Henri Bergson
1859-1914

Esta vez quisiera aludir a las ediciones alemanas de las obras de un filósofo que actualmente está desacreditado en Alemania, como puede suceder en tiempos de guerra. Se trata de Henri Bergson, el «filósofo de moda» francés.

Bergson está lejos de cualquier «moda» aunque ha comprendido y expresado corrientes intelectuales fundamentales de nuestro tiempo. Quien haya llegado a apreciar a Nietzsche, también apreciará a Bergson. Como aquél es un defensor de la vida contra la doctrina, un luchador por caminos nuevos del conocimiento contra los dogmas sacrosantos de la escuela kantiana. Bergson niega a la razón, a la inteligencia que opera con conceptos y lógica, la capacidad del verdadero conocimiento, la verdadera comprensión de lo vivo. Para los discípulos de Kant y para los intelectuales de todo tipo es nada más que un romántico y poeta. Bergson renuncia a la demostrabilidad y la validez universal del trabajo científico lógico, pero no porque no las conozca o domine, sino porque toda su naturaleza de talante artístico le empuja al camino de la intuición y de la comprensión supralógica, profética. Que los filósofos de profesión decidan hasta que punto aceptan a Bergson como pensador. Para nosotros no existe razón alguna para rechazar sus magníficos libros. Están tan llenos de sagacidad y vitalidad, están escritos de una manera tan fresca y personal, y al mismo tiempo tan extraordinaria y están tan llenos de ideas y comparaciones acertadas y brillantes, que su lectura tiene que considerarse valiosa y positiva también donde pueda ser peligrosa para el filósofo que trabaja científicamente. Con Nietzsche nos ha sucedido lo mismo, en un momento empezamos a leerlo con hambre filosófica y con los años sus obras se fueron convirtiendo para nosotros en un caso único, grandioso, en el documento vigoroso de un espíritu audaz, poderoso, original; conocer su actitud personal frente al mundo era útil y delicioso, mientras que los resultados propiamente filosóficos interesaban menos. Es posible que con Bergson nos suceda un día lo mismo, aunque su naturaleza es menos fuerte que la de Nietzsche. En todo caso sus libros llenos de ingenio nos ofrecen la espléndida imagen de un pensador, al que no bastan todos los caminos ya probados para comprender el mundo vivo, que con afán instintivo, pero que con un espíritu perfectamente formado, persigue el enigma de la vida. Así como venera en la capacidad de la intuición nuestra capacidad suprema, contempla la vida como proceso espiritual y encuentra en la historia de la naturaleza una historia del alma. Un profundo conocimiento de las ciencias naturales le impide convertirse en ideólogo, y así se encuentra mucho más cerca de Schelling que de Hegel. Es un buscador en cuyas huellas nos resulta delicioso el nuevo hecho de estar de camino, el andar y buscar. Y cuanto más vemos que su obra dista aún mucho de estar concluida y que necesita aún muchos añadidos, que es capaz de muchas conclusiones, tanto más tenemos que apreciarlo como una fuente de la máxima inspiración.

(1916)