Muy distinto de (Gide), pero a pesar de todo, igual a él en la calidad y profunda lealtad artística de su trabajo, Marcel Proust, el melancólico mimado que desde el lecho de enfermo y de muerte, fascinado con los recuerdos, describe su vida pasada, sus escenarios y personajes con el amor paciente y tenaz del que ha renunciado y perdido, del que está dispuesto a morir y que sin embargo está obligado a pintar con el enamoramiento ardiente del artista cada color fugaz de la vida que se escapa. Los franceses más jóvenes hablan hoy de este autor muerto hace apenas diez años, con una cierta condescendencia, como si se tratase de una moda de ayer. Pero Proust no fue una moda, fue un gran poeta, un gran artista y amante y no desaparecerá.
(1931)
Sin duda el representante más importante de la generación de la literatura que sigue a Gide y Verlaine. El sicólogo más clarividente y profundo, el creador más original, el maestro más genial de la expresión literaria. La amplitud de su obra épica lo convierte en el portavoz y narrador de una época como lo fue Balzac en su día… La obra de Marcel Proust, una obra maravillosa, por la que siento más afecto que por ninguna otra nueva amistad literaria de la última década.
(1926)
«A l’ombre des jeunes filies en fleurs»
(«A la sombra de las muchachas en flor»)
Hace sólo tres años cuando se empezó por fin en Alemania a tener en cuenta a Proust, nuestros críticos hablaban de él en voz baja y misteriosa como de un tesoro escondido; hoy ya están de vuelta y opinan que al fin y al cabo sólo es un hombre débil y extenuado, con sentimientos de segunda categoría. Ojalá les creciese a estos tipos moho sobre la lengua. Su opinión me interesa bien poco, y estoy contento de que exista algo tan vivo y hermoso, tan cálido, florido y amable como las lucubraciones de este delicado poeta.
(1927)