Heinrich Mann
1871-1950

«Die Armen»
(«Los pobres»)

Una historia de bandidos escrita con la vieja fuerza constructiva de Mann, impulsada en muchos pasajes por su vertiginoso temperamento, iluminada aquí y allá fantasmagóricamente por su viejo y violento gusto por la caricatura. Insatisfactoria y estridente, pero excitante y persuasiva. Y en el fondo la grave intuición actual de que la guerra que no nos deja respiro no hace avanzar el mundo, que solamente aplaza, solamente ofrece nuevos objetivos pasajeros a las pasiones, y que después, tarde o temprano, la gran miseria social volverá a aparecer grande y terrible como antes.

(1917)

Berna, 19 de septiembre de 1917

Estimado Señor Wolff:

Sobre «Die Armen» de Heinrich Mann escribí algunas líneas en «März». A pesar de todo el libro es una desilusión. Tiene usted mejores libros en la editorial.

Del aspecto técnico, que en parte es otra vez brillante, no quiero decir nada. Pero es grave y una pena que Mann, ya que aborda un problema tan claramente definido, simplifique el asunto como un autor de comedias, degradando uno de los bandos hasta el ridículo. Interesante y difícil es la lucha entre trabajadores y capitalistas, cuando en ambos lados hay algo como buena voluntad, cuando el capitalista es rico pero una persona decente. Cuando ha robado su dinero como en el libro de Mann, todo el problema pierde su seriedad, y un asunto espiritual se convierte en una novela policíaca. Es una lástima, hay cosas grandes en este libro, pero sólo en el aspecto literario. Como idea no es grande.

«Jugend Heinrichs IV»
(«Juventud de Heinrich IV»)

La obra se desarrolla en una época y en un ambiente de los que se ha conservado un extraordinario número de apuntes contemporáneos esclarecedores. De éstos hace uso el autor dibujando la vida en el Louvre parisino bajo los reyes Carlos IX y Enrique III y la regencia efectiva de la terrible Catalina de Médicis, con gran cantidad de increíbles y picantes detalles en su estilo virtuoso, inteligente y un poco enamorado de lo grotesco y la caricatura. El erotismo juega aquí un papel importante, quizás demasiado pues es solamente un erotismo material y brutal, de todos modos lo sensual en el carácter y la vida del gran Enrique IV fue lo bastante importante como para justificarlo. La parte principal de la emocionante novela la constituye el largo cautiverio de Enrique en el Louvre después de la noche de San Bartolomé, bajo la vigilancia de la vieja envenenadora, y su asombrosa habilidad para interpretar el papel de demente y de muchacho inofensivo sin perder el juicio.

(1935)