J. D. Salinger
1912

«The Catcher in the Rye»
(«El guardián entre el centeno»)

Algunas cartas de muy jóvenes lectores americanos del «Lobo estepario», a veces arrogantes, a veces desesperadas, se me han aclarado por completo tras la lectura de esta importante novela. En ella se narran las aventuras de pocos días de la vida muy problemática y amenazada de un americano de dieciséis años. No es un ambiente bonito el que se contempla aquí: padres demasiado ricos y demasiado ocupados, el padre abogado, la madre nerviosa dedicada a la vida social, con cien cigarrillos al día, el hijo enviado a colegios distantes vuelve a ser expulsado como en otras ocasiones de su colegio, y se encuentra sin ningún apoyo en medio de los problemas acuciantes de la pubertad. Todos los personajes, adultos y niños, alumnos y profesores son como en todas las historias americanas de colegios, bebedores, beben a todas las horas del día y de la noche, hablan un lenguaje artificialmente áspero, artificialmente audaz, cada diez palabras un juramento: en una palabra, parece ser un mundo desesperadamente corrompido, sucio y desconsolador, en el que estos pobres y malditos personajes viven su pobre, estúpida y condenada vida (ése es el estilo que se usa en el libro). El muchacho de dieciséis años no sabe nada de su padre excepto que gana mucho dinero y que probablemente lo matará si vuelve a casa expulsado también de este último colegio; con su madre tiene relaciones vagamente sentimentales, en ninguno de los dos confía. Pero además de un hermano muy querido tempranamente muerto, tiene aún un hermano mayor que escribía buenas historias cortas pero que se vendió y prostituyó a Hollywood, y luego una hermana pequeña, una niña aún a la que dedica toda su ternura. Y detrás de la fachada del muchacho precoz endurecido y arrogante florece, mientras lo vemos viajar por noches terribles de clubs y hoteles dudosos, en un desarrollo lento y constante un alma, un alma extremadamente bella, pura, simpática y capaz de amar, llena de impulsos nobles y de buenas cualidades desaprovechadas y en la lectura esta América corrompida, brutal y viciosa se vuelve una fachada como la manera de actuar y de hablar de estos escolares. Detrás de la desagradable máscara se esconde apenas tocada por la suciedad, humanidad noble, caliente y dotada. Quizás algún día este simpático muchacho desamparado escriba obras literarias, quizás sucumba él también algún día y se venda a Hollywood. De momento es, a pesar de todos los vicios y exagerados ademanes, un niño, un niño perdido, muy amenazado, lleno de fuerzas espirituales nuevas, florecientes, lleno de añoranza por la bondad y belleza, lleno de nobleza y bondad.

Ya se lea esta novela como historia individual de un muchacho difícil, ya se lea como símbolo de toda una nación y de un pueblo, el autor nos conduce por el hermoso camino de la extrañeza a la comprensión, del rechazo al amor. En un mundo y en un tiempo problemáticos, la literatura no puede alcanzar nada más elevado.

(1953)