«Geheimnisse des reifen Lebens»
(«Secretos de la vida madura»)
En el área lingüística alemana se ha subrayado y analizado muchas veces la diferencia entre «poeta» y «escritor», en general con poca fortuna, pues los defensores de lo «puramente poético» caían fácilmente en el error de incluir a un auténtico poeta erróneamente entre los «escritores» o «literatos» a causa de ciertos rasgos y actitudes, o por el contrario proclamaban como grandes poetas a poetas menores, incluso insignificantes sólo por su indiferencia e incluso hostilidad a lo intelectual. Los tópicos siguen aún hoy en vida. Si quisiéramos buscar en la Alemania actual un poeta que fuese «poeta» en el sentido más puro de la palabra y nada «literato», el nombre de Hans Carossa aparecería seguramente en primer lugar en cualquier encuesta. Desde hace tiempo es amado por nosotros sus colegas, ha alcanzado bastante tarde la verdadera fama y el éxito, y es hoy sin duda una de las figuras más nobles y puras de la Alemania espiritual.
«Geheimnisse des reifen Lebens» son otra vez, como la mayoría de los libros de Carossa «apuntes», esconden su mundo de imágenes profundamente radiante en la envoltura más sencilla, no quieren narrar ni ser novela. Son mucho más. Carossa no es un narrador, es un visionario, un mago y zahorí de las imágenes del alma, conoce bien la zona más callada y misteriosa del alma, es un receptor y creador de visiones de mágica fuerza original. No tiene nada que ver con la obtusa indiferencia a lo intelectual de cualquier clase de clarividencia y como artista emplea, escrupuloso y concienzudo, sólo los medios más auténticos, probados y genuinos y, sin embargo, el jardín encantado de su mundo de símbolos está muy cerca de la esfera de lo demoníaco: sus imágenes, sus formas no están decantadas y destiladas, sino conjuradas. Dentro de la literatura alemana actual este poeta sólo podría compararse con Stefan George o con su contrafigura y antagonista Rilke; sólo que estos dos han dado a sus mundos de imágenes su densidad a través del tejido de los versos, mientras que Carossa, aunque siempre cerca del verso y a veces pasándose a él, renuncia casi por completo al ritual de conjuración tradicional del visionario. Para hallar un pariente y antepasado del poeta Carossa hay que acudir a Goethe, y precisamente al Goethe de los «Wanderjahre» y también al Goethe de «Novelle». Aunque no olvidamos que éste no es todo el Goethe y que al Goethe visionario y conjurador de imágenes corresponde también el Goethe «literato», mientras que no existe un Carossa «literato». Su base es mucho más estrecha, está mucho más expuesto. Pero la luminosidad y la riqueza de significados de sus imágenes no son menores que las de su maestro. Las imágenes no son siempre amables y simpáticas, pero son auténticas y vienen de la profundidad en cuya oscuridad no pueden distinguirse el placer y el horror.
(1936)