Klabund
1891-1928

«Poemas»

Hace ya más de una docena de años que cayó en mis manos el primer libro de poemas de Klabund, con el título «Morgenrot, Klabund, die Tage dämmern!» («¡Aurora, Klabund, los días amanecen!»). Y recuerdo aún bien cómo el ritmo de este título me resultó alegre, amigable y al mismo tiempo un poco juguetón. Entonces, con sus primeras publicaciones, Klabund asustó con su tono nuevo a los lectores irritando profundamente a muchos, aparecieron allí toda clase de burlas juveniles y algunos sonidos nuevos atrevidos, era el tiempo en que daban señales de vida en Alemania los precursores de un expresionismo poético. Hoy un libro de Klabund tiene precisamente un efecto contrario, el lector culto no encontrará en ninguna parte el atrevimiento, la novedad o lo chocante en la expresión como una característica principal de esta lírica, sino por el contrario su profunda consonancia con la tradición. El hecho de que Klabund beba de muchas fuentes culturales, que él, que como escolar no rindió en absoluto tributo al analfabetismo, sino que fue un buen estudiante de latín y griego, se compenetre fácil y hábilmente con los modos de pensar y las formas de cultura extrañas y pasadas, que incluso sea un virtuoso de estas cualidades, no es lo decisivo. Es sólo el lado externo brillante de su gran talento y que aquí y allá retiene al poeta en la superficie. No, lo esencial es su unión entrañable, cordial con nuestro pasado poético, es la melodía de su verso, es la relación con la música de nuestros grandes líricos románticos.

Este enfermo eternamente joven, enfermo del pulmón de rostro adolescente y de la alegría tan apreciada por su amigos que vive siempre con una ligera fiebre y que ha estado a menudo al borde de la muerte, respira como el poeta el aire de aquellos últimos grandes líricos que sin duda amó ardientemente cuando era muchacho, Eichendorff y Brentano, y su modernidad no es un fin en sí, ni esnobismo, sino que florece a partir de una sinceridad y una entrega siempre jóvenes, incluso adolescentes. Es cierto que también hizo experimentos, jugó, pensó al escribir solícito o burlón en el lector, es un verdadero literato. Pero lo que le gana nuestro amor es su otra cara, la del verdadero poeta, hoy un don raro y cada vez más raro. Todos sus poemas tratan del amor, todos solicitan amor, todos tienen esa mirada joven, hermosa, un poco suplicante.

(1926)