Annette Kolb
1875-1967

«Die Schaukel»
(«El columpio»)

Annette Kolb, la sexagenaria, es entre las escritoras femeninas alemanas de nuestro tiempo, la más singular, original e inimitable. Es hija de una francesa, ha vivido mucho tiempo en Francia e Inglaterra, es profundamente musical y escribe en un alemán que es tan genial y elástico como para permitir a su personalidad voluntariosa cualquier expresión, y que sin embargo parece correr en cada momento el peligro de cometer errores, es decir de trasladar al alemán demasiada sintaxis francesa. De cuando en cuando una frase suya posee la encantadora genialidad que sólo puede tener un idioma en boca de un extranjero, y en momentos de inspiración, una genialidad que yerra y da en el blanco al mismo tiempo, que consigue con un pequeño defecto un inaudito plus en la expresión. Voluntariosos, franco-alemanes, temperamentales, caprichosos e inquietos son también su vida intelectual, su amor por la música y el intelecto, su idealismo político (en 1914 emprendió con un valor que nunca olvidaremos en Alemania la lucha contra el fanatismo y la sicosis del odio). A miles de lectores ha alegrado que se haya publicado su nuevo libro, uno de los mejores, de esta mujer tan delicada como combativa, tan melancólica como temperamental. Incluso en este momento de profunda depresión económica y literaria su nueva novela «Die Schaukel» ha tenido un éxito rápido. Ya las dos novelas anteriores de Annette Kolb contenían mucho de autorretrato y autobiografía y esta nueva obra nos cuenta su origen y juventud, describe con encantador realismo la casa paterna de Munich, sus padres, su hermanos, los años de la infancia y de la primera juventud. No sé en absoluto cuánto es ficción, máscara invención en esta novela, y tampoco lo deseo saber. La vida y la persona de esta escritora son para nosotros, sus lectores agradecidos, auténticas, interesantes e importantes, exactamente en la medida en que ella las cuenta, en que nos deja participar en ellas. Las imágenes de este libro tan lleno de vida parecen haber sido pintadas como en un juego con maravillosa naturalidad y ligereza, pero en realidad este arte elevado ha sido adquirido y elaborado con gran esfuerzo. El fondo de esta obra y de todas las novelas de Kolb es en realidad la melancolía, la nostalgia del recuerdo, la conciencia de la muerte y de la vanidad de las cosas. Pero esta melancolía no es nunca débil o pasiva, no es sentimental, es la base oscura y natural de una valentía vital, de una disposición a la alegría, al juego y la broma, una disposición al amor, al compañerismo y a la bondad. Incluso ahí donde la narradora está cerca de las lágrimas, su relato es siempre como debe ser una buena música; valiente, domado, activo, dispuesto a saltar a un tono alegre y luminoso. Eso da a la escritora y a su libro la gracia y la originalidad: su alegría siempre está dispuesta a acordarse de la tragedia y su dolor siempre dispuesto a coger por el camino una flor, a percibir un detalle divertido. La fuente alegre de esta narración, brota de profundos caudales.

(1934)