Hölderlin
1770-1843

Sobre Hölderlin

Desde hace cien años existe un poeta alemán que atrae una y otra vez a los mejores, un favorito y rey secreto de la juventud idealista que nunca fue conocido por la mayoría: Hölderlin. Su obra, un pequeño volumen de poemas, en parte de gran fuerza hímnica, en parte del más delicado ensimismamiento lírico, concordaba con extraña belleza, excitante y trágica, con su vida que después de una juventud breve y esplendorosa se perdió en la confusión y la locura, pero también en una atmósfera suprapersonal y mítica. Fue el prototipo del poeta escogido y perseguido por los dioses, deslumbrante en su pureza sobrehumana, lleno de nobleza y belleza dolorosa, del poeta que se ha de estrellar en la vida normal y que dejó la memoria de un breve esplendor espiritual, que sólo acompaña a los que mueren temprano.

Y ahora en los últimos años este Hölderlin ha sido redescubierto por la juventud alemana, su llamada a los alemanes ha alcanzado un nuevo y más fuerte significado, y una vez más el astro de este bello extranjero reluce poderoso, aunque en una época y una atmósfera que convierte todo entusiasmo fácilmente en moda. En efecto, ha habido una moda Hölderlin, y el poeta tan poco accesible figura hoy en las mesillas de algunas damas junto a los discursos de Buda y los escritos de Tagore. Esta moda ya casi ha pasado y nos ha dejado algo positivo: que los filólogos y editores se han interesado por Hölderlin, y ahora existen ediciones buenas y bonitas de su obra y de sus cartas.

Aunque Hölderlin no haya sido entendido del todo, como creo, por los que lo han exaltado, algo ruidosamente, en los últimos años, no ha sido una casualidad que la gente se acordase precisamente ahora de él, en el ambiente revuelto escatológico de la Alemania derrotada. No fue sólo el éxtasis de sus himnos ardientes que adquirieron en la época de la revolución algo de manifiesto; fue sobre todo la persona del poeta, el aura de noble espiritualidad y aristocrática sobrehumanidad, lo que causó un efecto tan profundo en ese tiempo de profunda corrupción y de estar irremediablemente a la merced de las miserias materiales. Pues Hölderlin no es sólo un poeta, y su obra y su personalidad no son idénticas a la esencia de su obra escrita, es más, es el representante de un tipo heroico.

En uno de sus curiosos ensayos aparece una idea, según la cual el poeta parece intuir su propio destino y descubrirse a sí mismo en lo más profundo. Dice: «Es muy importante que los mejores no aparten demasiado de sí lo inferior, ni los más bellos lo bárbaro, pero que tampoco se mezclen con ellos, que conozcan la distancia que existe entre ellos y los otros con seguridad y sin pasión, y que desde este conocimiento actúen y sufran. Si se aíslan demasiado se pierde su eficacia y sucumben en su soledad». Hölderlin, que perteneció desde luego a los «más bellos», tuvo aquí una profunda visión. Pues no se debe interpretar esta frase sobre la distancia y sus exigencias en el sentido de que el hombre más noble no debe aislarse de sus congéneres más vulgares con demasiado rigor, su verdadera profundidad la demuestra la frase cuando la entendemos en un sentido subjetivo, como la exigencia de que el ser noble debe saber reconocer y aprender a respetar lo común y natural e ingenuo no sólo en el mundo, sino también en sí mismo, en la propia alma. Sin duda con esta interpretación no violentamos el pensamiento de Hölderlin, pues toda su vida fue profundamente consciente de este problema y lo expresó muchas veces; él conocía su peligro, su pertenencia unilateral a la clase de los «sentimentales» como decía Schiller, y él sufrió toda su vida bajo falta de ingenuidad. Traducida al idioma de la sicología actual, la exigencia de Hölderlin sería: el noble no debe someter su vida instintiva al domino del espíritu enemigo de los instintos, pues cada parte de nuestra vida instintiva, cuya sublimación no se logra, nos acarrea graves sufrimientos a través de la «represión». Éste era el problema individual de Hölderlin y a él sucumbió. Cultivó en sí mismo una espiritualidad que violentaba su naturaleza; su ideal era distanciarse de todo lo vulgar, pero no poseía la inaudita tenacidad de Schiller, que en una situación muy parecida, dio un ejemplo máximo de autodominio espiritual, consumiéndose y agotándose por completo en ese empeño. Tan «sentimental» como Schiller, su admirador y discípulo Hölderlin, se destrozó en las exigencias que él mismo se imponía, persiguió un ejemplo de espiritualidad y fracasó en el intento. Y si contemplamos la literatura de Hölderlin, encontramos que precisamente aquella espiritualidad de Schiller, que tan bien le sentaba a la cara, le estaba impuesta, en el fondo, a su naturaleza. Pues lo que admiramos en esta extraordinaria literatura como único e inimitable no es ni su consciente maestría, por alta que sea, ni su «contenido» en ideas, sino el caudal subterráneo de música, misterio rítmico y sonoro, único, a menudo casi aplastado por el modelo de Schiller.

Este caudal maravilloso, misterioso y creativo que habita en el subconsciente, se halla en muchos poemas de Hölderlin directamente en lucha con su ideal poético conscientemente cultivado, y por haber violentado esa fuerza creativa secreta y sagrada sucumbió. Hölderlin, en ese noble afán, pero en perjuicio de su más profunda personalidad, se convirtió bajo la influencia de Schiller casi en un intelectual.

Estos pensamientos sobre la sicología individual del poeta no agotan, sin embargo, el problema Hölderlin. Su destino es ante todo el de un héroe, y éstos son supraindividuales. Por eso vemos cómo seres dotados sucumben tan a menudo ante obstáculos que el pequeño supera sin dificultad, y la sana inteligencia media califica fácilmente de sicópatas a los dotados, ya sea con o sin aparato sicoanalítico. Es cierto que aquellos héroes son también, entre otras cosas, sicópatas. Pero por encima de eso son héroes, son intentos de la humanidad, respetables y peligrosos, de ennoblecerse, y su destino se encuentra en la atmósfera heroica y trágica, hasta en el caso en que tal héroe no termine por casualidad de manera terrible. A Hölderlin le fue dado representar monumentalmente este destino trágico del dotado. La tragedia que recorre la vida de Schiller con considerable fuerza, llega en Hölderlin a una expresión singularmente clara y conmovedora. Eso lo distingue a él —el héroe auténtico para el sentir de cada cual— de todos los poetas cuya esencia e imagen nos parecen expresadas de manera exhaustiva en su obra.

(1924)

En el volumen 4 de la edición se encuentra en la página 387 el relato «Im Presselschen Gartenhaus» («En la casa del jardín de Pressel»). En él, H. H. describe al Hölderlin enfermo.