Hermann Broch
1886-1951

«Die Schlafwandler»
(«Los sonámbulos»)

Un espíritu importante intenta en estas tres «novelas» mostrar en símbolos e interpretar de manera crítica la enfermedad actual de nuestra cultura, la desintegración de los valores. La primera «novela» se desarrolla hacia el año 1888, «Pasenow oder die Romantik» («Pasenow o el romanticismo»), la segunda hacia 1903, «Esch oder die Anarchie» («Esch o la anarquía»), la tercera 1918, «Huguenau oder die Sachlichkei» («Huguenau o la objetividad»). Son tres libros llenos de ideas, escritos con inteligencia y buen gusto, que en el fondo no son realmente obras literarias. Las narraciones sin héroes son un recurso extremo y su autor tiene que sustituir su falta con un exceso de ingenio. Esto lo ha hecho Broch ampliamente y es emocionante y hasta excitante ver cómo trata de realizar el aspecto literario de su gran empeño. La primera de las tres novelas es aún una verdadera novela, en la segunda empieza a disolverse la forma y a desvanecerse bajo los dictados de los contenidos, en el tercer tomo se usurpa por fin la libertad del todo y la narración no sólo se desarrolla en imágenes sueltas sin continuidad, sino que se insertan en ella páginas enteras y capítulos de meditación y de crítica directa de la época. Y sin embargo (así de delicadas son hoy aún las leyes de la forma) esta libertad no evita que el autor se esfuerce con un poco de mala conciencia por dar la sensación de que narra una novela, y precisamente en el tercer tomo, el más interesante e importante, aparecen unas cuantas docenas de páginas de trabajo francamente malo, próximo ya a la novela de entregas: toda la narración de noviembre de 1918 se encuentra literariamente muy por debajo de la obra restante.

Y sin embargo es precisamente este tercer tomo el que nos obliga a leer y a tomar en serio esta obra voluminosa. Pues la deficiencia de aquellas descripciones es sólo estética, literaria, producida por el pecado contra la forma. Si renunciamos a la forma y nos atenemos al contenido mismo, a la inteligencia, a la energía y a la combatividad intelectual del autor se produce el panorama contrario: la obra se vuelve del primer al tercer tomo progresivamente más rica, personal, responsable y apremiante. La discusión de la disolución de los valores en el tercer tomo, una pequeña obra de intensa crítica de la época, desgraciadamente dividida en muchos fragmentos que por todas partes se aparta del terreno puramente sicológico en busca del metafísico, es intelectualmente el núcleo de la obra. Estos capítulos sobre el espíritu y el rostro de la época que tienden hacia la formulación reposada, pero que están caldeados por la actualidad y la pasión, las bellas páginas sobre el estilo en las matemáticas y la lógica, las páginas llenas de color sobre el carácter del Renacimiento, la interpretación de la Reforma y de la filosofía idealista alemana, son una lectura extraordinariamente sugestiva.

No obstante, el recuerdo de estas páginas inteligentes, filosóficas especulativas, se mezcla extrañamente después de la lectura con el recuerdo de personajes y situaciones de la «novela», de manera que de un modo no racional la elección de esta forma literaria, a pesar de los atentados contra ella, es necesaria y conveniente. En el recuerdo no quedan con tanta fuerza las partes bonitas y desde el punto de vista técnico de la novela intachables, especialmente del primer tomo, sino precisamente algunas figuras e imágenes del último tomo confuso, las figuras de Esch y Huguenau sobre todo que tienen algo de símbolos auténticos.

El contenido narrativo de la trilogía es cómo entre 1888 y 1918 las tendencias de un tipo de espíritu cultivado durante siglos, se desfogan yendo hacia el ocaso, cómo en lugar de la unidad y el catolicismo perdidos, los espíritus y las morales particulares se destrozan; el tratado sobre la disolución de los valores diseminados en el tercer tomo es su música. El resultado no es ni pesimismo puro ni rigurosa adhesión al pasado, a la Iglesia y a la escolástica, sino un gesto de respeto a la vida y un recuerdo casi tímido a la doctrina del alma.

Así esta obra seria no quiere ser guía ni programa, sino reflexión llena de amor, mirada pensativa sobre el caos, cuya amenaza vemos y sufrimos cada vez a través de nuevos aspectos, pero que contiene los gérmenes de un nuevo orden, de una nueva humanidad.

(1932)