Jakob Böhme no sólo es difícil de leer como lo es, por ejemplo, Kant en muchos capítulos. No se lo puede leer en absoluto cuando falta la actitud idónea. Las mayores dificultades las tiene el lector culto y polifacético. Su lectura exige, por así decirlo, las mismas condiciones que la experiencia mística; requiere un «vaciarse» previo, una atención completamente libre, y una quietud del alma. En las horas en que éstas nos faltan, Böhme no nos habla, nos resulta muerto y árido, porque no da nada a la curiosidad y al simple instinto de juego intelectual. Pero en las horas en que estamos receptivos, vemos girar las estrellas en su imagen mística del mundo, y nos integramos vitalmente en su cosmos. La tradición de Böhme, profundamente viva entre los espíritus más cultivados de Alemania de la época de Novalis, y sobre todo de Franz Baader, se ha conservado casi exclusivamente en círculos cerrados, pietistas, lejos de la vida intelectual del tiempo. Ahora parece que amanece para ella un nuevo día.
(1920)