«Der Wandsbecker Bote»
(«El mensajero de Wandsbeck»)
El «Wandsbecker Bote» no sólo permanece en el recuerdo por el efecto que produjo en su tiempo a muchos, sino por su espíritu en el que una parte considerable del carácter alemán adquirió forma y personalidad. Piadoso en lo más profundo del alma, con una tendencia creciente con los años hacia un cordial aunque estrecho pietismo, bastante versado en las ciencias, lleno de necesidad de trato constante con los libros, con el arte y los hombres de espíritu, siguió siendo siempre un niño y parte del pueblo. Y de los dos elementos dispares de esta alma vivaz, de la lucha entre el sentido estético y la rudeza, entre el afán de cultura y la naturalidad, entre el espíritu pedagógico y la poesía, surgió un humor típicamente alemán, un primo cercano y precursor directo del humor clásico alemán, de Jean Paul. Contemporáneo de Goethe, Claudius al igual que Stilling y otros, se unió en su juventud a la revolución de la literatura alemana, recensó en su estilo de calendario las odas de Klopstock y el «Götz» de Goethe desde un alma afín aunque sin seguir el gran camino. Como persona era un hombre leal, cálido, cordial, muy de acuerdo con su fe bíblica. La misma ingenuidad y cándida salud popular de un espíritu sencillo que a pesar de su abundante ingenio natural, nunca le permitió hacer una crítica seria de sí mismo ni de los otros, le conservó en cambio un corazón lleno de buena y entrañable fe que se sabe amparada en el seno de Dios, y cuyos instintos no tienden a lo abstracto sino a la vida cálida.
Y así de paso, entre hombre sencillo escribió algunas de las canciones alemanas más bellas; mientras que se canten canciones alemanas, no desaparecerá nunca su «Abendlied» («Canción del atardecer»).
(1915)