«Die Flucht vor Gott»
(«La huida ante Dios»)
Por diversas razones hay que llamar la atención con toda seriedad sobre este libro esencial. El mundo está hoy lleno de interpretaciones de nuestra época y de libros apocalípticos en los que se comenta con más o menos seriedad, y más o menos fuerza de convicción el fin del mundo que ha llegado ya o es inminente. Esta avalancha no cesa desde el final de la guerra y desde la aparición del tópico de la decadencia de Occidente, y como síntoma ha de tomarse muy en serio. Sin embargo, estos libros suelen pecar de una cierta verborrea e irresponsabilidad o tienen, como «Das alte Wahre» («Lo auténtico viejo») de Thieme, un carácter papista y una tribuna dogmática desde la que juzgan la historia universal correctamente y a menudo con gracia, pero sin amor, y por eso en último término sin seriedad.
Entre los libros en los que un individuo contempla e interpreta la crisis del mundo espiritual y moral, se encuentran los libros de Max Picard solos en un gran silencio, y este nuevo libro es quizás el más bello, el más serio y al mismo tiempo el más consolador. Es un libro religioso, porque refiere el mundo humano y su situación a Dios, pero no está afiliado a una fe que se limite a una determinada Iglesia y a un dogma: Picard es católico y cuando habla del mundo de la fe se refiere en primer lugar a la fe romana, pero no de manera exclusiva, sino que concede a cada persona religiosa, aunque no sea católica, incluso aunque sólo tenga una fe natural ingenua, la participación en el mundo de la fe. Y en el capítulo grandioso que trata del lenguaje y en el que compara el lenguaje de la fe con el de la «huida», el único ejemplo que aduce como muestra de un lenguaje creyente en oposición al lenguaje degenerado de una novela actual, es del escritor Jean Paul.
Por su naturaleza el libro de Picard es una obra profética, su imagen de la «Huida ante Dios» no es una imagen en el sentido de una metáfora, sino una verdadera visión. Picard contempla el mundo ruidoso, angustiado, apresurado de nuestra cultura envejecida, el mundo de nuestras grandes ciudades, de nuestros negocios, nuestros cines, nuestras formas de vida a corto plazo y neutras bajo la imagen de la huida: la huida ante Dios. El lector que trata de apropiarse la imagen por medio de la meditación la vive infaliblemente: puede imaginarse la «huida» como la huida de un ejército, de un pueblo, de toda una humanidad, o como un proceso mecánico espantoso, como un mundo atomizado, cuyos restos se forman y mantienen unidos por la fuerza ciega de un movimiento centrífugo: es la huida ante Dios. Está acompañada y empapada por el miedo, el miedo al perseguidor, a Dios. Está organizada y convertida en un mecanismo poderoso con todos los medios de la técnica, del intelecto, de la ciencia. La estructura de esta huida, de este fenómeno que comprende a toda la humanidad actual es analizada y revelada detalladamente en doce capítulos; el fenómeno de la huida es analizado en su lenguaje, su arte, su técnica, su economía, se descubre en él la tendencia a una imitación de Dios y se demuestra en ejemplos. El seudo Dios de la huida se crea un seudomundo, un mundo sin sustancia, un mundo sin realidad, cuyo único contenido es el miedo de la huida.
Si el mundo de la fe oculto por la gran huida no existiese a pesar de todo en secreto, y si Él no fuese el perseguidor en esta huida, esta imagen sería lo más desconsolador que se puede uno imaginar. Pero el visionario de la imagen, aunque acuciado y arrastrado también por la huida, aunque sufriendo bajo ella, no la contempla a la manera como lo hacen los profetas apocalípticos, no se permite ni el pesimismo patético ni el sentimental, sino que la contempla desde el mundo de la fe y desde allí su libro adquiere sustancia y realidad. Este libro terrible y consolador no está en absoluto caracterizado con mis palabras. Yo no quisiera comentarlo, ha de hablar él mismo.
(1934)