21

—No me digas —exclamó ella.

Todo salía según el plan.

—Sí, es verdad —dijo él.

—Bien, bien, bien —se alegró ella—. Y pensar que justo estábamos hablando de ella…

—Ya lo sé.

—Menuda coincidencia —dijo ella solapadamente—. Que tú estuvieras por allí.

—Sí, sí.

—Le había llegado su hora, ya lo sabes.

—Sabía que no te enfadarías cuando te lo contara. Pero creo que eso quiere decir que tenemos que retrasar la siguiente parte un par de días.

—¿De verdad? —se preguntó ella.

Sabía que ella misma le había predicado las virtudes de tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas, pero de pronto empezaba a sentirse impaciente.

—Mañana va a tener lugar un funeral —apuntó él—. Y supongo que hay que hacer un montón de gestiones para eso, y ella no tiene a nadie más que pueda encargarse del asunto, ¿verdad?

—Eso tengo entendido.

—Entonces mi hermana va a estar bastante ocupada organizándolo todo, ¿no crees? Así que quizá deberíamos esperar a que terminara todo esto.

—Ya te entiendo. Pero hay algo que me gustaría que hicieras por mí.

—¿Sí? —preguntó él.

—Es una cosa muy sencilla.

—¿Qué?

—No la llames hermana.

Su tono era firme.

—Lo siento.

—Ya sabes cómo me hace sentir.

—Vale; es sólo que bueno, ella es…

—No me importa —le cortó ella.

—Muy bien, mamá —aceptó él—. No lo haré más.