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—Muy bien —dijo Cynthia—. Sabes cuál es el trato, ¿verdad?

Grace asintió. Tenía la cartera preparada. Dentro estaba su almuerzo, sus deberes, incluso un móvil. Uno rosa. Cynthia había insistido y yo no se lo discutí. Cuando le contamos nuestro plan a Grace, preguntó:

—¿Podré enviar mensajes de texto? Es absolutamente necesario que pueda enviar mensajes de texto.

Ojalá pudiera decir que Grace es la única alumna de cuarto grado con un móvil, pero sería mentira. Ése es el mundo en el que vivimos.

—¿Qué tienes que hacer?

—Cuando llegue al cole, te llamo.

—Eso es —dijo Cynthia—. ¿Qué más?

—Tengo que hacer que la profesora también te salude.

—Muy bien. Ya se lo he explicado todo, no habrá problema. Y no va a hacerlo delante de toda la clase, así que no tendrás que avergonzarte.

—¿Voy a tener que hacer esto cada día?

—Vamos a centrarnos en el día de hoy, ¿vale? —intervine.

Grace sonrió. Ya le parecía bien. Poder ir a la escuela sin escolta, aunque tuviera que llamar cuando llegara, era suficiente para que el acuerdo le resultara muy atractivo. No sé cuál de los tres estaba más nervioso, pero habíamos mantenido una larga charla sobre el tema un par de noches antes. Todos estuvimos de acuerdo en que necesitábamos seguir adelante, recuperar nuestras vidas.

Ir sola a la escuela era la prioridad de Grace. Francamente, nos sorprendió. Después de lo que había ocurrido, creíamos que estaría contenta de que la acompañáramos. El hecho de que aún reclamara su independencia nos pareció una señal esperanzadora a Cynthia y a mí.

Ambos la despedimos con un abrazo y la observamos por la ventana hasta que giró en la esquina.

Parecíamos estar aguantando la respiración, y enseguida nos abalanzamos sobre el teléfono de la cocina.

Rolly seguía en el hospital, recuperándose de una fuerte conmoción cerebral. Eso hizo que a Roda Wedmore le resultara relativamente fácil encontrarlo para acusarlo por las muertes de Tess Berman y Denton Abagnall. También habían reabierto el caso de Connie Gormley, pero ése seguramente iba a ser un poco más difícil de probar. No había testigo alguno. El único, Clayton, estaba muerto, y no había ninguna prueba física, como el coche que conducía Rolly cuando Clayton y él prepararon el accidente. Seguramente estaba criando óxido en cualquier cementerio de coches.

Su mujer Millicent llamó y empezó a gritarnos; dijo que éramos unos mentirosos, que su marido no había hecho nada, que estaban a punto de mudarse a Florida, que iba a conseguir un abogado que nos pateara el culo.

Tuvimos que conseguir un número que no apareciera en el listín.

Fue una buena idea. Justo antes de hacerlo, recibíamos varias llamadas al día de Paula Malloy, de Deadline, que quería hacer un seguimiento de la historia. Nunca se las devolvimos, y cuando la vimos a través de la ventana en el escalón de la entrada, no abrimos la puerta.

A mí tuvieron que vendarme las costillas, y el médico dice que probablemente Cynthia necesitará cirugía estética en la mejilla. Por lo que respecta a las cicatrices emocionales… bueno, quién lo sabe.

Todavía se está aclarando el tema del patrimonio de Clayton Sloan. Podría tardar un tiempo, pero no importa. Cynthia ni siquiera está segura de querer el dinero. Estoy hablando con ella sobre eso.

A Vince Fleming lo trasladaron del hospital de Lewiston al de Milford. Se va a poner bien. Le hice una visita el otro día y me dijo que sería mejor para mí que Jane sacara sobresaliente en todo. Le dije que estaba trabajando en ello.

También le prometí que no perdería de vista los progresos académicos de Jane, pero lo más probable es que lo haga desde una escuela distinta. Estoy pensando en pedir un traslado. No es muy frecuente que el director de una escuela sea acusado de dos asesinatos. La sala de profesores puede convertirse en un lugar muy incómodo.

El teléfono sonó. Cynthia tenía el auricular en la mano antes de que hubiera terminado de oírse el primer timbre.

—Vale… vale —dijo—. ¿Estás bien? ¿No ha habido ningún problema? Muy bien… Déjame hablar con la profesora. Hola, señorita Enders. Sí, no, se la ve muy tranquila. Gracias, muchas gracias… Sí, es cierto, hemos pasado por muchas cosas. Creo que debería seguir yendo a buscarla al salir de la escuela. Por lo menos hoy. Muy bien… Gracias. Vale… Adiós.

Colgó el teléfono.

—Está bien —me informó.

—Eso me imaginaba —dije, y ambos derramamos un par de lágrimas.

—Y tú, ¿estás bien? —le pregunté.

Cynthia cogió un pañuelo de papel y se secó los ojos.

—Sí. ¿Quieres un café?

Me dirigí hacia el armario del recibidor, metí la mano en el bolsillo del abrigo que llevaba puesto la noche que todo sucedió y saqué el sobre. Volví a la cocina, donde Cynthia estaba sentada frente a su café después de haber dejado una taza en el otro lado de la mesa para mí.

—Ya te he puesto azúcar —me dijo, y entonces vio el sobre—. ¿Qué es eso?

Me senté sin soltarlo.

—Estaba esperando que llegara el momento adecuado, y creo que éste lo es —le expliqué con calma—. Déjame que te ponga en antecedentes.

Cynthia tenía la misma mirada que se suele poner cuando esperas que un médico te dé una mala noticia.

—No es malo —le aclaré—. Clayton, tu padre, me lo explicó a mí, y me dijo que quería que te lo explicara.

—¿El qué?

—Aquella noche, después de que tuvieras esa gran bronca con tus padres y te fueras a la cama, supongo que más o menos perdiste el conocimiento. Bien, tu madre, Patricia, se sentía mal. Por lo que habías dicho: no le gustaba cuando os enfadabais así.

—No, ya lo sé —susurró Cynthia—. Le gustaba suavizar las cosas lo antes posible.

—Bueno, supongo que eso es lo que quería hacer, así que te escribió… una nota. La dejó frente a tu puerta antes de llevarse a Todd al drugstore.

Cynthia no podía apartar los ojos del sobre que yo tenía en las manos.

—En cualquier caso, tu padre no se sentía tan conciliador, no todavía. Aún estaba bastante cabreado por haber tenido que salir a buscarte, haberte encontrado en el coche con Vince y haber tenido que llevarte de vuelta a casa. Creía que era demasiado pronto para arreglar las cosas. Así que en cuanto tu madre se marchó, subió y cogió la nota que ella te había dejado, y se la metió en el bolsillo.

Cynthia estaba estupefacta.

—Pero más tarde, tras lo que pasó unas horas después, se convirtió en algo más que en una nota. Era la última nota de una madre a su hija. Era lo último que había escrito. —Hice una pausa—. Así que la guardó, la metió en este sobre y la escondió en la caja de herramientas de su casa, pegada bajo una bandeja. Por si acaso algún día podía dártela. No se trata exactamente de una nota de despedida, pero es como si lo fuera.

Le alargué el sobre, abierto ya por un lado, a Cynthia por encima de la mesa.

Ella sacó el papel de dentro, pero no lo desdobló enseguida. Lo sujetó un momento mientras se armaba de valor. Entonces, con mucho cuidado, lo abrió.

Yo, por supuesto, ya lo había leído. En el sótano de casa de los Sloan en Youngstown. Así que sabía que Cynthia estaba leyendo lo siguiente:

Hola, Calabaza:

Quería escribirte una nota antes de irme a la cama. Espero que no estés demasiado mareada. Esta noche has hecho algunas estupideces, pero supongo que eso es lo que pasa cuando eres adolescente.

Ojalá pudiera decir que ésta es la última estupidez que cometerás, o que es la última discusión que vas a tener con tu padre y conmigo, pero no sería cierto. Harás más tonterías, y nos pelearemos más veces. A veces estarás equivocada, a veces seremos nosotros los que lo estemos.

Pero hay una cosa que tienes que saber: pase lo que pase, yo siempre te querré. Nada de lo que puedas hacer podría conseguir que dejara de quererte. Porque quiero recorrer este camino contigo, y ésa es la verdad.

Y siempre va a ser de ese modo. Incluso cuando te hayas ido de casa y vivas tu propia vida, incluso cuando tengas marido e hijos (¡imagínatelo!), incluso cuando yo no sea más que polvo, siempre te estaré mirando. Algún día tal vez sientas que alguien mira por encima de tu hombro, y te darás la vuelta y no habrá nadie. Seré yo. Preocupándome por ti, viendo lo orgullosa que me siento de ti. Durante toda tu vida, cariño. Siempre estaré contigo.

Con amor,

MAMÁ

Observé a Cynthia mientras la leía hasta el final, y entonces la abracé mientras se echaba a llorar.