«Light in August»
(«Luz en agosto»)
Como el libro de Wolfe[17], al que de todos modos considero más importante como narrador, esta novela cautiva por la fuerza y riqueza de sus imágenes, por el gran realismo y la juventud sensual con que habla también aquí el Sur americano; a pesar de la teología puritana degenerada, torcida, que cae en lo desolado y hasta en lo diabólico que aparece aquí y allá fantasmagóricamente, el mundo de este libro no resulta viejo o cansado, sino perfectamente joven y floreciente. El tema es atroz: la vida pobre y desdichada de un negro «blanco», y su terrible fin. Tampoco la sicología detallada e inteligente, pero no superior del autor satisface. En cambio en su libro aparecen imágenes, formas de una capacidad ingenua de observación que se pueden comparar muy bien con las de Wolfe: todos los sentidos intervienen en ellas, relucen profundamente y saturan como obras de un gran pintor, y en su belleza intemporalmente inocente se encuentran en extraña contradicción con la mucha sabiduría y la mucha técnica narrativa cinematográfica del autor. Estas imágenes como otras de Lagerlöf surgen de una capacidad de observación juvenil y popular, ellas nos hacen amable la narración con su mundo rudo, combativo, visto completamente desde el punto de vista del hombre.
(1935)