro»), amará de todo corazón este volumen de diarios. Primero hay que familiarizarse con el texto, porque estas hojas no fueron escritas verdaderamente para ser publicadas. Las notas más secas sobre asuntos de dinero, cartas, visitas al teatro, todo resumido en un estilo de agenda, aparecen con la misma prisa, abreviación, desorden y despreocupación, junto con las experiencias sentimentales más delicadas del hombre y del artista, efusiones violentas, lamentos conmovedores. A veces, brillando fríamente sobre el torbellino de las pasiones la autoobservación extrañamente clara del gran artista, frío y severo hasta el cinismo aparente. Al sicólogo estas hojas le dan, en su breve sinceridad, muchísimo.

(1916)

Estos diarios desilusionarán al lector goloso, no están en absoluto escritos para ojos de lectores o para un público, y con su brusca brevedad y su estilo telegráfico lleno de alusiones, se sustraen al interés superficial. Tanto más encontrarán en ellos el investigador y el verdadero amigo, pues contienen en su rápido y violento balbuceo la conmovedora historia de un corazón y un artista.

Hoffmann es una naturaleza que siempre es importante y seductora para aquél que se siente atraído por ella, contiene abismos sobre los que nos detenemos una y otra vez en afectuosa meditación. Por cierto, estos ricos apuntes demuestran claramente en muchos pasajes, el artista tan consciente que era Hoffmann, y páginas que en principio parecen de un interés completamente privado, informan sobre cuestiones importantísimas de la psicología del artista. Este libro no es nada para los indiferentes, para los amigos es un tesoro.

(1919)