«Le visionnaire»
(«El visionario»)
Y luego he leído aún otra novela, la novela de un escritor al que quiero y admiro desde mi primer encuentro con él: «Le visionnaire» de Julien Green. Está muy bien traducida, pero el título no es del todo exacto: el héroe de esta obra no es en realidad un «espiritista» (título alemán: «Der Geisterseher» = El espiritista) sino un visionario, un profeta. Ve visiones, no espíritus. De nuevo esta obra ardientemente intensa que se queda grabada y actúa sobre el lector como un sueño de profundos significados se desarrolla en la provincia francesa en una atmósfera de conservadurismo sofocante, de beatería fatal, de burguesía arrogante y de una moralidad muy degenerada y rancia, pero severa y consecuente. Quien conozca y aprecie al escritor de Praga Franz Kafka recordará ya en las primeras páginas de la novela de Green el «Castillo» de Kafka y a medida que vaya leyendo pensará a menudo tanto sobre la afinidad como sobre las grandes diferencias de estos dos grandes autores. «Le visionnaire» es un joven huérfano que es recogido por su tía, una viuda severa y beata que a pesar de toda la severidad lo quiere mucho pues su padre fue el amor de su juventud. El joven trabaja en una librería y en la casa de la tía crece junto a él una prima más joven con la que el adolescente tímido y enfermizo vive todos los peligros, tentaciones, seducciones, convulsiones y luchas de un enamoramiento pubertario, y no es sólo un muchacho tímido, asustado y educado en la beatería cuya pubertad es un infierno para su conciencia, sino que está además enfermo, mortalmente enfermo. Tiene un pulmón enfermo y fiebre diaria, y tiene que trabajar duramente, se encuentra además en el fuego de las experiencias sexuales y amorosas, y en la lucha espiritual por una fe que ha de sustituirle la fe en la Iglesia que se desvanece. Cuando la enfermedad lo asalta con mayor violencia, su tía lo mete en la cama, se sienta a su lado, le lee oraciones, le hace beber té y sudar; no cree en cosas como tuberculosis y se ríe de los médicos. Este pobre joven inventa en su infierno un «castillo», un castillo kafkiano imaginario en el que vive aventuras y evoluciones imaginarias y simbólicas: el tema en diversos ropajes, es el encuentro temido y deseado con la muerte: toda la historia del castillo y el libro entero son una conjuración ardiente de la muerte. Pero el joven no sólo sueña estas aventuras del castillo: también las escribe. En la escuela de su desgracia ha aprendido a escribir su diario que es su refugio y su consuelo, su justificación y su apoyo en la cruel soledad y angustia mortal de su juventud. Se ha acostumbrado a describir exacta y sobriamente su vida cotidiana, con el deseo de objetividad y expresión precisa anota día, hora, tiempo, temperatura etc., con la misma cuidadosa exactitud que las ofensas que le hace su patrón y los insultos de los chicos de la calle. Y entonces aplica esta técnica de un detallismo pedante, de unas anotaciones de diario empeñadas concienzudamente en la perfección y la objetividad, a algo completamente opuesto al «Castillo» y el mundo de sus sueños, fantasías febriles, deseos del alma y visiones de los sentidos. Lo fantástico es dominado con la técnica del ejercicio cotidiano, lo que parece aparentemente imponderable es medido con la balanza. Es como una visión del misterio sagrado, tan objetivo como demencial del trabajo literario. Y lo que se crea es de una superrealidad terriblemente intensa, penetrante, es una visión que resiste la comparación con las obras más fuertes de la literatura fantástica y oculta. Este francés Julien Green, de nombre inglés, es un mago objetivo, y cada obra suya parece descubrir con más exactitud y magia el núcleo amargo de su filosofía vital: que el sufrimiento es el corazón y el alma de la vida.
(1935)