37

—Ha llamado alguien preguntando por ti —dijo ella.

—¿Quién?

—No dijo quién era.

—¿Qué voz tenía? —preguntó él—. ¿Era uno de mis amigos?

—No sé qué voz tenía. ¿Cómo iba a saberlo? Pero preguntó por ti, y cuando le dije que estabas fuera, dijo que recordaba que le habías dicho algo acerca de irte a Connecticut.

—¿Qué?

—No deberías haberle dicho a nadie adónde ibas.

—¡No lo hice!

—Entonces ¿cómo lo sabía? Debiste de contárselo a alguien. No me puedo creer que fueras tan estúpido.

Parecía estar muy enfadada con él.

—¡Te estoy diciendo que no lo hice!

Cuando ella le hablaba así, se sentía como si fuera un niño de seis años.

—Bien, si no lo hiciste ¿cómo lo sabía?

—No tengo ni idea. ¿Salía en el teléfono de dónde venía la llamada? ¿Había un número de teléfono?

—No. Dijo que te conocía del golf.

—¿Golf? Yo no juego a golf.

—Eso fue lo que le dije —replicó ella—. Le dije que no jugabas a golf.

—¿Sabes qué, mamá? Lo más probable es que se equivocara de número o algo así.

—Preguntó por ti. Dijo Jeremy. Claro como el agua. Quizá le comentaste a alguien de pasada que te ibas.

—Mira, mamá, incluso aunque lo hubiera hecho, cosa que no hice, no hace falta que te pongas así por eso.

—Simplemente me ha molestado.

—No te enfades. Además, voy a volver a casa.

—¿Sí?

El tono de su voz cambió.

—Sí. Creo que hoy. Aquí ya he hecho todo lo que he podido; lo único que falta es… ya sabes.

—No quiero perderme eso. No sabes cuánto tiempo he esperado para esto.

—Sí, me iré pronto de aquí —continuó él—; supongo que llegaré a casa esta noche, tarde. Ya es la hora de comer y a veces me canso un poco, así que quizá me pare un rato en Utica o algo así; sin embargo, haré el viaje en un día.

—Eso me dará tiempo para cocinarte un pastel de zanahoria —dijo ella emocionada—. Lo haré esta tarde.

—Muy bien.

—Conduce con cuidado. No quiero que te quedes dormido al volante. Nunca has tenido la misma resistencia para conducir que tu padre.

—¿Cómo está él?

—Creo que si acabamos esta semana, al menos durará hasta entonces. Me alegraré cuando esto haya terminado. ¿Sabes lo que cuesta un taxi para ir a verle?

—Dentro de poco ya no importará, mamá.

—No se trata sólo del dinero, ya lo sabes —respondió ella—. He estado pensando en cómo lo haremos. Va a hacer falta algo de cuerda, o cinta adhesiva de ésa. Y supongo que lo más lógico sería encargarse primero de la madre. La niña no será ningún problema después de eso. Yo puedo ayudarte con ella; ya sabes que no soy una completa inútil.