Ella intentó acercarse a él tanto como le fuera posible.
—Por Dios Santo, ¿me estás escuchando? —susurró—. He venido hasta aquí para verte y tú ni siquiera abres los ojos. ¿Crees que es fácil llegar hasta aquí? Con todo lo que he pasado por ti… Me he esforzado, así que lo menos que podrías hacer es mantenerte despierto unos minutos. Tienes todo el día para dormir; yo solo estoy aquí un rato.
»Bien, déjame decirte algo. No vas a abandonarnos. Te vas a quedar un poco más con nosotros, eso seguro. Cuando llegue el momento de marcharte, créeme, serás el primero en saberlo.
Entonces pareció que él intentaba decir algo.
—¿Cómo dices? —preguntó ella—. ¡Ah, él! —dijo—. Esta noche no ha podido venir.