8

—¿Y si me salto todo el resto y lo hago ya? —preguntó él—. Entonces podría volver a casa.

—No, no, no —dijo ella, en un tono casi de enfado. Se tomó un momento para calmarse—. Sé que te gustaría volver, y no hay nada que yo desee más. Pero antes tenemos que apartar algunos obstáculos del camino. No seas impaciente. Cuando yo era más joven, a veces era un poco impetuosa, demasiado impulsiva. Ahora sé que es mejor tomarte tu tiempo para hacer bien las cosas.

Pudo oírle suspirar al otro lado del teléfono.

—No quiero fastidiarlo —dijo él.

—Y no lo harás. Siempre has sido complaciente, ya lo sabes. Está bien que haya al menos uno en casa. —Una sonrisita—. Eres un buen chico y te quiero más de lo que nunca podrás imaginar.

—En realidad ya no soy un chico.

—Y yo tampoco soy una niña pequeña ya, pero al pensar en ti yo siempre te veré como cuando eras pequeño.

—Va a ser raro… hacerlo.

—Lo sé; pero eso es lo que intento decirte. Si tienes paciencia, cuando llegue el momento, cuando el escenario esté preparado, parecerá la cosa más natural del mundo.

—Supongo. —No sonaba muy convencido.

—Eso es lo que debes recordar. Lo que estás haciendo forma parte de un gran ciclo. Nosotros formamos parte de ese ciclo. ¿La has visto ya?

—Sí. Fue extraño. Una parte de mí quería decir hola, decirle, eh, no te creerías quién soy.