—¿Si?
—Soy yo —dijo él.
—Estaba pensando en ti —dijo ella—. Hace tiempo que no llamabas. Espero que todo vaya bien.
—Quería esperar a ver qué pasaba —explicó él—. Qué es lo que descubrían. Ha salido en las noticias. Imágenes del coche. En la tele.
—Oh, Dios…
—Han enseñado una foto de cuando se lo llevaban de la cantera. Y hoy salía en los periódicos un artículo sobre las pruebas de ADN.
—Oh, es tan excitante… —dijo ella—. Ojalá estuviera ahí contigo. ¿Qué decía?
—Bueno, decía algunas cosas y otras no, claro. Tengo el periódico justo aquí. «Las pruebas de ADN indican que hay una conexión genética entre los dos cuerpos del coche, que eran madre e hijo».
—Interesante.
—«Las pruebas forenses aún no han determinado si los cuerpos están relacionados con Cynthia Archer. La policía, sin embargo, trabaja con la hipótesis de que se trata de los cuerpos de Patricia Bigge y Todd Bigge, desaparecidos veinticinco años atrás».
—Así que el artículo tampoco afirma taxativamente de quién eran los cuerpos del coche… —dijo ella.
—No del todo.
—Ya sabes lo que dicen de las hipótesis. Te hacen quedar como un idiota y…
—Ya lo sé, pero…
—Aun así, es increíble lo que pueden hacer hoy en día, ¿no?
Su voz sonaba casi alegre.
—En aquel entonces, cuando tu padre y yo nos deshicimos del coche, ¿quién había oído hablar de pruebas de ADN? Es alucinante, eso es lo que es. ¿Todavía estás nervioso?
—Un poco.
Parecía estar dominado por ella.
—Incluso cuando eras pequeño ya te preocupabas por todo, ¿sabes? Yo, en cambio, me hago cargo de la situación y me ocupo de ella.
—Bueno, supongo que tú eres la fuerte.
—Creo que has hecho un trabajo maravilloso; puedes estar orgulloso. Pronto estarás en casa y podrás llevarme ahí. No me perdería esto por nada del mundo. Cuando llegue el momento, quiero ver la expresión de su cara.