Una vez más oímos la voz del que en tantas ocasiones nos ha amonestado, que tantas veces nos ha irritado, que tantas veces nos ha conmovido y nos ha hecho reír. Ahora ha muerto y si pensamos lo que ha sido de Viena, no se lo reprochamos. Y leemos una vez más estas obras, voluntariosas, cordiales, enamoradas de la vida, y cuando volvemos de ellas a la «vida», eso que llamamos vida nos resulta bastante triste e insípido. Mucho antes de la caída del arte tradicional, mucho antes de la guerra, mucho antes de revelarse el marchitamiento general de nuestra cultura, este Peter Altenberg recorrió a su manera el camino hacia lo sencillo, hacia sí mismo. Lo recorrió quizás de una manera extraña, quizás extravagante, pero era su manera, nadie se la había enseñado. Y así se ahorró el sino miserable de algunos autores jóvenes de sobrevivirse a sí mismos.
(1920)