Las palabras están hechas como de metal y se leen despacio y con dificultad… Sin embargo, el libro es muy poco literario. En sus mejores pasajes es necesario y singular. Su devoción es auténtica y profunda.
Rainer María Rilke
Del otoño del 98 a octubre del 99 he vivido voluntariamente en un silencio total, fecundo, sin trato alguno con personas. En el invierno de 1898/99 escribí «Eine Stunde hinter Mitternacht» («Una hora detrás de medianoche») publicado en julio del 99… En Calw mi libro sólo suscita indignación.
(Carta, 1899)
Prólogo a «Eine Stunde hinter Mitternacht»
(1941)
«Eine Stunde hinter Mitternacht» fue publicado por la editorial de Eugen Diederichs de Leipzig, «impreso por W. Drugulin en junio de 1899», un libro pequeño, impreso y adornado con extraordinario esmero, bien conocido por los coleccionistas de mis primeros libros, aunque algunos solamente lo conozcan por el título, pues sé de personas que lo han buscado vanamente durante años en los anticuarios. Los pequeños poemas en prosa que lo componen, fueron escritos entre 1897 y 1899 en Tübingen. Yo mantenía entonces correspondencia con una joven poetisa del Norte de Alemania; me había escrito tras leer una poesía mía que había encontrado en una revista olvidada, y se llamaba Helene Voigt. No nos conocíamos personalmente, pero hacía poco me había escrito que se había prometido con el joven editor Eugen Diederichs. Y como yo conocía de éste editor, cuyos primeros libros fueron publicados en Florencia, varios libros interesantes y presentados de manera nueva, especialmente su edición en tres volúmenes de las obras de Jacobsen, me decidí a enviarle mi manuscrito. Él no sabía nada de mí, y mi pequeño libro no encajaba del todo en la línea de su editorial, y sin duda debo a la intercesión de su novia y joven esposa que se decidiese, a pesar de todo, a editarlo. En mis «apuntes», como Diederichs llamaba mis escritos en prosa, echaba de menos el elemento «liberador» y escribía: «Aunque, hablando sinceramente, tengo poca fe en el éxito comercial del libro, estoy convencido de su valor literario». Me propuso una edición de seiscientos ejemplares y, después de que yo me mostrase de acuerdo con todas sus proposiciones, escribió en una segunda carta: «No cuento con dar salida a seiscientos, pero espero que ya con la presentación llame la atención y compense así el nombre desconocido del autor».
De las pocas críticas que obtuvo mi librito tras su publicación, sólo dos tuvieron un cierto peso, la una de Wilhelm von Scholz, la otra de Rilke. El éxito comercial fue realmente escaso, en el primer año se vendieron 53 ejemplares. Algunos años más tarde, cuando yo ya era conocido por otros libros, la pequeña edición se agotó rápidamente. Pero mientras tanto había cambiado mi propia actitud con respecto al libro y propuse al editor que no hiciese una nueva edición, lo que hasta hoy no ha sucedido.
En cuanto al título de mi primer libro en prosa, su significado estaba claro para mí, pero no para la mayoría de los lectores. Yo quería aludir al reino en que yo vivía, al país de ensueño de mis horas y días poéticos que se encontraban misteriosamente en algún lugar entre el tiempo y el espacio, y en principio debía llamarse «Eine Meile hinter Mitternacht» («Una milla detrás de medianoche»), pero ese título me recordaba demasiado las «Drei Meilen hinter Weihnachten» («Tres millas detrás de Navidades»), del cuento. Así llegué a «Eine Stunde hinter Mitternacht».
Que el libro desapareciese más tarde de la lista de mis libros y permaneciese durante años oculto, tuvo sus razones biográficas. En los estudios en prosa de «Eine Stunde hinter Mitternacht» yo había creado un reino ensoñado de artista, una isla de belleza, su poesía era una huida de las tormentas y los abismos del mundo cotidiano hacia la noche, el sueño y la hermosa soledad. No le faltaban al libro rasgos esteticistas. Wilhelm Scholz opinaba en su ensayo que el libro estaba muy influenciado por Maeterlinck y Stefan George. En lo que se refiere al primero tenía razón, yo había leído «Le trésor des humbles» y «Tintagiles». De George, por el contrario, no conocía todavía una línea cuando sé publicó mi libro, sus primeros versos —los poemas pastorales— no los llegué a conocer hasta unos meses más tarde en Basilea. Y si en aquellos poemas tempranos de Maeterlinck, a pesar de lo mucho que entonces me gustaban —un cierto crepúsculo artificial, una forma de introversión ligeramente enfermiza, enamorada de sí misma—, me inspiraban a veces desconfianza, pues ese peligro existía precisamente también para mí y mi poesía, conocí poco después en el incipiente culto a George otra clase, aún más fatal, de esteticismo: el cultivo de un «pathos» conspirador, de un esoterismo arrogante de «dique», que rechacé instintivamente desde el principio. Algunas cosas que dice Hermann Lauscher en la narración «Lulu», escrita pocos meses después de publicarse «Eine Stunde hinter Mitternacht», informan al respecto. «Lauscher» fue un intento de conquistarme una parcela de mundo y de realidad, y de escapar de los peligros de una soledad en parte arrogante, en parte temerosa del mundo. El paso siguiente en este camino, un paso que destacaba casi excesivamente lo sano, natural e ingenuo, fue «Peter Camenzind», en el que encontré realmente una especie de liberación, pero que debido a su éxito amplio e inesperadamente rápido, me perjudicó enormemente.
Hoy «Eine Stunde hinter Mitternacht» me parece, para el lector interesado en comprender mi camino, por lo menos igual de importante que «Lauscher» y «Camenzind». Este libro desaparecido no se ofrece en esta nueva edición a la gran masa de lectores, para los que su contenido y sus problemas, como cuando se publicó por primera vez, carecen de interés. Con esta nueva edición limitada, pretendemos ponerlo al alcance del pequeño círculo de amigos y críticos.
Prólogo a la edición de «Hermann Lauscher»
(1907)
Por deseo de algunos amigos, pero sobre todo, siguiendo la invitación de Wilhelm Schäfer, va a desenterrarse al difunto Hermann Lauscher y se le va a mandar de nuevo entre la gente. Así que debo una explicación, al menos bibliográfica.
«Hinterlassene Schriften und Gedichte von Hermann Lauscher» («Escritos y poemas póstumos de Hermann Lauscher») era el título de una pequeña obra, que publiqué en Basilea a finales de 1900, y en la que bajo seudónimo hacía el balance de mis sueños de adolescente, que por entonces habían desembocado en una crisis. Pensaba meter en un ataúd y enterrar junto con «Lauscher», que yo había inventado y dejado morir, mis propios sueños, en la medida en que me parecían concluidos. El librito se publicó en una edición muy pequeña y apenas ha llegado a conocerse más allá de mi círculo de amigos. Algunos que conocían mis libros posteriores, se interesaron después por el pequeño escrito y vieron en él una especie de curiosidad literaria.
Nunca pensé en una nueva edición, hasta que en el último tiempo unos amigos la reclamaron vivamente, y llegó finalmente la proposición de Wilhelm Schäfer. Como no veo ninguna razón para negar parte de mi juventud y como, aún hoy, estoy dispuesto a defender estilísticamente a «Lauscher», cedí.
La cuestión era en qué forma iba a resucitar el pecado de mi juventud. Pensé en una refundición, pero comprendí inmediatamente que las ideas y los estados de ánimo de un joven de veinte años no pueden, después de diez años, ser retocados por él mismo, ya que su único valor relativo es la expresión, el ritmo, el ademán. Y tachar o mejorar algo me parecía ilícito.
El texto siguió, por lo tanto, siendo el mismo, también donde hoy me resulta extraño y hasta antipático. En cambio me pareció oportuno redondear el librito, fragmentario y poco voluminoso. Añadir algo nuevo no hubiese tenido sentido y hubiese perjudicado al conjunto. Pero poseía aún dos pequeños poemas de aquella época «Lulu» y «Schlaflose Nächte» («Noches de insomnio»). El primero ha sido publicado únicamente en una revista suiza, el segundo es inédito. Ambos guardan una íntima relación con «Lauscher» y fueron escritos en la misma época que éste. Añadí, pues, estos dos poemas.
Ahora tengo el libro delante de mí, mirándome con un aire poco feliz: documentos de una juventud hermosa y entrañable, pero nada fácil. Lo que yo quería entonces, no lo he conseguido; lo que he conseguido, llegó casi sin querer, y no me pesa mucho. En cambio, en estos intentos poéticos tempranos escucho ahora consternado y sorprendido unos tonos y veo abrirse unos caminos que me resultan otra vez vitales y dignos de ser tomados en serio, e ignoro cómo pudieron serme extraños durante años y llegar casi a perderse. En estos intentos hay mucho que me hace dudar de los caminos que he emprendido desde entonces, y que me obliga a amargas conclusiones.
Pero las conclusiones amargas son mejor que nada y el que ha iniciado una vez la peligrosa senda de la autoobservación y de las confesiones tiene que soportar las consecuencias con serenidad, aunque sean inesperadas y penosas.
No me inquieta, que vengan ahora algunos a reprocharme mis pecados de entonces, como si fueran de hoy, y que otros piensen que hubiese hecho mejor en trabajar en algo nuevo, en lugar de volver a desenterrar tentativas juveniles. No saben, ni intuyen, lo penosa que me ha resultado esta nueva edición y no comprenden que la haya hecho precisamente por eso, y que haya aligerado con ello mi conciencia. Por lo demás, tanto el «Lauscher» actual como el antiguo, no pretenden ser otra cosa, que una confesión para mí y mis amigos.
Del prólogo a «Hermann Lauscher»
(1933)
«Hinterlassene Schriften und Gedichte von Hermann Lauscher, herausgegeben von H. Hesse» («Escritos y poemas póstumos de Hermann Lauscher, publicados por H. Hesse»), era el título de un pequeño libro, que apareció en Basilea en 1901. Era mi tercera publicación, precedida por los «Romantische Lieder» («Canciones románticas») y la obra en prosa «Eine Stunde hinter Mitternacht».
Cada vez, que a lo largo de los años, he vuelto a leer el «Lauscher», me han llamado la atención pasajes que me hubiese gustado tachar o cambiar, por ejemplo aquellas palabras imprudentes, altisonantes, juveniles sobre Tolstoi al principio del diario. Sin embargo, no me pareció lícito falsificar a posteriori mi propia imagen de adolescente.
A la primera edición seudónima de 1906 añadí un prólogo[1] que figura aquí sin ninguna modificación.