«Die Erzählungen der Chassidim»
(«Las narraciones de los Chassidim»)
Martin Buber es, en mi opinión, no sólo uno de los pocos sabios que viven actualmente en el mundo sino que es también un escritor de muy alto rango, y además ha enriquecido como ningún otro autor vivo la literatura universal con un auténtico tesoro.
Con estos cuentos chassídicos Buber ha abierto al mundo, junto a su gran obra restante, una fuente hasta ahora desconocida fuera de la cultura judía oriental, ha revelado un espacio histórico-religioso-literario donde se nos presenta en una alta tensión, muy parecida a la del pietismo protestante, una vida religioso-intelectual-moral de maravillosa riqueza y vitalidad. Ahora conocemos la tradición oral y escrita de este espacio oculto al mundo en la forma que le da Martin Buber en sus leyendas escritas en alemán, y es misterioso, magnífico y emotivo que este valioso regalo del judaísmo al mundo actual se ofrezca en la lengua de sus perseguidores y verdugos. Eso está de acuerdo con el mundo chassídico y es uno más de sus símbolos profundos.
De las innumerables historias chassídicas no todas me gustan en la misma medida, y algunas no las he entendido. Me gustan y entiendo sobre todo aquellas pequeñas, minúsculas anécdotas de la vida de maestros piadosos y sabios en las que se cuenta algún dicho o algún suceso de su vida cotidiana. Por ejemplo que un rabino piadoso emprende un viaje para visitar a un famoso colega, un gran teólogo, maestro e interpretador de las escrituras. A la vuelta de esa peregrinación de amor y devoción, le preguntan con interés qué palabras le había dicho el gran sabio, qué opinión había expresado sobre esta o aquella cuestión importante. Pero el hombre piadoso no trae nada de todo eso. Ha visto al gran hombre, ha visto cómo ataba los cordones de su zapato, y eso le basta. Esta historia podía haber sido escrita, no en Podolia en el siglo XVIII sino en la antigua China en el círculo de los discípulos de Kung Fu Tse o de Mong Tse.
(1950)